Julio 5, 2024

La educación sentimental de Claudio Bertoni – Reseña sobre “Cabro chico” (Lumen, 2018)

Por Ernesto González Barnert

 

 

Claudio Bertoni (1946) es, sin duda, uno de los grandes poetas vivos de Chile, además de ser uno de los más leídos en un país donde se lee poco y mal. Hace años vive en Concón, donde además cultiva el arte visual y la fotografía. Con este libro memorístico, biográfico, se zambulle a descubrir el que fue hasta sus 13 años. Años de formación y deformación que funcionan como una cantera poética de la que extrae innumerables joyas de carga lírica, vivas y sensatas sobre el vivir, la infancia, la educación, la vida de barrio, el oficio poético, el amor, la familia, la sexualidad y el autodescubrimiento. Todo eso que podríamos llamar con Flaubert: la primera educación sentimental.

Un gesto de inmersión y asombro donde a grosso modo reúne recuerdos que le son propicios a su narrativa además de súbitas anotaciones en tiempo presente que subrayan momentos de precariedad en salud, despojo existencial, exaltación lírica, anclados por el pasado que viene y va al tun tun hilando un “fresco” que se puede practicamente respirar.

 

Lumen, que además armó la excelente Antología (2015), que es una manera perfecta de tomarle el pulso a uno de nuestros grandes poetas vivos, sin duda, con prólogo de Gumucio y un entramado vital armado por Vicente Undurraga que arma un libro emocionante, un viaje vital, contundente, con los poemas que tocan nuestra espina dorsal, lo limpian de desniveles y desprolijidad, sin que pierda su rudeza, honestidad, naturalidad y brutalidad con que Bertoni nos fascina y empuja. Un libro que constituye por sí mismos la prueba fehaciente de que Bertoni, aunque prolífico, desordenado y desigual en su obra, cuando juega bien, que no son pocas veces, es uno de los grandes.

 

Con este breve volumen “Cabro Chico” (2018) que se lee de tirón, agrega un libro imprescindible en la summa bertoniana y que junto a su maravilloso diario “Rápido antes de llorar (UDP), sus fantásticas versiones del poeta japonés Takubokku en “Sin decir nada” (Das Kapital) o la antología de Lumen y “Una conversación con Claudio Bertoni (Overol), etc. Dan cuenta de una de las trayectorias liricas más impresionantes del primer cuarto del siglo XXI. Bertoni, le tomó el pulso a la vida. Y sus lectores, aprecian esa viveza y militancia radical y vital con su lírica.

 

De sobra, con este volumen de trazos novelados, pedazos naúfragos del deseo de silencio, que pueden también llevarnos a encontrarnos con un sentido homenaje al delirante Anticristo, a la belleza de la hija del poeta julio Barrenechea, por ej. se logra un retrato de la infancia mucho más vivo que deslavado que es el que se nos propone hoy en día con el auge de libros para niños y adolescentes.

 

Pocos se atreven a decir lo que recuerdan de esta etapa con tanta desenvoltura y desparpajo, por ejemplo de la fuerza de la sexualidad en el período infantil, la violencia imperante entre los niños y adolescentes, la mirada ridícula de los mayores, los terrores que marcan el crecimiento y la escuela, la intensidad con que se descubre el que uno es, fue y será, etc. Creo que Claudio Bertoni nunca perdió esa mirada de niño de las cosas. Y eso con este libro se vuelve más patente e innegable que nunca. La mirada de niño en Bertoni es hoy uno de los grandes puntales de su “obra”.

 

Bertoni, es un tesoro vivo del alma cultura chilena, no solo es un poeta francamente maravilloso, sino que además es un prosista vigoroso y fresco, como pocos. Además de artista visual y fotografo brillante. Un autor que merece de sobra el Premio Nacional de Literatura o de las artes. Un escritor intenso y gozozo como esos sabios y poetas chinos que desde su “retiro” o “montaña” nos ayudan a vivir, respirar, no perder lo humano y lo divino del viaje breve por este loco planeta azul.

 

 

 

 

 

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