Noviembre 7, 2024

“La poesía ecuatoriana es veloz, silenciosa, incesante, variada, desconocida, pero hermosa” Entrevista a Augusto Rodríguez

 

 

Por Ernesto González Barnert

 

Uno de los nuevos poetas más interesantes y reconocidos del Ecuador, que también ha hecho carrera como narrador, editor, catedrático y gestor cultural, es Augusto Rodríguez (Guayaquil, Ecuador, 1979). Un escritor que tiene una conexión profunda con la tradición literaria no solo de su país, sino que chilena e hispanoamericana. Su poesía siempre sabe encontrar la música de ida y vuelta de los mundos interiores que le habitan y dan forma, con apostura y claridad conceptual, con una precisión narrativa que nos salva y sostiene de otras lenguas poéticas en condiciones similares que rayan en lo inasible e inaudible buscando el efecto de profundidad metaescritural o garra simbólica y primigenia de la condición humana que a Rodríguez le sale natural y lúcido porque sabe que un poema es una piedra creciendo en el cerebro del escorpión.

 

 

 

–¿Cómo vives la pandemia en Ecuador?

Pues han sido meses difíciles. De no ver a nadie. Encerrado como si estuviera en un cohete dirigido a la luna. Han sido meses muy golpeadores en todo aspecto para los ecuatorianos, desde lo emocional, la perdida de familiares, de empleo y de pobreza extrema. Muchos muertos para este país. Estamos sobreviviendo.

 

 

–¿Qué poema tuyo o capítulo de novela te gustaría leer en una sala de clases hoy?

Los poemas que abarcan El libro de la enfermedad. Para no olvidarnos lo débiles y fugaces que somos. En narrativa, El hombre que amaba a los hospitales.

 

–¿Qué libros, arte, música le estás hincando el diente esta temporada?

Poeta chileno de Zambra y Vivir debajo de Gustavo Faverón Patriau. Poesía de varios autores como siempre. Música de todo tipo, siempre buscando canciones que me llamen la atención.

 

–¿Cómo resumirías tu arte poética?

Una búsqueda incesante del dolor, la enfermedad y de la muerte. Un viaje a la fragilidad del ser humano. Un regreso a la cura y al nacimiento.

 

–Cómo es tu proceso escritural?

Pienso en temas que me generan atención, miedo, dolor, rabia o algún tipo de emoción y desde ahí trato de crear desde la poesía o de la narrativa, puentes para cruzar. Para intentar entender lo que está del otro lado, lo que no se ve a lo lejos, pero que se percibe de cerca.

 

–¿Qué verso o frase llevas como un mantra dentro de ti en estos días aciagos?

Vale la pena haber nacido solo por oír pasar el viento de Fernando Pessoa

 

 

–¿Qué poetas y escritores nos recomiendas leer de Ecuador o del resto del mundo?

Muchos. En narrativa ecuatoriana te recomendaría Pablo Palacio, Carlos Béjar Portilla o Santiago Páez. En poesía ecuatoriana te recomendaría Hugo Mayo, David Ledesma o Ileana Espinel Cedeño. Del mundo, la lista sería muy larga. No termino nunca.

 

–¿Cómo ves este momento cultural en tu país con tu mirada de gestor cultural, editor, escritor?

Pues como una época de contrastes. De luces y sombras. Estamos más conectados que nunca (vía zoom o por facebook live) pero no nos vemos y menos nos tocamos. Toda crisis trae cosas buenas, estoy seguro que saldrá mucho material interesante de esta pandemia o de esta cuarentena en todo el mundo.

 

–¿Un libro que nunca has podido terminar de leer?

En busca del tiempo perdido de Proust.

 

 

 

–¿Qué viene a tu mente cuando piensas “poesía chilena” o “poesía ecuatoriana”?

Poesía chilena es energía, fuerza, talento y lecturas del mundo que comparto y admiro. Poesía ecuatoriana es veloz, silenciosa, incesante, variada, desconocida, pero hermosa.

 

 

–¿Cómo ha sido tu relación con la obra nerudiana?

Leí mucho a Neruda. Coleccionaba sus libros. Llegué a tener como 40 o 50 ejemplares. Me sigue gustando mucho Neruda y sus ideas del mundo.

 

–¿A qué le teme Augusto Rodríguez?

 

A la muerte prematura. A perder un sentido. A morir sin haber cumplido algunos de mis sueños.

 

 

 

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