Noviembre 23, 2024

Todo de blanco

 

Manuel Rojas junto al Dr. San Martín, Pablo Neruda, Fernando Alegría y Gonzalo Rojas, San Vicente, Talcahuano, 1964 [Fuente: Memoria chilena]

 

 

 

 

Por Sergio Muñoz

 

Gonzalo Rojas nombró a Neruda seis veces en sus poemas publicados. Y dos veces más, en poemas que no fueron recogidos en libro.

Uno de estos últimos es el texto “PABLO, VOLVAMOS”, que apareció entre los textos conservados por la Fundación Pablo Neruda, con una nota sin fecha que decía: “Querido Pablo: Te escribí estos versos a toda prisa. Son mi saludo personal. Perdona la demora. Cariñosamente, Gonzalo Rojas”. El texto fue enviado desde Concepción y leído durante la celebración de los 50 años de Pablo Neruda en 1954. Fue publicado en Íntegra, la obra poética completa de Gonzalo Rojas, publicada por el Fondo de Cultura Económica el año 2012, bajo la edición de Fabienne Bradu. Dice el poema:

 

PABLO, VOLVAMOS

 

Pablo, volemos

de aquí.

Volvamos

 

(1904)

al año cuatro, a tus pulmones

recién nacidos, al minuto

que te cortaron de tu madre

sangrienta, a tu estrella.

Volvamos

 

(1914)

a tu niñez, al día oscuro

de Temuco, al relámpago

de tus diez años.

¿Oyes

en la lluvia ese tren, con el beso

de tu padre?

Hijo mío, volvamos

 

(1924)

a tus veinte años libres, a tu

velocísima estrella.

Subamos

al sol terrible, a la revelación

del amor en el mundo

y abajo,

abajo esa tristeza de morir

en la mujer y en el placer.

Volvamos

 

(1934)

a la tierra, a la multiplicidad

y a la unidad profunda de la tierra,

al vértigo del ser, a descubrir

que el hombre solo es nada, hasta que el hombre

 

(1944)

el hombre entra en los hombres como el sol,

y empiezas a ser, Pablo,

empiezas a ser pan, vida, volcán

de Chile, ese minero

que es el poeta, y te hundes y nos sacas del fondo

cada día más luz.

Pero volvamos

 

(1954)

a este día otra vez, a esta alegría

de vernos y callarnos,

tú en tu medio siglo y con tus siglos,

yo con mi corazón, con mi trabajo,

a este día de todos, a este día

de tu estrella.

Volvamos.

 

En las seis veces que Rojas nombró a Neruda en sus poemas, hay diferentes tonos. Incluso alguna fractura estética o política. Lo nombró de diferentes formas. A veces Neftalí, a veces Pablo. Quiero quedarme con tres poemas donde aparece un gesto fraterno de humildad y un profundo respeto por la palabra del otro.

La primera aparición de Neruda en un poema de Rojas, es un poema fechado en 1981, publicado en el libro Del Relámpago. El poema habla de la muerte de Neruda, y viene acompañado de una nota:

 

LLAMADO NEFTALÍ

 

Se nos fue el único que hablaba con el Hado por nosotros, se

nos cayó del encanto

el encantador, admírese ahora

el Mundo de sus zapatos azules, hágase lenguas

de su tinta.

Tarros de agua

enfríen fama y fortuna, frescor

para el cemento.

 

                                                                      Descubrimiento del responso: es

                                                                      que uno no sabe. Piensa uno que

                                                                      Neruda, más allá de su genio y

su dominio, ha sido nuestro res-

piro como Gabriela o Huidobro,

o el otro el otro Pablo. Y no

porque este aire suyo no se nos

diera alguna vez en natural di-

sidencia. Pero aprendimos a ver,

a oler, a oír el mundo con su

palabra; transidos de ella, arre-

batados por ella. No cuenta el

nicho para su resurrección.

 

El segundo, es el poema ROUND-TRIP, fechado en 1986, que comienza con un misterioso y enigmático recorrido por la casa de Isla Negra, donde Rojas alude al tiempo en que Neruda escribió Residencia en la tierra y reflexiona respecto de la importancia de una obra abultada como la de Neruda, o exigua como la suya. Quizás recordando aquella anécdota, en que un abogado intentó generar una polémica diciéndole a Rojas, que Neruda había dicho que era un gran poeta pero escribía poquitito. Y Rojas respondió: “Dile a Pablo que es un genio, pero escribe demasiadito”. Dice un fragmento del poema:

 

ROUND-TRIP

 

De lo que menos se habla en esta casa es de esta casa,

del océano de esta casa,

de las circunvoluciones aéreas que van

de vidrio a vidrio sin considerar las

máscaras de las paredes, no bien

se han dormido todos y yo soy el único

que anda por ahí si es que ando,

si es que hay casa todavía.

 

De lo que no se puede hablar más vale callarse, ¿quién

va a pasar por esta puerta?, ¿Pablo

cuando era flaco?, ¿quién otro

que él cuando era flaco como está en la foto escribiendo

Residencia? Lo exiguo

en diamante pesará siempre más que una biblioteca, dos

o tres caracteres nítidos, un Rulfo

más que toda la publicidad vergonzosa…

 

Luego, en un poema titulado NO HAYA CORRUPCIÓN, Gonzalo Rojas nombra a cinco escritores. Parte nombrando a Neruda por su nombre de pila, y al resto los nombrará con sus apellidos. Dice un fragmento del poema:

 

NO HAYA CORRUPCIÓN

 

Obstinado de mí no habré podido avanzar un metro lerdo de burro

de Atacama a Arizona, malparado

y equivocado bajo las estrellas, sin otro pasto

que los peñascos de las cuestas, ni más aire

que el de mis costillas, ni más orejas

que lo que fueron mis orejas, equivocado,

lo que se dice equivocado.

 

No di con el hallazgo, se juntó todo,

el viernes llovió, de modo que el reparto de las aguas

subió de madre, a Pablo

le tocó casi toda la costa, excluyendo el sector alto de las nieves

que eso es entero de Vallejo

hasta los confines, Huidobro

muy justo exigió el deslinde sur del encantamiento

más los pájaros, muerto Borges

cambió su virreinato del Este por una sola hilera de libros,

del que no se supo más nada

fue de Rulfo…

 

La foto fue tomada en 1962 en Concepción. En ella aparecen, de izquierda a derecha: Manuel Rojas, Hernán San Martín, Pablo Neruda, Fernando Alegría y Gonzalo Rojas.

Durante enero de ese año se desarrolló en la Universidad de Concepción la séptima Escuela Internacional de Verano. Dentro de ella, el primer ciclo de actividades se denominó “Imagen de América Latina”. En ese marco, el viernes 19 de enero de 1962, Pablo Neruda ofrecía un recital de poesía en el Foro Abierto de la Universidad de Concepción ante cuatro mil personas. Gonzalo Rojas lo presenta diciendo: “Presentar a Pablo Neruda es como presentar a América”. Luego del recital, Neruda dirá: “Es que este Gonzalo me tiene la cabeza como papa y ya no saco el resuello de tanto remar con las ideas, a favor y en contra, como un galeote al sol”.

La relación, sin embargo, era antigua. Dice Rojas: “Me acuerdo que en 1933, cuando salió la primera Residencia, un profesor se empezó a reír del libro y yo -pálido, pequeño- me levanté y le dije que él era el equivocado. Esta poesía hermética y críptica pega en la sensibilidad intensamente. El Neruda oscuro era entonces para nosotros clarísimo y nos estaba diciendo algo en profundidad. Era algo terrenal y mágico (…) Crecimos con Neruda, nos enamoramos con Neruda, nos embriagamos y nos desollamos con él, fuimos con él hartazgo y desenfreno, y ahondando en los sentidos volamos hasta el absoluto (…) Ni con Neruda detractor de su propia palabra, ni con los detractores de Neruda. La poesía es, y muera el sectarismo”.

Gonzalo Rojas escribió también varios textos en prosa sobre Neruda. El primero, a los 17 años. Un ensayo sobre Residencia en la tierra: “Los treinta años de Pablo Neruda”, que fue publicado en la revista Letras de Concepción, en julio de 1936: “El mar y un velero. Va en los mástiles su despedida agitándose como un pañuelo de ternura. Rubén Darío proyectó en el azul del tiempo un reflejo personal. Neruda, surcando esta trágica melancolía, hace vibrar su voz entre el viento y el océano. Hoy va a través de la tierra espiritualizadamente humano. Desde Madrid enciende el faro de nuestro entusiasmo. Un día de estos volverá cuando nadie lo llame”.

Luego, “Odas Elementales de Pablo Neruda”, publicado en el diario El Sur de Concepción, en mayo de 1956: “Tan definitiva consagración sólo puede ser explicada por la originalidad de la cosmovisión nerudiana, originalidad que es, en su raíz como sabemos, una actitud interna, una vivencia”.

Luego, un texto conmovedor, escrito en Cuba pocos días después del Golpe Militar y del fallecimiento de Neruda: “Carta a Pablo Neruda sin principio ni fin desde La Habana, y urgentísimo”, publicado en la revista Casa de las Américas, en La Habana, en 1973: “Te escribo en la prisa de la guerra este papel tristísimo y sin lágrimas para decirte que anoche velamos tu presencia en la Biblioteca José Martí junto con la presencia del compañero Presidente, masacrado el martes once. Cubanos y chilenos hicimos “fuego, silencio y sonido” en torno tuyo y de Salvador y Chile; y habló Guillén, y habló Portuondo, y habló Marinello; y Marinello nos estremeció a todos cuando pidió silencio y más silencio por tu palabra creadora”.

Luego “Carta a Pablo Neruda desde Sabana Grande”, escrita en Venezuela y publicada por la revista Literatura chilena en el exilio, en enero de 1977, en California: “Pablo, ya ves, no es cosa de coraje, pero no pude. De poeta a poeta: no pude. Ya dije lo que dije cuando hubo que decirlo hace dos años encima del volcán. A la luz de la sangre es otra cosa, pero con tinta para qué. ¡Tinta de aniversario!

Y finalmente: “El joven Neruda”, conferencia dictada en la Residencia de Estudiantes de Madrid, el año 2004: “¿Cómo lo vi a mis 15, a mis 20, a mis 23 en esos plazos de mi propia formación? Por ahí va mi apuesta para descifrarlo. No hay dos, ni tres, ni veinticinco Nerudas, hay un solo sistema imaginario que se llama Neruda y nada más con sus mudanzas de visión y de lenguaje conforme al dicho de Vallejo: “No hay Dios ni hijo de Dios sin desarrollo”… “Y por último tantas y tantas cosas en el horizonte vivido y compartido en diversos parajes. En Lota, en Lebu, donde su cuñado don Lucho Urrutia armaba poderosos ataúdes; en Isla Negra, en el norte, en el sur, en Valparaíso, puerto en el que escribí La miseria del hombre y él mismo hizo lo suyo y antes, mucho antes, el gran Darío, ese genio, cambió la poesía en español en 1886 con su prodigioso Azul. Ese Darío único celebrado al alimón en Buenos Aires por Lorca y por Neruda el 34”.

“De Neruda se me dio la marca rítmica, que él a su vez aprendió de Baudelaire y de Whitman”. Dirá Rojas en una de sus últimas entrevistas.

Pero no sólo la obra o el ritmo lo impresiona. También el estremecimiento de conocer al poeta, de escuchar una voz real, tantas veces leída. Dice Gonzalo: “Fue en 1937, cuando Neruda volvió a Chile desde España y apareció en una concentración en el Parque Cousiño a leer unos poemas. Bueno, para nosotros era maravilloso ver que existía realmente Neruda, porque había estado fuera de Chile muchos años. Estaba vestido totalmente de blanco. Esa imagen se me quedó grabada: Neruda recitando, todo de blanco… Por supuesto yo no lo conocí ahí sino mucho después”.

 

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