Noviembre 21, 2024

“En Poemas encontrados y otros pre-textos, mi padre abandona radicalmente la pretensión de elaborar un discurso poético tradicional, renunciando al gesto de alzar la voz como poeta” Entrevista a Antonia Torres

 

 

De la colección de libros de la Biblioteca de Poesía Chilena Pablo Neruda, destacamos la primera edición de Poemas encontrados y otros pre-textos, de Jorge Torres (1948 – 2001).

 

Primera edición: Valdivia, Ediciones Paginadura, 16 de enero de 1991.

 

Por Andrés Urzúa de la Sotta

 

Ahora que la llamada ‹‹poesía documental›› parece haberse instalado definitivamente en la poesía chilena, con libros como 11 de Carlos Soto Román, Documental de Jaime Pinos, Retratos hablados de Luz Sciolla y Antuco (de Soto Román y Cardani Parra, en coautoría), entre muchos otros, urge revisitar algunos antecedentes ineludibles de nuestra tradición poética.

 

Entre ellos, Poemas encontrados y otros pre-textos de Jorge Torres debiera figurar con luces propias. Publicado en enero de 1991 —unos pocos años después de La aparición de la virgen de Enrique Lihn o de los tiempos de la escritura de Temporal, libro perdido de Nicanor Parra que publicó en 2014 Ediciones UDP y que gira en torno a las noticias del año 87, donde el país fue azotado por un fuerte temporal; o incluso el mismo año del debut literario del controvertido Bruno Vidal, con su demoledor Arte marcial, y de la publicación del libro icónico de Elvira Hernández, La bandera de Chile— este libro se instala en la poesía chilena a través de la recolección y el despliegue de documentos fechados entre 1981 y 1991.

 

Solo diez meses después de la vuelta a la “democracia” y del inicio de una interminable Transición, la obra propone una selección, intervención y recopilación de documentos de diversa índole, como recortes de prensa, poemas, extractos de libros, definiciones de diccionario, entrevistas, diálogos, avisos publicitarios, informes forenses y hasta fragmentos de reglamentos y ordenanzas, los que permiten cifrar la experiencia dictatorial, y particularmente la de la década de los 80`, como un tiempo donde imperaron el absurdo y la complicidad de los medios de comunicación, junto a la tergiversación del lenguaje y de la realidad por parte del régimen dictatorial. Pero, sobre todo, aparece con fuerza la latencia constante de la muerte. Porque dichos documentos, en apariencia casuales, aluden a dos coordenadas fundamentales: la muerte, por una parte; y la Dictadura, por otra.

 

Según Sergio Mansilla, ‹‹la inmensa coacción del poder dictatorial dominante y sus textos produjo un efecto de esterilización en la poesía convencional, un vaciamiento de sus significaciones poéticas eficaces, de suerte que el único terreno fértil disponible fue la deconstrucción y reciclaje de los propios textos del poder establecido››. Esta coacción inmensa de la dictadura habría incidido en la producción literaria del período, y especialmente en la “creación” de un libro anómalo para la tradición poética imperante, como es Poemas encontrados y otros pre-textos de Jorge Torres, donde el autor parece enmudecer a tal punto que solo alcanza a rearticular y reproducir los textos y las imágenes del poder.

 

Poesía situada, en el decir de Enrique Lihn, que permite repensar la escritura poética a la luz del contexto histórico-político y sociocultural. Y que a la vez discute la noción tradicional de poesía, tensándola con el lenguaje visual y generando en el lector una suerte de extrañeza o de sutil perplejidad.

 

Conversamos de manera virtual, cruzando mensajes de audio y de texto entre Limache y Valdivia, con la poeta, periodista y académica Antonia Torres —quien es hija del autor de estos Poemas encontrados…— para acercarnos un poco a esta obra fundamental de la poesía chilena, la que, inmerecidamente, parece un tanto olvidada.

¿Tienes algún recuerdo sobre el contexto de publicación del libro o sobre el proceso de edición del mismo?

 

Tengo un recuerdo muy antiguo y difuso sobre cómo comenzó a seleccionar este material mi padre. Primero fue una carpeta de hojas sueltas, la que más tarde fotocopió. Algo así como un dossier que no tenía un orden muy claro. Es interesante, porque ya cuando lo lleva al libro tiene que hacer un montaje. Esto se inicia como a principios de los años 80. Tengo un recuerdo muy vago de acompañarlo a fotocopiar. Yo tenía algo así como seis o siete años. Para mí eran unos negocios misteriosos los de las fotocopiadoras, no entendía muy bien lo que hacían. Recuerdo, también, que usaba unas especies de calco, que tengo entendido que se llaman Letraset, para ponerles títulos arriba a los recortes de diario. En el fondo titulaba un poema encontrado con esas letras que simulaban ser de imprenta o de computador, que no teníamos en ese momento.

 

Además recuerdo una versión de los Poemas encontrados… en diapositivas. Unas diapositivas que son las versiones fotografiadas de los textos y que él exhibió en su momento, invitando a gente y a amigos a verlas, como una suerte de “experimento social”. Estoy hablando de los tempranos ochentas, el año 81´ u 82´, supongo que cuando ya no había toque de queda. Lo sé porque tengo un diario de vida de cuando era muy chica, como desde los siete años, donde menciono eso y doy nombres de personas que asistieron a ver esas diapositivas. En el fondo era una versión preliminar de los Poemas encontrados… Creo que mi padre estaba tanteando para ver cómo reaccionaban. Entonces se apagaban las luces y en lugar de proyectar las fotos de las últimas vacaciones, como solía hacer la familia burguesa tradicional, se proyectaban los poemas encontrados. También me acuerdo de la sensación un poco de secreto o de reunión privada que tenía eso. En ese contexto de la dictadura más profunda y peligrosa, reunirse a ver esas diapositivas que hablaban de manera elíptica de la violencia, de la represión, de la censura, de los detenidos desaparecidos, representaba un acto político.

 

¿Qué tan significativo crees que era este libro para tu padre, en relación con el conjunto de su producción poética?

 

Si bien todos los libros tienen para cualquier escritor una significación especial, pues remiten a momentos y a expresiones distintas, este era particularmente importante para mi padre porque había ahí desarrollada y expresada una faceta que él siempre tuvo, la que no es muy común ni tan obvia entre los escritores, que era su seducción por el mundo de lo visual. Y, por lo mismo, el cuestionamiento de la palabra escrita como único medio, bastante limitado, de dar cuenta de lo que el poema quiere expresar.

 

Yo recuerdo que en esa época, paralelamente, mi padre escribió un poema que convirtió en una especie de origami. Era una paloma, bien compleja de abrir y bien compleja de elaborar. Recuerdo incluso los libros en los cuales estaban esos manuales de origami y de dobleces de hojas. El papel tenía forma de paloma y uno lo abría y había una jaula, en cuyo interior había un poema. El poema decía algo así como: ‹‹No abra Ud. esta jaula. Al abrirla habrá dejado escapar un poema››. O sea, en el fondo había una necesidad de trascender la censura que ejercía la dictadura y también la autocensura, que es la que los sujetos de ese entonces tenían que autoimponerse por precaución. Había cosas que no se podían decir en público, había cosas que se tenían que ventilar lo menos posible. Se escuchaba música y algunas radioemisoras a escondidas, prácticamente. Había libros que mi papá tenía forrados en papel de diario; libros sobre marxismo, sobre la Revolución Obrera o qué sé yo. En el fondo tenía que ver con eso, con buscar otros medios de expresión que trascendieran la censura. Y con eso descubrir también que la literatura no se limitaba al soporte del libro exclusivamente ni al de la página de papel, sino que podía tener otras formas. Y que al pensar en eso también se estaba pensando muy poéticamente en las posibilidades de expresión del poema.

 

Mencionaste que habías impartido un par de clases en la universidad sobre este libro. ¿Crees que esta obra debiera ingresar en los planes de estudio de la carrera de Literatura o en los posgrados relacionados? ¿Qué aspectos del libro destacaste o destacarías en tus clases?

 

Lo mencioné en un módulo de poesía chilena que me tocó impartir en un magíster cuando cursaba el doctorado en Alemania. Y también he hablado del libro en las carreras de Artes Visuales y Derecho, en un curso sobre semiología de la imagen y en otro llamado Derecho y Literatura, ambos de la Universidad Austral de Chile. Hablé del libro porque me pareció muy ejemplar para referirme a la neovanguardia en Chile, al experimentalismo formal, a las formas estratégicas que adopta la escritura cuando tiene que vadear la censura. Y claro, me parece que es un libro que debiera estar en los planes y programas universitarios, como muchos otros de la época, por cierto. Estoy pensando en La bandera de Chile de Elvira Hernández, en varios libros de José Ángel Cuevas o incluso en libros más polémicos en términos del problema de la Dictadura y de la violencia dictatorial, como por ejemplo los de Bruno Vidal, que es un caso interesante en ese sentido, ya que es una poesía que ha sido muy poco atendida porque es muy provocadora, porque le da la voz al victimario, porque hace hablar al torturador. Entonces, creo que en ese marco de libros que son difíciles y extraños, es una buena excusa este Poemas encontrados… Pero no para hablar afirmativamente de la literatura, sino como una forma de expresión en donde reverberan los mismos problemas de expresión que hay en una comunidad o en la vida diaria. Y en donde la realidad supera a cualquier cosa. La realidad es suficientemente literaria, absurda, extraordinaria, dolorosa. Porque en el fondo esa es la gracia de ese libro. Es un libro que no hace otra cosa que dar cuenta de la realidad, tomando fragmentos del discurso público de ella, como recortes de diarios, extractos del Código Civil, fragmentos de una entrevista a una esquizofrénica, etc. Y lo que hace es reproducir esa locura que se vivió durante la Dictadura y que en algún sentido la estamos reeditando con el estallido y luego con la pandemia. Esta especie de alteración del orden, que nos hace recordar que el concepto de comunidad y de pertenencia es problemático, es coercitivo, es totalitario. O que nos recuerda que el lenguaje también es poder, que por momentos tiene formas muy inconscientes de inmiscuirse en las vidas particulares y con efectos. Porque lo que pasa en Poemas encontrados… y en otras poéticas de la época, como la de Bruno Vidal, la de Elvira Hernández o la de José Ángel Cuevas, es que en algún sentido toman lo coloquial y lo cotidiano. No el habla coloquial a la manera de Parra, pero sí directamente la cita a ese coloquialismo de lo normal, de la vida diaria, donde está instalado el poder totalitario, el poder coercitivo, el poder de la uniformidad de la realidad. Por ejemplo esta cita de Pinochet, en una entrevista de la revista Diners o Mastercard o no sé qué, donde habla en contra de la poesía, donde dice que la odia. Y que es con la que cierra Poemas encontrados… Eso también es un dato increíble de lo real: el dictador refiriéndose a la poesía. Y, por cierto, para denostarla. Dice que es lector, que se acuesta todos los días y lee 15 minutos antes de dormir. Pero poesía: ‹‹Ni leerla, ni escucharla, ni escribirla, ni nada››. Con un desprecio feroz. Eso habla muy bien de la poesía, en algún sentido. Todo eso es una demostración de que finalmente hay suficiente literatura en los discursos de la realidad y que casi no era necesario crearla, pensarla o reproducirla en un lenguaje tradicionalmente entendido como literario. Bastaba con tomar ese lenguaje de los medios o del poder, y reproducirlo, para estar en presencia de la literatura.

 

Tu padre fecha el inicio de la “escritura” de este libro en 1981, solo cuatro años después de la aparición de La Nueva Novela de Juan Luis Martínez. ¿Crees que este libro se podría relacionar de alguna manera con el libro de Martínez, es decir, con la llamada poesía visual? ¿O piensas que está más vinculado con la poesía documental?

 

Es un poco de ambas, en algún sentido. Se relaciona con Martínez en su radicalidad formal y semántica. Aunque creo que es menos sofisticado o menos ambicioso que el proyecto estético e ideológico de Juan Luis Martínez. Pero se relaciona con todos esos libros que juegan con lo visual. Y que en el fondo tiene que ver con la pregunta de los alcances de la palabra escrita. Con cuán lejos puede llegar en el pensamiento la palabra escrita versus la imagen, que es una pregunta bien antigua. Ya aparece, por ejemplo, en la práctica de la écfrasis, en ese discurso que trata de describir la visualidad. Que se inicia en la antigüedad, cuando no había medios de reproducción técnica de cuadros o de imágenes, y los estudiantes de Bellas Artes de Ámsterdam, por decir algo, tenían que saber qué estaba haciendo Goya en España. Como no tenían cosas a la vista, estaban obligados a leer textos que describían esos cuadros. Imagina el experimento que representaba eso: explicar un cuadro, describir lo que está expresado en imágenes. Y qué ve cada uno de esos reporteros de la imagen. Probablemente ven cosas distintas. Algunos verán más las luces, otros las formas, otros los colores, etc. Es lo mismo que pasa al final con el lenguaje. Entonces, claro, se emparenta con la tradición de la poesía visual. Se deja seducir Poemas encontrados… por la eficacia y la ambigüedad que tiene la imagen respecto de la palabra, que a su vez se cree tan clara, precisa y unívoca.

 

En ese sentido es interesante y original en el contexto chileno de ese minuto, porque a veces algunos Poemas encontrados… son solo fotos. Así que lo que se busca es que hable la imagen y que no intervenga prácticamente el autor. Por ejemplo, hay una foto de Pinochet donde está llorando o lagrimeando y el poeta lo único que hace es titular. De modo que es eso: cederle la palabra a la imagen y asumir que no hay nada que decir. El poema está ahí, queda reverberando de otra manera.

 

Poemas encontrados y otros pre-textos fue publicado en 1991, un año especialmente significativo para producción poética nacional. Es el mismo año de publicación de obras tan radicales como Arte marcial, del controvertido Bruno Vidal, y del libro capital de Elvira Hernández, La bandera de Chile. En las tres publicaciones es posible visualizar, de un modo u otro, la preponderancia del contexto histórico-político en el discurso poético. ¿De qué manera crees que este libro de tu padre aborda el contexto y particularmente la situación dictatorial del país? ¿Qué lo diferencia, en tu opinión, de los modos de abordar el contexto de los otros dos libros mencionados?

 

Me parece muy buena tu pregunta porque mencionas tres libros radicalmente distintos en sus modos de abordar el problema, pero que abordan el mismo problema. O sea, evidentemente son tres libros que fueron escritos durante la Dictadura y que son publicados recién en 1991, por razones que probablemente tengan que ver con el retorno a la democracia. Además, creo que los tres, si bien se publican en un momento donde hay un impulso a la industria cultural que se da al inicio de la Transición, en un esfuerzo compensatorio por tantos años de silencio, son proyectos independientes de alguna manera o que no se corresponden con ese impulso. La bandera de Chile, por ejemplo, es publicado en Argentina. El libro de Bruno Vidal lo publica la editorial Carlos Porter, que es una editorial particular. Y lo mismo pasa con el libro de mi padre, que es publicado por Paginadura Ediciones de Valdivia, un proyecto independiente de David Miralles, que es un escritor y un crítico literario valdiviano radicado en EE.UU.

 

Además, creo que los tres libros proponen un gesto evaluativo de la época que dejábamos atrás, pero profundamente crítico. No son libros esperanzadores, no inauguran una nueva utopía, no le cantan a la democracia como los Poemas militantes de Zurita. Sino que son libros sumamente críticos con la idea de la nación. En La bandera de Chile la bandera es la metáfora del proyecto de lo nacional y es una bandera de mierda, ajada, que se entrega a cualquiera… es una prostituta también. En el fondo cómo el discurso de lo nacional, esa es mi lectura al menos de esos tres libros, es un poco servil o es un significante vacío que lo llenan de significado los proyectos políticos de turno. Es la misma nación que invocaba el fascismo para eliminar a sus enemigos internos, el llamado cáncer marxista, reprimiendo y aniquilando y exterminando los partidos políticos y a sus militantes. Ese mismo discurso de lo nacional luego sirve para invocar el regreso de la democracia, para justificar el olvido que nos iba a permitir la unidad nacional y el mirar hacia al futuro. Y es el mismo discurso de lo nacional que 50 años atrás convocó a las masas populares a llevar al gobierno por la vía democrática el proyecto socialista de Salvador Allende. Entonces esos libros son críticos yo creo que con esa idea, desconfían del Estado nación como discurso. Como toda buena poesía contemporánea, son escépticos de ese entusiasmo.

 

Y bueno, Poemas encontrados…, si lo comparo con esos dos libros, aborda el contexto de modo experimental, con recursos propios del ready-made, con montaje. Y lo hace, en apariencia, sin la idea de autor. Por lo menos no de modo explícito. Pues está la idea de otro tipo de autor, uno que elige esos recortes de la realidad que va a exponer y que lo hace de una determinada manera. Por ejemplo, este fragmento del libro es bien significativo: hay un recorte del periódico donde hay un señor muy conspicuo de la sociedad chilena y en su obituario se lee lo siguiente: ‹‹La pérdida de un hombre de excepción es impactante, imborrable, dolorosa… nos hace evocar, huella tras huella, que fue dejando en su paso transitorio por la vida. Cuántas huellas imborrables quedaron en nosotros ¡y cómo las agradecemos! Las huellas que dejó Juan son hondas, profundas y muy valiosas››… bla, bla, bla. Habla de la eternidad, luz, paz, reposo, etc. Y en la página siguiente la descripción de una ejecución en la ciudad de Talca, el año 1966. O sea, la nota de un fusilamiento, de un asesinato institucionalizado: ‹‹Una descarga cerrada, disparada por un pelotón de fusilamiento, puso fin esta madrugada, a las 5:26, a la vida del condenado a muerte Cesáreo del Carmen Villa Muñoz, de 34 años de edad, asesino del joyero alemán Karl Meier. Lo sobreviven su mujer, que nada quería saber de él, y un hijo, Tito, de dos años, del que se hará cargo el ministerio de Justicia…››. Entonces es eso. Hay ahí claramente el ejercicio de un montaje. Y yo creo que la gran diferencia con las otras publicaciones que mencionas es que en Poemas encontrados… Jorge Torres abandona radicalmente la pretensión de elaborar un discurso poético tradicional, renunciando al gesto de alzar la voz como poeta. Que no es lo que sucede, del todo, con Bruno Vidal y Elvira Hernández.

 

Me decías días atrás que este libro recibió poca atención crítica. Y conveníamos en que aquello era inmerecido, sobre todo considerando la relevancia del mismo para la tradición poética chilena. ¿Tienes alguna idea de las razones de esa falta de recepción crítica? ¿Crees, por ejemplo, que el hecho de que tu padre haya sido un autor de provincia puede haberle jugado en contra a la recepción de su obra y de este libro en particular?

 

Por supuesto que recibió poca atención crítica. Probablemente por lo mismo que insinúas en tu pregunta. En aquel tiempo había poca atención a las publicaciones y los gestos de la provincia. Zurita, quien me simpatiza y a quien le tengo cariño porque ha sido generoso conmigo en algunas oportunidades, decía ‹‹pío›› y aparecían la prensa, los medios y el aparato crítico. Ahí hubo también una sinergia y una complicidad entre la crítica, los artistas visuales y los escritores, quienes se hicieron un anclaje un poco entre todos. Y además toda la institucionalidad cultural estaba en el centro político y administrativo que era Santiago. Hoy eso pasa un poco menos probablemente porque existen las redes sociales e Internet y uno puede visibilizarse o autovisibilizarse más. Aunque eso es siempre relativo. Por ejemplo, yo tengo mucha más prensa e invitaciones en Santiago que en Valdivia. Pero en su momento yo creo que sí tenía que ver con que el sur, en general, era un espacio menos visibilizado en términos literarios. Y por eso tuvieron que crear sus propios medios y revistas. En Temuco apareció, con Guido Eytel, la revista Poesía diaria. En Chiloé existían talleres y grupos literarios como Chaicura o Tebaida, donde se formaron autores como Sergio Mansilla o Rosabetty Muñoz. Y eso tiene que ver con un impulso que viene de antes, que se relaciona con el Grupo Trilce de Valdivia y con los encuentros de poesía de los años 60´ en la Universidad de Concepción, que en el fondo son esfuerzos descentralizadores de la actividad cultural y literaria.

Aun así, fue un libro que alguna gente leyó y del que se escribieron cosas, sobre todo en la academia norteamericana, porque habían partido algunos críticos al exilio, como Juan Armando Epple, Arturo Flores o Marcelo Coddou, por nombrar algunos. O incluso el mismo David Miralles, quien años más tarde se radica en EE.UU. por otras razones. Entonces hubo una recepción concreta. Pero en general yo creo que a la poesía no la toma en cuenta prácticamente nadie, salvo nosotros los poetas o los que escribimos. Luego tener promoción o alcanzar un público responde a otras cualidades, a una capacidad de autorepresentarse, de cuán taquilla eres y del minuto en que te pilla. O de si cuentas con más o menos medios o con más o menos interés por eso. De todas formas, sería injusto decir que a los gestos visuales de Zurita o de Martínez o de Millán o de Kay los pescaron más. No, la verdad es que tampoco los pescaron tanto. Finalmente son conocidos por un círculo muy limitado de estudiosos, escritores y estudiantes. Porque la poesía, y más aún la experimental, no es un bien muy preciado ni popular.

 

¿Consideras que hay alguna dosis de humor, o quizás de humor negro, en el libro de tu padre?

 

Ufffff, está lleno de humor negro y del otro también. Blanco, negro, de todos los colores. O sea, poner una cita de Somoza diciendo que en el fondo de su corazón es un demócrata. O poner el recorte de un diario, que por la tipografía reconozco que es el diario La Época, que dice ‹‹Septiembre será decretado “mes del circo chileno”››. Y el epígrafe aclara: ‹‹Así lo adelantó el general Pinochet a los artistas del Sí››. Porque el Sí también tuvo sus artistas que lo apoyaron. Son textos que tienen muchas lecturas. Tal como es el humor, que es muy literario en algún sentido. Que es ambiguo, que está lleno de recursos y figuras literarias. Porque es muy gracioso que septiembre, que es el mes de la patria y de la independencia de este Estado nación que es Chile, sea decretado el mes del circo. Que, por lo demás, esa era la idea que tenía Pinochet acerca del arte y de la cultura: el arte como un circo, como una payasada. Y eso es lo irónico, ¿no? Que finalmente se convirtió un poco en eso.

 

Yo creo que es un libro que está lleno de humor pero también de tragedia. No cabe duda. Porque es también la manera de soportar la tragedia que fue la Dictadura. Y el libro se cierra con esa cita a Pinochet que mencionaba antes: ‹‹¿Quiere que le diga una cosa? ¡Odio las poesías! Ni leerlas, ni escucharlas, ni escribirlas, ni nada››. Que retrata muy bien al personaje. Un poco para la risa, como un payaso. Como lo terminó dibujando el caricaturista Guillo: como un bufón. Y eso terminó siendo Pinochet de alguna manera. O tal vez es un mecanismo de defensa de uno, como ciudadano chileno, verlo así. Porque en realidad fue un bufón que hizo muchísimo daño.

 

Por último, ¿te interesa o te llama la atención alguna imagen o fragmento del libro de tu padre?

 

Son varias. Por ejemplo, hay un análisis de una partida de Bridge que me parece alucinante. Yo no sé jugar Bridge. Los que saben dicen que es bien fascinante el juego. Pero la descripción es increíble: ‹‹Oeste salió con la dama de trébol y el declarante calculó que cumpliría su contrato: entró al muerto. El declarante terminó su arrastre, jugó los corazones, terminando con el muerto. Sur fue culpable de esa derrota ya que se tentó de jugar pique chico del muerto en la primera baza, con el objeto de crear así una tenaza en el muerto que lo protegiera. Aquí se imponía no tentarse sino abarcar toda la mano como una unidad, calculando los posibles peligros, especialmente el corazón››. Bueno, eso es encontrar la poesía directamente —la poesía hermosa y no triste ni trágica como los recortes de Pinochet hablando— en los discursos que se supone que no son literarios ni poéticos. También hay una crónica periodística que se titula “De amanecida asesinaron al hombre del corazón tatuado”, quien tenía un corazón en cuyo centro se lee ‹‹A mi madre››. Y termina así: ‹‹El médico examinador policial estimó que el hombre del corazón tatuado murió a las cinco de la mañana del miércoles, cuando su corazón verdadero dejó de latir››. Entonces tiene esos hallazgos, ¿no? De nuevo la idea del objeto encontrado, es decir, del objeto artístico recogido de la realidad. Si bien podría estar en cualquier parte, el mérito del artista es hallarlo, visibilizarlo y sacarlo de ese contexto para ponerlo en el contexto de un libro, que sería como una suerte de museo. Y así, en este nuevo contexto, lo apreciamos de otro modo.

 

*Puedes revisar esta primera edición y otros libros fundamentales de la poesía chilena en la Biblioteca de Poesía chilena Pablo Neruda de Valparaíso, en el Centro Cultural La Sebastiana.

 

Sitio web: www.bibliotecadepoesiachilena.cl

Consultas a: bibliotecadepoesiachilena@fundacionneruda.org

 

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Antonia Torres Agüero (Valdivia, 1975)

 

Es escritora, periodista, Magíster en Literatura Hispanoamericana Contemporánea y Dra. en Filología Románica (Dr. der Phil) por la Heinrich-Heine-Universität de Düsseldorf. Sus líneas de investigación académica abordan temas como la memoria en la poesía y la narrativa chilenas de postdictadura, así como cruces interdisciplinarios entre el derecho y la literatura.

 

Es autora del estudio Las trampas de la nación. La nación como problema en la poesía chilena de postdictadura (Peter Lang Verlag, 2013) y de los libros de poesía Las estaciones aéreas (Barba de Palo, 1999), Orillas de tránsito (Sec. Reg. Min. Educación, 2003), Inventario de equipaje (Cuarto Propio, 2006), Umzug (Cuarto Propio, 2012) y la traducción al alemán de este último, Mudanza/Umzug (Trad. K. Viseneber, Düsseldorf University Press, 2015). También ha publicado la novela Las vocales del verano (Random House, 2017).

 

 

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