Por Andrés Urzúa de la Sotta
De la colección de libros de la Biblioteca de Poesía Chilena Pablo Neruda, destacamos la primera edición de Poesía chilena del deporte y los juegos, de Floridor Pérez (1937 – 2019).
Antes de los inéditos triunfos del fútbol chileno, de esas dos copas América que dejaron a la mitad de Chile bailando y bebiendo hasta la madrugada. Mucho antes: doce o trece primaveras para ser más preciso. El mismo año en que murió el Gato Alquinta y en que fue creado el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, con sede en Valparaíso. Mismo año, también, en que la selección de fútbol chilena, comandada por Juvenal Olmos, el Perro Verde, empataba 2 a 2 con Argentina en el Estadio Monumental de River Plate, con goles de Milovan Mirosevic y Reinaldo Navia, en lo que sería el comienzo de las Eliminatorias del Mundial de Alemania 2006. Y a más de alguno se le llenaban los ojos de una esperanza que, como siempre, no tardaría en diluirse y en convertirse en pesimismo o en resignación.
Ese año, el 2003, Floridor Pérez anotaba un golazo de media cancha al publicar la primera edición de Poesía chilena del deporte y los juegos por la editorial Zig-Zag. Libro con aires de antología que reúne a más de 110 poetas chilenos y que compila poemas sobre deportes tan distintos y distantes como el fútbol, el palín, el boxeo, la natación, el ajedrez, el atletismo, el golf y la gimnasia artística, entre muchos otros.
Según Floridor Pérez, el objetivo de ese libro era provocar un ‹‹intercambio de camisetas››, es decir, que el hincha descubriera que los poetas ‹‹se han inspirado en sus deportes o juegos preferidos›› y que el lector pensara que hay ‹‹un sentido más profundo en eso de correr tras una pelota, golpearse o aburrirse frente a frente››.
Pero la historia no termina allí. Semanas o meses después de la publicación, la editorial Zig-Zag intentaría una jugada maestra. Quién sabe con qué intención, un funcionario de apellido Catalano embaló un par de ejemplares del libro, probablemente con ese plástico burbujeante, y los envió a España. ¿Su destino? Nada más ni nada menos que el club más exitoso de la historia del fútbol mundial: el Real Madrid, que en esa época tenía una plantilla plagada de estrellas, la que la prensa solía apodar con el nombre de “Los Galácticos”. Con el bigotón del Bosque como DT, que años después sería campeón del mundo con la selección de España, contaba con figuras históricas como Iker Casillas en portería, Roberto Carlos en la retaguardia, Zinédine Zidane, Luís Figo y David Beckham como volantes de creación y el Fenómeno Ronaldo en delantera.
La historia me la contó en Puerto Montt, en vivo y en directo, mi amigo poeta y teórico de la cumbia Óscar Petrel, unos cinco o seis años atrás. Y ahora, que hablo con él por WhatsApp en plena cuarentena, me vuelve a refrescar la memoria. Me dice que el mismo Floridor, por ahí por el 2013, le contó de primera fuente. Y para que no quedara ninguna duda, le entregó una fotocopia de la carta que la editorial recibió de vuelta de parte del Real Madrid, en respuesta a la recepción del libro. Dicha carta, cuyo remitente dice <<Dirección General Deportiva /Estadio Santiago Bernabéu /Avda. Concha Espina 1>>, tiene el membrete del Real Madrid y está firmada por el mismísimo Jorge Valdano, director deportivo del club en esa época. Sí, el mismo Jorge Valdano que convirtió el 2 a 0 en la final de México 86 y que a la postre sería campeón del mundo con la mítica selección Argentina liderada por Diego Armando Maradona, el Barrilete Cósmico.
Pero este Valdano, el de la carta, no parece un goleador. Ni siquiera parece un futbolista. Más bien muestra una faceta inusitada para el mundo del deporte. Casi podríamos suscribir la máxima de Pier Paolo Pasolini para referirnos a este Valdano. Y podríamos aplicarla en primera persona, tal como la enunció el poeta y cineasta italiano: ‹‹Los deportistas son poco cultivados, y los hombres cultivados son poco deportistas. Yo [Jorge Valdano] soy una excepción››. Quizás por lo mismo en el mundo del fútbol Valdano era conocido como “El Filósofo”, “Valdanágoras” o “El Poeta”. Pues en la carta, y sobre todo en el remate final, deja en evidencia sus gambetas con la palabra: <<Este libro es una pelota cuadrada, una singular posibilidad del disfrute, un bello homenaje que la mente le hace al cuerpo, un acto de justicia a las pasiones populares>>.
Que quede la carta, entonces, para delinear esta geometría tan singular, este intercambio de camisetas y de pelotas cuadradas entre Floridor Pérez, Jorge Valdano y el Real Madrid.