Noviembre 21, 2024

EL SECRETO DE LA OTRA POESÍA CHINA

 

Por Sergio Muñoz Arriagada

 

 

Fue Armando Uribe, Embajador de Chile en China durante el gobierno de Salvador Allende, quien hablaba de dos poetas chinos, Lihn y Hahn, pertenecientes a alguna dinastía milenaria perdida en el ocaso de los tiempos.

El 1° de octubre de 1952, se creó el Instituto Chileno Chino de Cultura, en el Hotel Crillón de Santiago. La idea surgió de un grupo de artistas y políticos compuesto por Salvador Allende, Abelardo Mella, Pablo Neruda, José Venturelli, Juan Martínez Campo y Clodomiro Almeyda, con el fin de impulsar una alianza estratégica entre los dos países en materias económicas y culturales. A partir de entonces, varios intelectuales, artistas y escritores viajaron a China. Algunos de ellos plasmaron testimonios que forman parte de sus libros. Presentamos cuatro fragmentos de la obra de Pablo de Rokha, Efraín Barquero, Gonzalo Rojas y Rodrigo Lira, que aluden a la China gigante y milenaria:

 

En 1964, el gobierno de Mao Tse-tung invitó a China a Pablo de Rokha, quien permaneció seis meses en el país asiático. Allí, de Rokha escribió el libro “Himno dedicado a Pekín”, que fue luego traducido al chino por Zhao Jinping y publicado con ese título en China en 1965. El libro aparece con el título de “China Roja” en todos los listados de las obras de Pablo de Rokha. Sin embargo, nunca fue publicado con ese título. Alejandro Lavquén, Naín Nómez y Pedro Pablo Guerrero han ayudado a desentrañar el enigma de un libro fantasmagórico e inédito aún en Chile. Pedro Pablo Guerrero publicó el año 2014 en El Mercurio, dos de los ciento cincuenta poemas de un libro que sólo se ha publicado en otro idioma y con otro título:

 

ALEGRÍA PEKINESA

 

Emocionado entre esta gente buena

su risa llena la compararía

a los melocotones o a la avena,

o a las almendras o a la poesía.

 

Surge y rebota como un chorro de agua,

o un bosque de árboles en la pradera,

o las chispas sonoras de la fragua,

o un atado de espigas en la era.

 

Y uno recibe su don solidario

e infinito de luz, como se arroja

al mar amigo y abraza su acuario

como se abraza la bandera roja.

 

 

 

CASAS DE RESPETO PARA ABUELOS

 

Si Liu Cheng, Tsao Tsao, Hsi Kang, poetas de antaño,

por voluntad del emperador degenerado,

asesinados sin misericordia,

o Tu Fu, Po Chu-I, Wang Wei o Li Po, tornaran,

ellos que fueron carne de cárcel y cadenas,

con los ojos vacíos y ausentes, cómo vieran,

llorando, la morada hospitalaria.

 

Estos no son asilos; en los atardeceres

oscuros de la vida, cuando el viejo presiente

el llamado feroz de los sepulcros,

y la gran soledad rodea su destino,

aquí existe un hogar dichoso y colectivo;

y su rincón es cabeza de mundos.

 

Ser abuelo o abuela es un honor en China

y es un baldón en muchos países de la tierra;

el anciano es sagrado aquí; la gran consigna

es comprender, sin destruir, lo antiguo

superándolo; el pálido crepúsculo bucólico

de la vejez, que es un recuerdo y un naufragio

agarrándose, apenas, al corazón remoto,

sabe que el hombre no es su enemigo.

 

 

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Efraín Barquero, Premio Nacional de Literatura el 2008, que falleció hace pocos días, viajó también a China y escribió el libro “El viento de los reinos”, publicado en 1967 por Editorial Nascimento y reeditado hace poco por Ediciones Lastarria y Editorial Nascimento en su renacimiento editorial. En la dedicatoria del libro, Barquero agradece al chico Molina, quien realizó gestiones para que pudiera efectuar el viaje, y a algunos escritores que antes hablaron de China. Dice la dedicatoria: “A Eduardo Molina Ventura, por su espíritu poético. A mis antecesores en la ruta interior a la China primordial: Paul Claudel, Victor Segalen, Saint-John Perse, André Malraux y Marcel Granel”.

 

PUERTAS DE CHINA

 

Extranjero, detente en mis murallas
contengo tantos muertos que entera soy de cal y espinas
mi tempestad será de ceniza extinguidas hace siglos
te quemaré como al caballo de la estepa.

 

Sarmentosa soy como la más pura claridad
fiera como un terrible leprosario
no verás mi desnudez que el viento cuida
conmigo dormirás sin conocerme
en mis rodillas dormirás el sueño devastado del invierno
oirás sólo el tifón
el puñado de los huesos enemigos que en mí no encuentran el reposo.

 

Para ti seré ausencia de raíces
un río turbio, un fruto descarnado
en mi manto hay un tambor que batiré por ti mientras existas
hueso contra hueso morderás el arroz podrido del esclavo.

 

Olvidarán los hijos y los padres
todo aquel que en mi pecho exprimido se formó
en ti seré siempre este fragor del tifón en las estepas milenarias
la sequedad, el frío de mis uñas
el coro de mi hambriento en tus oídos.

 

En el hombre encontrarás refugio
en el templo hallarás el aire que te niego
junto a Buda la obscuridad de mi memoria
de mí saldrás como has venido
no verás sino mi anchura inabarcable
no tendrás otra cosa que el silencio.

 

 

 

EL SUEÑO DE HUANG-TI

 

Entre todos los sueños
el sueño de Huang-ti
con su caballo negro.

Solo en su palacio secreto
gobernó sin mostrar su rostro a sus vasallos
sin quitarse la armadura
sin moverse delante de su espada.

 

Emperador guerrero no combatió con sus ejércitos
sino en su propio corazón lleno de sombras
aspiró a la majestad terrible de los sueños
por eso quiso conocer la suprema soledad de sus actos
en un lecho siempre distinto durmió
por calles nunca transitadas anduvo
por puertas desconocidas entró.

Con un caballo vivió los honores de su mesa y de su reino
con un caballo recorrió los aposentos sin turbar el silencio del otoño
con una esposa parecida a la sequía.

Quiso vivir en un determinado lugar
en una determinada hora
con la más completa ausencia de sí mismo
quiso vivir como el más reconcentrado, silencioso de los árboles
como un suceso puro con sus ríos y montañas
ser una y eternamente lo que la tierra ha olvidado.

 

 

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Gonzalo Rojas visitó China en 1959 y 1965. El 26 de abril de 1959 tuvo un curioso encuentro literario con Mao Tse-tung, que recuerda Hilda R. May en el libro La poesía de Gonzalo Rojas: “Le preguntó si él como escritor y lector, e hispanohablante, por cierto, entendía del todo a sus vecinos argentinos, uruguayos, peruanos, bolivianos, colombianos, centroamericanos, caribeños, mexicanos. El poeta asintió sin comentarios. Respuesta de   Mao Tse-tung: “¿Y por qué no se juntan?” Después, reflexionó sereno: “Pensar que su hermosa lengua, de tanta audiencia y vigencia hoy en el mundo, nació en esa meseta tan pequeñita de Castilla, y sin embargo cobró unidad y genio hasta llegar a ser lo que es. Nosotros disponemos de un idioma mayor, la lengua Han, y muchos, muchísimos dialectos, lo que constituye un problema desde el punto de vista de la comunicación y de la unidad literaria”. No “hablan” de política, ni del “gran salto adelante” que se prepara a dar China para marcar su distanciamiento de la Unión Soviética y que se saldaría por una feroz hambruna agravada por una sucesión de catástrofes naturales. En esa noche silenciosa y calurosa, intercambian puntos de vista sobre la poesía: “Me preguntó [Mao] algo sobre el verso libre y el verso medido. Estaba muy interesado en métrica. Me dijo que él escribía en verso medido”, recordaría Gonzalo Rojas”.

En 1971, Gonzalo Rojas asumió como agregado cultural en la Embajada de Chile en China. Producto de estos viajes, escribió varios poemas relacionados con China.

 

 

ENCUENTRO CON ELÁNFORA

 

A Hilda, que la vio conmigo en Nanking

 

Esta línea empieza con la filmación de esa navaja
de siete filos que bailaba como una diosa
de mármol en un mercado de la última
de las Babilonias; la recogí
entre los desperdicios del sueño, la arrullé
como a una paloma del Tigris, estaba sucia
y la lavé con mis besos.

Perdí a la sinuosa por mucho tiempo, nací de nuevo varias
veces
en ese plazo, la busqué donde pude
más allá de todas las puertas, desde la Roma
del Imperio hasta el cielo convulso
de New York; volví entonces al Asia
por el Yang-Tzé, tan despierto
como para verla ahora, verla de veras:
¿dónde
sino en ese suntuoso Nanking
de un hotel perdido, liviana en la pureza
de su lascivia, profunda
en el frescor de su aceite de bronce,
dinástica en la proporción aérea
de la luz de Han, dónde sino ahí
podía estar,
ahí,
a mis ojos,
la velocísima
en su inmovilidad, la etrusca riente
invasora en su fragancia natural,
cegadora,
ciega
en su equilibrio, bajo el disfraz
secreto
del ánfora?

Anagnórisis no es aleluya sino infinita
pérdida del hallazgo: adiós,
desperdicio: adiós,
encanto encantante.
Cámara
para clausurar la escena.

 

 

 

UN BÁRBARO EN EL ASIA

 

Aquí en el centro del mundo, pero la Tierra no es el centro del mundo,

uno se inflama o se seca; la Tierra misma es páramo: de ella vinimos;

nos parecemos a su piel, sonamos verdes o blandos según las estaciones,

todo transcurre en su mudanza, cumplimos años tan ligeramente, nos

quemamos y ardemos, pedimos plazo y más plazo; viene el Tiempo, ¿quién,

quien hilará después el hilo que hilaremos?

 

La poesía se adelanta y sus agujas marcan el vuelo de las aves.

 

Tien An Men, Pekín, 1971.

 

 

 

En el poema “Desocupado lector”, Gonzalo Rojas presenta la cama china con dos espejos que compró en Beijing. Una cama milenaria que lo acompañará en los exilios y que traerá luego a Chillán de Chile:

 

“…el carrusel
pintarrajeado que fluye y fluye como otro río de polvo y otras
máscaras
que vi en Pekín colgando en la vieja calle de Cha Ta-lá
cuya identidad de 2.500 años de drogas y ataúdes rientes
no se discute, es
herida; la cama en fin
que allí compré, con dos espejos para navegar, es herida…”

 

 

 

En el poema “Pareja acostada en esa cama china largamente remota”, vuelve a referirse a su cama china:

 

“Hablando de dioptrías, Mafalda era la ciega
y yo el ciego, compartíamos
la misma música arterial,
y cerebral, llorábamos de risa
ante el espectáculo de los dos espejos, el dolor
nos hace cínicos, este mundo
-decíamos-, no es yámbico sino oceánico, por comparar
farsa y frenesí: gozosa entonces mi desnuda me
empujaba riente como jugando al límite
del barranco casi fuera de la cama
alta de Pekín, como apostando
a la peripecia de perder de
dinastía en dinastía, cada vez
más y más al borde del camastro
de palo milenario y por lo visto nupcial, cada vez
más lejos del paraíso de su costado
de hembra larga de tobillo a pelo entre exceso
y exceso de hermosura y todo ¡claro!, por amor
y más amor, tigresa ella
en su fijeza de mirarme lúcida, fulgor
contra fulgor…”

 

 

 

CAMA CON ESPEJOS

 

Ese mandarín hizo de todo en esta cama con espejos, con dos espejos:
hizo el amor, tuvo la arrogancia
de creerse inmortal, y tendido aquí miró su rostro por los pies,
y el espejo de abajo le devolvió el rostro de lo visible;
así desarrolló una tesis entre dos luces: el de arriba
contra el de abajo, y acostado casi en el aire
llegó a la construcción de su gran vuelo de madera.
La estridencia de los días y el polvo seco del funcionario
no pudieron nada contra el encanto portentoso:
ideogramas carnales, mariposas de alambre distinto, fueron muchas y muchas
las hijas del cielo consumidas entre las llamas
de aquestos dos espejos lascivos y sonámbulos
dispuestos en lo íntimo de dos metros, cerrados el uno contra el otro:
el uno para que el otro le diga al otro que el Uno es el Principio.
Ni el yinn ni el yang, ni la alternancia del esperma y de la respiración
lo sacaron de esta liturgia, las escenas eran veloces
en la inmovilidad del paroxismo: negro el navío navegaba
lúcidamente en sus aceites y el velamen de sus barnices,
y una corriente de aire de ángeles iba de lo Alto a lo Hondo
sin reparar en que lo Hondo era lo Alto para el seso
del mandarín. Ni el yinn ni el yang, y esto se pierde en el Origen.

 

 

 

Rodrigo Lira no visitó China, pero incluyó en su libro inédito “Proyecto de obras completas”, publicado en 1983, algunos epigramas escritos en la imitación sonora con que los hablantes chinos suelen pronunciar la lengua española:

 

EPIGLAMAH OLIENGTALEH

 

Tlawa hito leido fuela de ploglama por lodligo lila, alugno de wa chiyelato en ling wuística, sede oliengte, en el salóng de alktoh de la ehcuela de ingenelía el vielneh shiete del shiele del shetenta y ocho en un alcto olganishado pol la lama litelalia de la acu

epiglama plimelo
“El dinelo: ¿Eh la lecong pencha de la viltú?” o “La
pelchevelanchia: ¿tlae we na foltuna” (como dishe el
I ching a cada lato)?

El ploblema
de la ploblecha
paleshe no tenel aleglo;
pelo, kaleshieng do de molal…
no ha de faltal
lo matelial

el otlo epiglama:
She pohtula que la acu puntula cula la engfelmedá,
la lokula, la neuloshi, la sholedá, el shuflimiengto
y el dolol -ke a ehta al tula del paltido leshultan
leshelah in chopol table, polke ni fu man do mali wana
podlía lo uni vel shi talio de I kielda ek pelimental
tlan ki li da i felishidá -de manela que tenel
que integlalshe lá pida mente a un tayel de cual quiel
lama del alte o del queachel al tihtico cultulal, o
folmal uno kong loh komg pañeloh de culso o de luta.

flache de pohtle:
La patlia etal plimelo

otlo epiglama ke chin plovi shó en el calol decheng kuentlo, shulgido a plopóshito de que afilmaba que la ela taba paliengdo un kolachong y kia que acudil collengdo (lo tlang clibimoh de pueh de colegil, tijeleal y aglegal):

1) La ela / pue de / ehtal paliengdo
un kolachong; pelo tang bieng
podel shalil un latong dentle loh sheloh
2) Y tú ¿sabel kochinal loh latoneh
pa que le sulte sablocho?
3) ¿O kolel y chiyal y shubilte a una shiya?
4) ¿O pleguntal en la peletelía
pol el pleshio del laceming y lah tlampah?

otloh al tefaktoh velbalen que no sa lielong en eche eng cuentlo
                                  “achelca de la poeshía”

– La shelka de la poeshía ela we na, polque la poble poeshía etal tang
sel kada que no podel la cachal casi nada
– Shapato ke aplieta genelal wanete
– No kwal kiela echung pelo de coyal
– El que nadal contra la coliengte
tenel que elegil entle
achel lel kite a
o ehtle yalse contla
loh camaloneh que sheke dalong dolmidoh
– Valol milital y valol de kang bio:
Choldado ke alanca y
moneda ke chia ola
chilven pala otla opoltunidá:
– A dioh le sang do y cong el maltiyo clavangdo:
Pol mah que la feh pueda movel mongtagnah
la ola chione no aleglan lah gotelah

 

 

 

 

 

 

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