Julio 8, 2024

“Creo más en la poesía bendita que en la maldita, el poeta tiene que estar ahí, despierto, haciéndose útil como pueda” Entrevista a Alejandra del Río Lohan

 

Por Ernesto González Barnert

 

Uno de los buenos libros de poesía aparecidos durante el año pasado que sintetiza el acontecer nacional, el estado de la educación, el estallido social, los amarres emocionales y políticos del hoy con lo acontecido en la Dictadura, y tanto más, de manera clarita, poética y ágil, es Capuchita negra [Editorial Aparte] de la poeta Alejandra del Río, uno de las grandes voces femeninas actuales, con libros que atesoramos, donde se la juega siempre, innova, alivia, nos enseña a vencer el miedo que nos habita, acompaña. Y no pierde esa confluencia lírica y religiosa, grecolatina y metapoética con que ommivora escribe y se describe, a secas, con marca registrada.

 

¿Cómo fue la experiencia de ser parte del último festival de poesía internacional A cielo abierto, en La Sebastiana de la Fundación Pablo Neruda?

Aunque ha pasado una eternidad desde esa actividad, recuerdo que fue una linda experiencia estar por segunda vez en ese encuentro. Valoro mucho la oportunidad que tuvimos de conversar con Margarita de poesía feminista y fue interesante la interacción con el público con el cual reflexionamos sobre la clásica pregunta de por qué poesía feminista y no poesía a secas, sin apellido. Yo me hacía la misma pregunta en los 90 y pensaba orgullosamente que quería que me leyeran por ser poeta y no por ser mujer. La experiencia me ha vuelto escéptica de la capacidad de los hombres de leer a las mujeres y a las mujeres de leer a los hombres desde una perspectiva feminista. Creo que se han hecho avances desde los 90 hasta ahora en el mundo literario, igual huele mal a veces.

Me gustó que me dejaras presentar tu libro con los poemas de amor y deseo y yo pudiera hacer mi lectura crítica de tu libro sin que te ofendieras. A veces leer significa develar el gesto detrás del texto y eso puede ser doloroso cuando alguien te lo refleja. Me pasó una vez con una crítica que leí de Escrito en Braille, que me chocó tanto pero tanto la interpretación que me ofendí, después reflexionando se me pasó, pero de primera me sentí dolida por ser “malinterpretada”.

¿Qué poema o verso llevas como un tatuaje en tu lengua?

“¿Y esa luz? Es tu sombra.” De Dulce María Loynaz

¿Qué poema tuyo te gustaría leer en una sala de clases?

Si fuera de básica la clase les leería algún cuentiverso de Vuelta al mundo en 80 rimas, quizás El poema de Knut que trata de un cachorro de oso polar que vive en un zoológico en Berlin. En media les leería Yo Cactus, lo escribí a esa edad. A los universitarios les leería Dios es el Yotro

¿Cuál crees tú es el aporte de la literatura o de la poesía en estos días como estudiosa de la enseñanza de la poesía, formada en Alemania?

Recién estaba leyendo una prosa de Díaz-Casanueva donde cita a Victor Hugo: “El poeta en estos días impíos/ debe preparar días mejores / Él es el hombre de las utopías / Los pies aquí, los ojos en lo alto”. Especialmente el último verso describe lo que para mí es el aporte de la poesía en estos días. Ser aterrizado, siendo parte del mundo, aportando desde su labor, en mi caso como educadora de la escritura, como terapeuta. Creo más en la poesía bendita que en la maldita, el poeta tiene que estar ahí, despierto, haciéndose útil como pueda. Pero los ojos vueltos a lo alto, a la esperanza, a los mundos posibles, a la expresión auténtica y los “valores poéticos” como diría Tellier. Porque lo que el poeta no imagina, no existe, no me acuerdo de quién es ese verso pero tiene razón. Yo tengo una utopía que es la educación poética, con eso mantengo a raya la melancolía y obtengo inmensas satisfacciones cuando escucho a les profes decir que les funciona en aula lo que les enseño. Es un aporte que hago como poeta al mundo, a estos tiempos que los estamos haciendo todes en todo momento.

Qué medida concreta crees ayudaría mucho a las familias chilenas?

Que en todos los hogares haya cuadernos o diarios de vida y lápices para toda la familia y que los tiempos para escribir sean respetados, que cada uno, sea niño o adulto, pueda tener un momento a diario consigo mismo y la escritura. No sabes cómo se mejoraría poco a poco el país. La educación de los chilenos y la salud mental por lo menos.

¿Un libro o álbum u obra que te haya marcado este 2019?

Me pasé todo el 2109 estudiando a Rudolf Steiner y al maestro Goethe, el Fausto, porque empecé a hacer clases en un colegio waldorf y tenía que ponerme al día con esas lecturas.

¿Cuál es el peor error que puede cometer un poeta?

Pensar que si se suicida leerán su obra.

¿Qué significa para ti “capuchita”?

Esto empezó hace unos años cuando me interesé por recuperar pedazos de mi pasado que estaban en las sombras y dolían. No quería abordar la memoria histórica que cruzaba mi biografía con las palabras de siempre, manoseadas por los discursos, quería un lenguaje nuevo para decir eso que aparecía a retazos obsesivos. Cómo expresar en el lenguaje la sensación de la clandestinidad, de vivir con miedo, perseguida por la represión pero viviendo, siendo familia, siendo niña, siendo adolescente, militante, poeta a escondidas, cómo contar la historia en verso. Y ahí fue cuando leyendo la Capuchita Roja de Gabriela Mistral me inspiré y encontré que la metáfora de la capuchita, que luego se vuelve capucha, estaba ideal para expresar la resistencia y la clandestinidad, las dobles vidas, el peligro de la identidad. Era un lenguaje codificado, me permitiría hablar de la referencialidad pero desde el cuento de caperucita roja, el que es mundialmente conocido e interpretado, con lo que logro mantener cierto anonimato. Mi libro no es un testimonio, es más una reinterpretación polifónica del cuento, en donde voy deslizando retazos de mi verdad y de mi generación. Bueno, debo reconocer que me gusta hacer reinterpretaciones de clásicos, es como un lujo que me doy. En Dramatis Personae conté el mito de Asterión desde la perspectiva de la madre, Pasífae.

Pero sabes que yo quise hacer algo con el libro y él hizo algo conmigo. Está el libro que yo escribí, el que pensaba que sería interesante para una cierto tipo de público de mi generación, pero el 18 de octubre lo cambió, ahí empezó a escribirse otro libro. El mío era de la derrota y el que escribió el 18 de octubre es un libro de esperanza. Y resulta que ahora varias chicas han leído el libro y se han sentido identificadas con Capuchita y eso es interesante, habla de que el tiempo pasado es presente puro y duro. Ya nunca más volveré a pensar que el pasado está allá y yo acá, también el futuro está acá, siempre en el presente. En este momento hay niñas exponiendo sus vidas por ser mujeres o por ser mapuche o por ser jóvenes y viven y se enamoran y les da la menstruación con la repre pisándole los talones. Y veo a estas mismas niñas hoy como las futuras abuelas choras que inspiran a las jóvenes.

También me gusta otra cosa del cuento y es que tiene la genealogía de mujeres, las tres caras de la diosa- niña, madre, abuela- que marca la genealogía de las familias militantes de izquierda, como ocurre con otras creencias, la lucha se pasa a las siguientes generaciones. Por eso la niña roja que escribe un cuaderno gesta a la abuela negra con su espada. Quizás la espada es la poesía y la abuela negra soy yo, ahora, escribiendo este libro, mi forma de ser la hija obediente en este árbol genealógico de lobos que volverá a aullar en los bosques [ Santiago, agosto 2020]

 

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