Noviembre 7, 2024

Canto general, Pablo Neruda y el Che Guevara

Este año se celebran 70 años de Canto general, una de las obras maestras de Pablo Neruda y última lectura del Che Guevara.

Por Jessica Sequeira 

 

 

  • El Che Guevara fue un incansable lector que también escribió un libro con su vida. Ricardo Piglia, en su ensayo “Ernesto Guevara, Rastros de Lectura”, dice: “Hay una escena que funciona casi como una alegoría: antes de ser asesinado, Guevara pasa la noche previa en la escuelita de La Higuera. La única que tiene con él una actitud caritativa es la maestra del lugar, Julia Cortés, que le lleva un plato del guiso que está cocinando su madre. Cuando entra, está el Che tirado, herido, en el piso del aula. Entonces —y esto es lo último que dice Guevara, sus últimas palabras—, Guevara le señala a la maestra una frase que está escrita en la pizarra y le dice que está mal escrita, que tiene un error. Él, con su énfasis en la perfección, le dice: ‘Le falta el acento.’ Hace esta pequeña recomendación a la maestra. La pedagogía siempre, hasta el último momento. La frase (escrita en la pizarra de la escuelita de La Higuera) es ‘Yo sé leer’.”

 

 

  • La cita de Piglia viene de su libro, El último lector. Guevara era el último lector porque era un hombre práctico, un hombre de acción en estado puro. La lectura enriqueció las acciones de su vida, la vida dio material para sus libros. Realidad y ficción formaron parte del mismo conjunto. ¿Porqué último? Porqué en la vida de Guevara vemos precisamente el momento en que la literatura absorbe el mundo, y la vida misma se convierte en mito, para otra lectura. Un fósforo quema y está quemado, y ahora tenemos el cuento del fósforo. Hay algo circular. La última lectura de un famoso, igual a las frases en el lecho de muerte, cierre un proceso, abre otro. Libros inspiran una vida, una vida inspira otra literatura. “¡Luz, más luz!” dijo Goethe al final de su vida. Existe una hermosa foto del Che leyendo un libro de Goethe.

 

  • Neruda escribe en sus memorias, Confieso que he vivido: “Por Régis Debray supe que en las montañas de Bolivia guardó hasta el último momento en su mochila sólo dos libros: un texto de aritmética y mi Canto general. Algo me dijo el Che aquella noche que me desorientó bastante pero que tal vez explica en parte su destino. Su mirada iba de mis ojos a la ventana oscura del recinto bancario. Hablábamos de una posible invasión norteamericana a Cuba. Yo había visto por las calles de La Habana sacos de arena diseminados en puntos estratégicos. El dijo súbitamente:  — La guerra… La guerra… Siempre estamos contra la guerra pero cuando la hemos hecho no podemos vivir sin la guerra. En todo instante queremos volver a ella. Reflexionaba en voz alta y para mí. Yo lo escuché con sincero estupor. Para mí la guerra es una amenaza y no un destino. Nos despedimos y nunca más lo volví a ver. Luego acontecieron su combate en la selva boliviana y su trágica muerte. Pero yo sigo viendo en el Che Guevara aquel hombre meditativo que en sus batallas heroicas destinó siempre, junto a sus armas, un sitio para la poesía.”

 

  • En La historia de Che Guevara, Lucia Alvarez de Toledo agrega matices a esa historia de Neruda de sólo dos libros en la mochile del Che. Junto con “una gran cantidad de libros”, “el Che llevaba un cuaderno verde con él en su mochila, que contenía una colección de poemas que había copiado. Tenía letras árabes en su portada, por lo que el Che pudo haberlo tenido consigo desde su tiempo en Dar es Salaam y se lo llevó a Praga, luego a Bolivia. Aunque el cuaderno no incluye los nombres de los escritores cuyo trabajo ha sido copiado, la mayoría de los poemas son inmediatamente reconocibles, ya que sus autores eran cuatro poetas contemporáneos conocidos en español: Pablo Neruda de Chile, León Felipe de España, Nicolás Guillén de Cuba y César Vallejo de Perú.” El texto de Canto general de Neruda era, entonces, no un libro sino líneas copiadas a mano por Che, que acompañaba otras líneas copiadas a mano y volúmenes impresos.

 

  • Peter McLaren, en Che Guevara, Paulo Freire y la pedagogía de la revolución, aporta más datos sobre los últimos objetos del Che: “Los ejecutores y los guardias se apostaron alrededor de la escuela, no sin antes haberse repartido entre ellos el dinero y los objetos personales que le quitaron al Che en el momento de su captura: dos boinas (incluyendo la que tenía un agujero de bala), una pluma fuente Parker, un cinturón, una pistola alemana calibre 45, una daga Solingen de acero inoxidable, dos pipas (una de las cuales al Che había usado en sus últimas horas para fumarse el tabaco de dos cigarrillos Astoria que le ofreció después de su captura el capitán Gary Prado Salmón), un cuaderno en el que figuraban el Canto general de Pablo Neruda, y Aconcagua y Piedra de Hornos de Nicolás Guillén, copiados por la mano del Che; un altímetro y una pitillera. El Che le entregó al capitán Gary Prado Salmón dos relojes Rolex Oyster Perpetuals idénticos, ambos de acero inoxidable (de los cuales uno de ellos había pertenecido al camarada caído del Che, Carlos Coella—Tuma—, quien antes de morir le pidió al Che que se lo entregara a su hijo), para que los guardara. Al deteriorado rifle Garand del Che lo conservó para sí el coronel Zenteno Anaya en calidad de ‘trofeo’ personal.”

 

  • El Che escribe en su diario: “Cuando el tiempo haya tamizado un poco los andares políticos y al mismo tiempo —ineluctablemente— haya dado al pueblo su triunfo definitivo, surgirá este libro de Neruda como el más vasto poema sinfónico de América. Es poesía que muestra un hito y quizás una cumbre. Todo en ella, hasta los pocos (e inferiores) versos personales del final, respiran trascendencia. El poeta cristaliza esa media vuelta que dio, cuando abandonara su diálogo consigo mismo y descendiera (o subiera) a dialogar con nosotros, los simples mortales, los integrantes del pueblo.”

 

  • El poeta y el revolucionario (los dos poetas? los dos revolucionarios?) se conocieron en persona a mediados de noviembre de 1960, cuando Neruda se embarcó a La Habana. Según Neruda: “Cerca de la una de la noche llegué a verlo, invitado por él a su oficina del Ministerio de Hacienda o de Economía, no recuerdo exactamente. Aunque me había citado para la media noche, yo llegué con retardo. Había asistido a un acto oficial interminable y me sentaron en el presidium. El Che llevaba botas, uniforme de campaña y pistolas a la cintura. Su indumentaria desentonaba con el ambiente bancario de la oficina. El Che era moreno, pausado en el hablar, con indudable acento argentino. Era un hombre para conversar con él despacio, en la pampa, entre mate y mate. Sus frases eran cortas y remataban en una sonrisa, como si dejara en el aire el comentario. Me halagó lo que me dijo de mi libro Canto general. Acostumbraba leerlo por la noche a sus guerrilleros, en la Sierra Maestra. Ahora, ya pasados los años, me estremezco al pensar que mis versos también le acompañaron en su muerte.”

 

  • El biógrafo norteamericano Mark Eisner da su versión del momento cuando Neruda conoció Che Guevara: “Cuando Neruda abrió la puerta, Guevara no movió uno solo de sus pies, que descansaban sobre el escritorio, enfundados en sus gruesas botas. Neruda estaba acostumbrado a que lo tratasen con deferencia. ‘No eran horas, y no eran, tampoco, maneras!’ se quejó a un amigo. Hacia el final de la reunión, Neruda le mencionó a Guevara que había visto sacos de arena en zonas estratégicas por toda La Habana. Cuando hablaron de las posibilidades de que Estados Unidos invadiera Cuba, los ojos de Guevara se movieron lentamente desde los de Neruda hasta la oscura ventana de la oficina. De repente, Guevara pronunció: ‘Guerra… guerra… siempre estamos en contra de ella, pero cuando hacemos la guerra no podemos vivir sin ella. Siempre queremos regresar a ella.’ Neruda pensó que Guevara lo dijo pensando en voz alta para sí, pero estaba desarmado y sorprendido. Guevara veía la guerra como un objetivo, no como una amenaza, sintió Neruda y, de hecho, el joven revolucionario pronto abandonaría Cuba para apoyar la revolución armada en otros países. Mientras tanto, para Neruda, la acción no violenta, ya fuese a través de la poesía o de la política, era el camino para el cambio.”

 

  • Diferencias en su variedad de comunismo, diferencias en su actitud hacia la violencia, diferencias en su personalidades. Sin embargo, existió respeto mutuo. Y sin duda Canto general era muy importante para el Che, con su hermosa visión de una América unida y conectada a la naturaleza, parte de una épica historia de humanos, animales, plantas y astros comprometidos juntos en una resistencia heroica y idealista.

 

  • En Confieso que he vivido, Neruda también dice: “Me conmueve que en el diario del Che Guevara sea yo el único poeta citado por el gran jefe guerrillero. Recuerdo que el Che me contó una vez, delante del sargento Retamar, cómo leyó muchas veces mi Canto general a los primeros, humildes y gloriosos barbudos de Sierra Maestra. En su diario transcribe, con relieve de corazonada, un verso de mi ‘Canto a Bolívar’: ‘su pequeño cadáver de capitán valiente…’.”

 

 

  • A pesar de la importancia simbólica del Canto general para Che, el profesor de Oxford Dominic Moran escribe en su biografía de Neruda: “‘Farewell’ [de su primer obra Crepusculario] fue el poema favorito del Che Guevara de Neruda. Al parecer, su secretaria redactó una copia manuscrita que se llevó con él a su catastrófica campaña africana de 1965.”

 

  • En Neruda y su tiempo: 1950–1973, David Schidlowsky habla de la reacción de Neruda a la muerte del Che: “Desde La Habana Neruda recibe el 28 de octubre un cable del director de la revista Cuba. Le pide una declaración de 150 palabras sobre el asesinato del Che Guevara en Bolivia. Neruda no responde. El poema ‘Tristeza en la muerte de un héroe’ de su libro Fin de mundo es su respuesta lírica.

 

  • El poema de Neruda termina así: “Bolivia volvió a su rencor, a sus oxidados gorilas, a su miseria intransigente, / y como brujos asustados los sargentos de la deshonra, los generalitos del crimen, / escondieron con eficiencia el cadáver del guerrillero como si el muerto los quemara. / La selva amarga se tragó los movimientos, los caminos, y donde pasaron los pies / de la milicia exterminada hoy las lianas aconsejaron una voz verde de raíces / y el ciervo salvaje volvió al follaje sin estampidos.”

 

  • Del “último lector” a “las últimas lecturas”—después de la muerte del Che, el guerrillero se convirtió en ícono. “Lo han cubierto de afiches / de pancartas de voces en los muros / de agravios retroactivos / de honores a destiempo / lo han transformado en pieza de consumo / en memoria trivial / en ayer sin retorno / en rabia embalsamada,” Mario Benedetti escribe en ‘Che 1997’. Una vida y una obra para reinterpretar, reformular y reescribir, igual a la vida y obra de Neruda. La lectura puede ser un momento de quietud, de pausa, de distancia a la vida, pero también una forma de vivir más íntimamente en sus sutilezas y pliegues.

 

  • Cuatro meses antes de conocer Fidel Castro, transformarse en comandante y partir a Bolivia y su muerte, Che escribió una carta a su padre. Dice que piensa en viajar a la India. ¿Cómo sería distinta la historia si hubiese concretado sus planes?

 

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