Noviembre 7, 2024

“Las metodologías escolares desarrollan una especie de anti-fomento de la lectura”. Entrevista a Francisca Santibáñez Marambio

Por Ernesto González Barnert

 

 

Francisca (Santiago, 1985) además de poeta, es Profesora de Lenguaje y Licenciada en Educación. Diplomada en Gestión cultural y Literatura para niños/as y jóvenes. Actualmente cursa el Máster en Promoción de la Lectura y Literatura Infantil de la Universidad de Castilla La Mancha. Fue becaria de la Fundación Neruda en el año 2011 y recibió la beca de creación del Fondo Nacional del Libro y la Lectura en 2016. Fue directora del Colectivo Poético Cardumen. Trabaja en la Fundación Versolibre y en la coordinación de fomento lector de la Biblioteca de Santiago. Desde 2014, ha desarrollado talleres de escritura creativa para niños/as, jóvenes y adultos/as. La materia del sueño (Cerrojo, 2018) es su primer poemario.

Comparto las palabras de la poeta Lila Calderón en el prólogo del libro de Francisca, donde destaca “la capacidad prodigiosa de crear atmósferas y recuperar la mitología, materializando imágenes que estimulan la evocación.” Sí, este es un libro donde la poeta templa su lenguaje íntimo, emocional, cultural, las distintas tradiciones que la forman y deforman, desde la tradición grecolatina, en la búsqueda de un sentido mayor de la propia existencia, a la luz de los hechos y sobre todo de los sueños. Un volumen que avanza sin perder claridad, con gran despliegue narrativo poético, sobre las distintas capas que atienden nuestras realidades que nos hilan exteriormente e interiormente, bajo el acecho de la muerte, el imperio de la infancia. Un libro insomne, onírico, en estos días oscuros.

 

 

–¿Cómo vives estos días de pandemia, de estallido, en Chile?

 

Todo lo que ha pasado desde el 18 de octubre hasta ahora ha sido increíble, literalmente increíble. Yo soy de esas personas que rabea constantemente por las injusticias a las que nos enfrentamos día a día los/as chilenos/as. En ocasiones, vivir en Chile me parece horroroso. Creo que Chile despertó y estoy feliz y orgullosa de eso. Jamás pensé que sucedería algo como el estallido social, creía que el pueblo chileno era demasiado manso y, por suerte, me equivoqué.

A mí me costó mucho salir a la calle. No estaba pasando por un buen momento y, además, tenía mucho miedo particularmente por la cantidad de violaciones y desapariciones por parte de Carabineros que salieron en algunos medios. Cuando volvimos a trabajar a la biblioteca, con mis compañeros/as nos organizamos para enfrentar todo esto y fue un proceso muy enriquecedor. Gracias a ellos/as pude volver a salir a la calle. Tengo una esperanza enorme en el estallido y espero que cuando pase la crisis sanitaria salgamos de nuevo a la calle a marchar, a cacerolear o a hacer cualquier cosa que nos permita tomarnos nuestro propio espacio. Es indignante que tengamos que exigir lo que nos pertenece, pero es necesario.

Luego vino la pandemia y puso en evidencia la enorme precariedad con la que se vive en Chile, pero también surgieron iniciativas comunitarias y eso ha sido maravilloso. Todos/as sabemos que el gobierno trabaja para sí mismo y para las grandes empresas. Solo el pueblo puede entender y ayudar al pueblo. Esta crisis ha significado para mí un aprendizaje enorme y el ejercicio de replantearme muchas cosas. Estoy segura de que muchas personas se encuentran en este proceso: pensando en quién hemos sido hasta ahora y en quién queremos ser de ahora en adelante.

 

–¿Qué poema tuyo de tu libro “La materia del sueño” leerías en una sala de clases?

 

Escogí este poema porque está basado en una experiencia personal de cuando tenía dieciséis años y pienso que a una persona de esa edad podría hacerle sentido:

La gruta de la Virgen

El patio de las monjas es un jardín oculto laberinto. Tú estás ahí acariciando un durazno con los ojos sonrientes. La piel humana es tan similar a la piel de los duraznos. Tú lo sabes y te ríes y me hablas del fin de semana. Yo te leo un poema de Prevert que encontré en un libro viejo. Habla de este amor que da miedo a los demás y los hace palidecer.

Escondidas detrás de la gruta de la Virgen nos besamos con ternura.

 

–¿Qué libros, arte, música le estás hincando el diente esta temporada?

 

Te podría hablar de música toda mi vida, pero no lo haré, no te preocupes. Solo quería decir que soy una de esas personas a las que les volvió el alma al cuerpo cuando regresó la Radio Beethoven. Fue hermoso que eso sucediera y me dio mucha esperanza.

Además de eso, estoy conociendo harta música nueva, porque estoy aprendiendo danza tribal. Hace años bailé danza árabe y en realidad la danza tribal tiene un abanico mucho más amplio de repertorio. Mi profesora dice que bailemos todo lo que nos llame a bailar, entonces ahora he estado escuchándolo todo desde el cuerpo.

El último libro que terminé fue la novela Del color de la leche de Nell Leyshon. Cuenta la historia de una campesina inglesa del 1800 y sus reducidas posibilidades en la vida por ser pobre y por ser mujer. Es un libro durísimo, de esos que te pegan una cachetada y te ponen en tu lugar. Me llevó a reflexionar, a situarme, a pensar en el feminismo, en todo lo que lograron otras mujeres y en todo lo que nos queda por lograr.

–¿Cómo resumirías tu arte poética?

El poeta Manuel Vallejos, cuando presentó mi libro en la Furia, dijo que el último poema de La materia del sueño era un arte poética. Y sí, tiene toda la razón, escribí un arte poética sin querer. Ahí Safo de Lesbos le habla a la poesía y le dice “mi amor no es suficiente para ti”. Eso resume mi relación con la poesía. Para mí la poesía es un oficio que implica trabajo y dedicación. Vivo con la sensación de que mis esfuerzos no son suficientes y eso no me desanima, al contrario, me desafía a esforzarme todavía más.

Además, yo hago talleres de escritura creativa entonces intento transmitir la idea de que la escritura es un ejercicio y hay que ser constante en la práctica. El desafío es intentarlo de todas las maneras posibles. El arte, en general, es una disciplina que está llenísima de frustraciones, tenemos que lidiar con ellas y volver a intentarlo todo el tiempo.

 

–¿Qué verso o frase llevas como un mantra dentro de ti en estos días aciagos?

 

Lo único permanente es el cambio.

 

–¿Qué poetas fueron significativos en tu decisión de ser escritora, escribir poesía?

 

Es que yo nunca tomé la decisión de ser escritora. Aprendí a leer y escribir a los seis años y pude empezar a escribir mis poemas, porque antes solo los inventaba y se me olvidaban. Yo no existo sin la posibilidad de escribir, no hay ninguna versión posible de mí que no lo haga. Tampoco recuerdo ningún momento de mi vida en el que me haya planteado dejar de escribir, me parecería absurdo.

De mi infancia te puedo contar que tenía muchos libros en mi casa. Me encantaban los poemas de Saúl Schkolnik y de Marta Brunet. También tenía una edición muy bella de Ternura de Mistral. Mi familia se preocupó de que tuviera acceso a los libros cuando era niña y ese es un gesto que valoro muchísimo.

 

–¿Un libro que nunca has podido terminar de leer?

 

Hay varios libros que reviso como si fueran enciclopedias y nunca me he propuesto terminarlos, sino que más bien busco temas puntuales. Entre ellos está La interpretación de los sueños de Freud y La historia de la belleza de Umberto Eco.

 

–¿Qué viene a tu mente cuando piensas “poesía chilena”?

 

Pienso en la enorme tradición de la poesía chilena y entonces no me parece tan horroroso vivir en Chile. También pienso en el panorama actual en donde he visto de todo. He visto mucho ego, soberbia y competencia, pero igualmente he visto grupos amables y acogedores, eso me parece destacable. Es difícil ser artista y no ser un/a enfermo/a narcisista, tenemos que replantearnos muchas dinámicas como poetas y como seres humanos. Todos/as, yo también, porque no estoy hablando desde una posible altura ejemplar. Me gustaría que en la comunidad poética actual hubiera menos competencia y más colaboración, quizás la crisis social que estamos atravesando sea uno de los detonantes de ese cambio.

 

–¿Cómo ha sido tu relación con la obra nerudiana?

 

Neruda es un personaje muy polémico. Creo que ha sido mal leído por algunas feministas. El gesto de escribir carteles que dicen “Me gusta cuando callas porque estás como ausente” como protesta feminista me parece injusto. Creo que está sacado de contexto y que en la lectura no hay una conciencia de que estamos hablando de ficción, de una obra de arte y de una propuesta estética. El asunto es más complejo. Incluso creo que lo que aparece en Confieso que he vivido, a pesar de ser una autobiografía, sigue dentro de los parámetros de la ficción.

Neruda abandonó a una hija, eso es real y me parece profundamente machista. Abandonó a una hija tal como lo han hecho miles de hombres y lo siguen haciendo avalados por el patriarcado. Ese es el verdadero enemigo: el patriarcado. Las mujeres feministas también tenemos conductas patriarcales a veces y no nos damos cuenta, porque es parte fundamental de nuestra cultura y es muy difícil de erradicar.

Por otra parte, la separación entre el artista y la obra es un asunto que aún no termino de resolver. Me pasa cuando pienso en Michael Jackson o en Woody Allen. Lo cierto es que Neruda es un tremendísimo poeta y eso es innegable. Residencia en la tierra es uno de los libros que han cambiado el rumbo de mi vida.

 

–¿Cuál es el peor error enseñando poesía? ¿Qué le dirías a un poeta que está recién iniciándose en el oficio de escribir? ¿Qué le diría a un poeta que está iniciándose?

 

Siempre pienso en la primera carta de Cartas a un joven poeta de Rainer María Rilke. Le diría que escriba sobre las cosas como si fuera la primera vez que las ve; que no hable de grandes temas, como el amor, porque son los más difíciles de abarcar y que es fundamental que lo que escriba surja desde la necesidad, como si fuera un girón de su propia vida. También le diría que la inspiración lo debe encontrar trabajando y que lea mucha poesía, que por cada página que escriba debe haber leído cuarenta.

Sobre los peores errores en talleres de poesía, está la lapidación pública por haber escrito un poema malo. Es un clásico, no me ha pasado solo a mí, sino que a mucha gente que conozco. Ahí es súper importante que el/a profesor/a medie muy bien la situación y evite las competencias descarnadas y sin sentido. También es importante que cada uno/a de los/as participantes entienda que el poema fue impulsado por sus emociones o sentimientos, pero ahora es un texto completamente independiente y, por lo tanto, cuando decimos que un poema es horrible no estamos diciendo que el/la autor/a es horrible. Una vez más aparece el conflicto entre el/a autor/a y la obra que muchas veces es complicado de resolver.

 

–¿Cómo fomentarías –si tuvieras el sartén por el mango– a nivel nacional la lectura de poesía en el país?

 

Trabajé varios años como profesora de Lengua Castellana y te puedo decir, con conocimiento de causa, que las metodologías escolares desarrollan una especie de “anti-fomento de la lectura”. Tratar de cambiar este escenario es una tarea titánica. Hay que empezar idealmente por los colegios, porque sabemos que en los primeros años de vida se adquieren los hábitos más importantes y los/as niños/as y jóvenes están la mayor cantidad del tiempo en el colegio.

Hay que poner la asignatura de Fomento de la lectura y literatura infantil y juvenil en las mallas curriculares de las carreras de Pedagogía en Lengua Castellana. Todavía no encuentro una malla que la tenga y eso es fatal.

Hay que cambiar el concepto de Biblioteca escolar. Se ha avanzado mucho, pero todavía quedan colegios en donde la biblioteca está cerrada con llave, el encargado solo saca fotocopias o sirve de lugar de castigo para los/as estudiantes que se portan mal. Eso no puede seguir pasando.

Hay que fortalecer las bibliotecas municipales ¡Hay comunas que ni siquiera tienen una!

Sobre la poesía en particular, te cuento que yo me capacité en Educación poética temprana con Alejandra del Río, quien también fue mi guía de Escritura terapéutica. Ella tiene una propuesta maravillosa que yo he desarrollado por seis años y que tiene varios principios, entre ellos, considerar todas las manifestaciones del lenguaje y no solo las que nos parezcan “cultas” para acercarnos de otra forma a los/as niños/as y jóvenes. Esta propuesta no solo abarca el tema de la poesía, sino que es una propuesta pedagógica completa y una de sus bases es buscar la colaboración y no la competencia. Es súper difícil de lograr, pero te prometo que no es imposible. Yo capacitaría a la cantidad de personas suficiente como para que hubiera Educación poética temprana en todos los colegios del país.

Hace un año y medio con los/as poetas Nelson Zúñiga y Marta Sojo conformamos la Fundación Versolibre y una de nuestras líneas de acción es intervenir en colegios con talleres de escritura creativa y clubes de lectura. Ya hemos hecho algunas intervenciones. Los talleres me entretienen y me apasionan muchísimo, así que estoy muy contenta con este camino que hemos tomado y me gustaría poder vivir estas experiencias el resto de mi vida si fuera posible.

 

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