Julio 8, 2024

“Uno es lo que piensa y lo que es capaz de poner en palabras” Entrevista a Rafael Courtoisie

 

 

Por Francisco Véjar

 

El poeta uruguayo Rafael Courtoisie (Montevideo,1958), miembro de la Academia Nacional de Letras de Uruguay desde 2013, ganador de premios como Casa de América (2014) y divulgador de la poesía uruguaya con “Antología: la poesía del siglo XX en Uruguay” (Visor poesía, 2011), una selección de textos de 40 poetas uruguayos, acaba de publicar su nuevo libro de poemas, titulado “El libro transparente de las cosas que existen y de las que no existen”, bajo el sello editor con sede en Madrid, Los Libros del Mississippi, que cumple dos años de existencia y que nació bajo el influjo de lo que para ellos significó la editorial City Lights. A pesar de su juventud, esta editorial, ya cuenta entre sus hitos con nombres como Leopoldo María Panero y con títulos de lo más selecto de la narrativa y poesía actual, pero lo que nos convoca es el libro de Rafael que desde su título nos invita a un viaje entre lo real y lo imaginado: lo que existe y lo que tal vez no.

‘Definición de algo que pesa mucho y sube hasta el infinito’, esta especie de acertijo es el título del primer poema y es en sí mismo una declaración de principios del poeta que se aliviana cada vez que ha dado a luz un poema, este título y los que vienen (Definición de…) nos hacen creer que estaremos envueltos en una suerte de diccionario que nos develará ciertos conceptos concebidos por el poeta pero no se limitará a eso, su celebración de lo cotidiano en la cocina de un hogar, la fundición entre poema y poeta: “Ya no estoy en mí, soy lo que lees” o el carácter babélico en la interacción con la lengua inglesa y sus saludos a Emily Dickinson “to Emily Dickinson, of course” y a la inolvidable obra de Ray Bradbury “Las maquinarias de la alegría” son solo unos pocos elementos de la transparencia revelada en este libro.

A continuación, el poeta Courtoisie tiene la palabra:

Si tuvieras que describir, en doce líneas, tu libro de poemas titulado “El libro transparente de las cosas que existen y de las que no existen”, publicado recientemente por la casa editora Los Libros del Mississippi, ¿qué nos dirías?

Es un libro que desde el título se propone aludir a esa zona invisible que solamente la poesía puede nombrar y a la vez intenta señalar esa frontera de la existencia que la poesía siempre pone en cuestión. Si se puede pensar, es posible; si se puede decir, es posible. La poesía trae a la realidad los sueños recónditos. El libro es una celebración, un paseo por el ser y la nada, una fiesta que trata de mostrar el milagro de algunos objetos cotidianos y de otros intangibles pero ciertos. El libro tiene dos partes bien diferenciadas: una coloquial, directa, donde aparecen desde ecos de Dickinson hasta el jugador de fútbol Luis Suárez y poemas escritos durante una larga estadía en Portugal; la otra parte es concisa, aforística. Entre las dos procuran articular un instante de libertad y goce, un juego y una profundidad vital.

¿Cuáles son tus influjos en materia poética?

En España uno visita con frecuencia a Juan Ramón, por un lado, y a Federico, por otro. Son dos caminos tan diferentes, tan diversos que a pesar de ser paralelos se encuentran en el infinito, y conducen allí en un viaje de ida y vuelta. En América, César Vallejo es una solidez cuya vigencia confirmo cada día…Y las mujeres eternas de la poesía: Gabriela Mistral fue la primer nobel latinoamericana, y es otro influjo Juana de Ibarbourou, y más cerca en el tiempo Clarice Lispector. En la América de “más allá” siento que soy otro de los hijos del misterio llamado Emily Dickinson.

¿Cómo ves la poesía hispanoamericana actual y cuáles son tus autores favoritos?

En Hispanoamérica se está desarrollando una poesía diversa, múltiple, el signo de identidad es la heterodoxia, y creo que a inicios de un tercer milenio aciago (como lo son todos) eso es saludable. Hay muchos autores de hoy con proyectos claros, definidos: Augusto Rodríguez, de Ecuador, Mario Meléndez, de Chile, Mariella Nigro, de Uruguay, Manuel Iris, de México…al menos hay dos decenas de nombres muy valiosos entre los nuevos y novísimos, y otro tanto en España…

¿Cómo es tu relación con la literatura chilena?

Es una referencia muy importante, clave. Al hecho de que en ella se incluyen dos premios nobel claves: Mistral y Neruda, se le suma que es en Chile donde se ha desarrollado, además de parte insoslayable de la poesía de hoy, su correspondiente dialéctico, antitético: la antipoesía capitaneada por Nicanor Parra y seguida por muchos en el mundo. Y la vigencia y fortaleza del género es muy clara en ese país: una certeza y una duda constantes en Chile establecen una enérgica dinámica creadora, un renovado oficio hierático de la poesía que es necesario en el mundo de hoy.

En uno de tus poemas, escribes: “No somos lo que sabemos / somos lo que soñamos”. Esos versos hacen recordar a los románticos ingleses del siglo XIX. ¿Cuál sería la cocinería literaria de Rafael Courtoisie?

Uno es lo que piensa y lo que es capaz de poner en palabras. El hombre es un animal simbólico cuya existencia depende de su capacidad de poner en discurso lo que no existe todavía, para hacerlo nacer, para traerlo a la existencia. Para saber, para conocer, hay que inventar, hay que crear primero con palabras. Mi elaboración literaria es cotidiana y jocunda: todos los días gozar la realidad y agregar a esa realidad gozada la dimensión contundente de las palabras, dotar de voces a las cosas de todos los días, la taza de café, la copa de vino, el volumen erótico de una manzana ofrecida desnuda y lúbrica, descuartizada en el plato para que uno se la coma.

¿Qué nos podrías decir de la pandemia y de su repercusión en la literatura?

Hay dos niveles claros en esta “pandemia”; la enfermedad biológica provocada por el virus, su realidad parecida a otros virus y a otras pandemias anteriores, y otro nivel de construcción social y mediática: la peste. Solo algunos han enfermado y padecido el virus, pero todos, sin excepción, sufrimos la enfermedad social de la peste. Esta peste del tercer milenio debe una parte a un pequeño fragmento contagioso de ácido ribonucleico, y debe mucho a la tecnología de comunicación y a la aldea global en la que vivimos. La peste es la dimensión social y cultural de la enfermedad biológica original. Se escriben ahora ríos de tinta sobre el fenómeno, y solo algo de todo eso quedará en la literatura. Hay que prevenir el virus, pero sobre la peste la única vacuna es pensar, reflexionar. Y esa tarea la hace bien la poesía y el ensayo. Lo demás es asunto de la bioquímica.

Y para finalizar, cuéntanos qué estás escribiendo hoy.

Precisamente tengo terminado un libro de ensayos sobre la peste, y a la vez compongo por las mañanas un nuevo poemario, y por las noches una novela sobre el goce de pecar para arrepentirse y entonces gozar de nuevo: es una gran lección que aprendí en mi adolescencia leyendo a Dostoievski, pero que recién ahora me atrevo a escribir.

 

 

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