Por Ernesto González Barnert
Con algunos poetas a uno no le queda otra que ser fan, admirarlo con fe de carbonero, tratar de leer todo lo que publique sin que a uno se le pegue el tics del coleccionista, esa chusmita querible y perdonable, entre los malos lectores que se creen lectores. Y aprender a encontrarse en esa poesía que es como asistir y emocionarse en un concierto de Glenn Gould o sentirse cómodo y acogido en una casa de Lugwig Mies van der Rohe, con butacas de Tim Burton en el concierto o un retrato de “Alicia” de Lewis Carroll, en el centro del living de la casa Ryder hecho por John Tenniel [Felipe Cussen diría que es un cuadro de Escher].
El año pasado Pez Espiral reeditó “Adornos en el espacio vacío”, libro que se adjudicó el Premio Revista del Libro del Mercurio el 2002, con un jurado de lujo –Gonzalo Millán, Carlos Germán Belli y Óscar Hahn, Jessica Atal y Cecilia García Huidobro–, y que vuelve a publicarse –dicen los editores–, porque esta obra los remeció [además de estar descatalogado]. Y doy fe que es así con este libro como bien llaman “los editores”, retorcido y seductor a la vez. Un libro que “desarticula” cuando todos quieren pegar con scotch, escupitos o clavos la pedacería.
En fin, encuentren ese libro o la obra reunida de Das kapital o Cuerpo perforado es una casa (2011) y otros, en definitiva libros que nunca se dejan leer del todo, siempre les falta una pieza del puzzle, se resisten en su belleza y orgánica tratocada a temerle al vacío como al absurdo en su capacidad de comprender y entender el dolor, lo funcional, el juego y la angustia en su sentido más brutal.
¿Cómo llevas el confinamiento en este periodo de pandemia?
No es muy diferente de cómo vivía antes. Desde hace un par de años, que bien podrían ser diez, trabajo desde mi casa y salgo lo mínimo indispensable. Disfruto mucho estar solo, y me gusta la compañía de una persona a la vez. Cuando hay más gente se hace difícil la comunicación, al menos en mi experiencia. Ahora, cuando decía que mi vida no es muy diferente ahora, pienso en esa condición de borde, de zona limítrofe entre la vida y la muerte, entre la vigilia y el sueño. Por diversas causas he estado muchas veces en esa zona, la frecuento y no sólo me he acostumbrado, sino que creo que es lo que más se acerca a la felicidad. No hago planes, evito compromisos a horas y días determinados con antelación, nunca sé si ese día estaré o no en condiciones. La incertidumbre, una vez que caigo en la cama, es la única certeza.
¿Qué libros fueron gravitantes en tu formación como escritor?
La más gravitante fue mi primera lectura de niño, eso fue antes de aprender a leer. No leía pero tenía un cassette de audio de “Alicia en el país de las maravillas”. Lo sabía de memoria y no podía dejar de oírlo una y otra vez. No me interesaban otros cuentos, cuando aprendí a leer me gustó “El mago de Oz”, tenía una versión en formato Pop Up. Adoraba los monos voladores y la bruja mala del oeste que gritaba ¡Me derrito! después de recibir un balde de agua fría. La lista que sigue no es larga, pero son los que son y no quiero dejar ninguno fuera. “Las Hortensias” de Felisberto Hernández. Todo Cortázar. Mishima, “Juliette” y “Justine” del Marqués de Sade, “El almuerzo desnudo” de William Burroughs, todo Jean Genet, narrativa y teatro.
“La nueva novela” sobre la que vuelvo como loop desde los 90, “Los siete náufragos” de Tomás (Thomas) Harris, en especial el poema “Elevación y caída del mercado municipal” (de Concepción), después de leerlo me pareció que la poesía, leerla y escribirla, era algo en verdad muy interesante. Poemas que me marcaron, “Venus en el pudridero” de Anguita, “Apocalipsis doméstico” y “Refrigerador”, de Gonzalo Millán. Bárbara Délano, su poesía más allá de la singularidad biográfica. ¡Mario Bellatín!, cómo olvidarlo, “Salón de Belleza”. No soy buen lector, no leo de todo ni lo hago por el placer de leer, sólo me interesa lo que resuena en la cabeza en la guata y en la médula. No me atrae lo que se exhibe, sino lo que insinúa en dirección hacia algo que me gusta llamar misterio inefable. Esa es mi escuela.
¿Eres parte de un clan de maravillosos escritores, qué aprendiste de c/u?
El clan se inicia con mi abuelo, no me pude comunicar mucho con él cuando estaba vivo. Temía su juicio, sentía que su cariño estaba condicionado por pruebas de inteligencia constantes que yo debía sortear. Me esmeraba en decir algo que pareciera inteligente, algún saber enciclopédico o algún dato de interés para eruditos, pero no había caso, siempre quedaba con una sensación de fracaso, desde esa experiencia, no veo mucho valor en ese tipo de inteligencia, la erudición. Tras su muerte pude entrar en mayores profundidades, leerlo en toda su magnitud, y descubrí cierta clarividencia o sabiduría inesperada en él, que no era muy dado a filosofar. Con el resto de mi familia poeta, mi madre, Tomás, mi tía Lila, mi prima Lila, hay un diálogo constante, lo bueno de los poetas es que nos podemos comunicar sin mayores rodeos ni preámbulos, y podemos saltar de un tema a otro sin perder el hilo. Ahora, está mi familia que escribe y la que no escribe, pero dice. Mi abuela, a quien nunca llamé abuela, sino Mama Lila, es la que despertó en mí la fascinación por las historias, por la magia hipnótica de las narraciones, en las que poco importa si lo que se dice es cierto, o si cambian detalles cada vez que el cuento es contado. Gran parte de lo que soy responde a lo que ella me susurró durante la infancia.
¿Qué es lo más difícil de sobrellevar con esa carga también?
Lo más difícil es aceptar que no es ninguna carga. Es una relación calma como el amor que me une a ellos.
¿Qué le dice el poeta al arquitecto y el arquitecto al poeta?
Estudié arquitectura porque me interesaba aprender a pensar de la manera en que lo hacían los arquitectos. Tenía nociones vagas, algunas lecturas, una entrevista que hicieron a Roberto Matta me resultó deslumbrante. Sabía que no debía estudiar literatura, mi creatividad no hubiera prosperado en la teoría literaria que, en los 90, me daba la impresión algo muerto, en esos años, para poder estudiar una obra era necesario matarla. Ahora la cosa es diferente, creo que hoy la decisión sería más difícil.
Volviendo a la pregunta. Desde niño, quería ser mago, no ilusionista, mago. Y, sin pensarlo hasta ahora, tanto el arquitecto como el poeta trabajan con elementos comunes, sencillos y los transforman en algo que no existía antes.
¿Un texto tuyo que leerías en una sala de clases para alumnos de liceo?
Leería mi primer poema, “Informe de laboratorio”, hay dos versiones, una original que está en Exquisite y otra mutada que está en Inmuebles, dependiendo el día leería una o la otra. Me gustan las dos por igual,
Informe de laboratorio
Día 1- La arveja se hincha y comienza a partirse.
Día 2- La arveja es ahora una planta y comienza a emitir algunos sonidos.
Día 3- En la planta nació una boca y de la boca palabras. Dice sol cuando es de noche. Pide agua cuando no sabe qué decir.
Día 4- Sobre la boca creció un cerebro, ahora forma oraciones y pregunta el porqué de las palabras.
Día 5- La planta es ahora un mamífero, se ha desprendido de sus raíces y comienza a buscar un culpable.
Día 6- El ente nacido de la planta de arvejas recorre el laboratorio buscando un culpable.
Día 7- El ente muestra señales de agotamiento, al finalizar el día se instala en una maceta y comienza a echar raíces.
Día 8- El ente es nuevamente una planta. El cerebro y la boca cuelgan como dos frutos secos.
Día 9- La planta se contrae hasta su condición original. Pide agua cada dos segundos.
Día 10- La planta seca se quiebra. En su centro se observa un fruto: es una semilla. La arveja ha vuelto a ser una arveja.
¿Qué versos o frases llevas como amuleto en los días aciagos?
Recordé esta cita, pero no recuerdo el autor. No es así textual, pero es algo así. Tiene algo de ocultista, de budista, de esas cosas que leo al pasar sin recordar la fuente.
“Recuperar la existencia primordial del andrógino que nos fue arrebatada. El error de cada poeta es creer ser el elegido porque esa es una verdad a medias. Es, en efecto el elegido, pero completa la verdad el paso siguiente, comprender que todos son el elegido. El elegido y la elegida, con acento enfático en la conjunción y. No es posible ser hombre sin ser mujer. No es posible ser uno sin ser todos”.
Como opción para citarla se me ocurre “cita de autor desconocido por quien cita estas palabras”.
¿La poesía que ha sido para ti?
El camino amarillo. No es el único camino que existe, podría decir ahora que todos los caminos, si te dejas llevar por ellos, van al mismo lugar. Hay otros caminos, trabajar con tu cuerpo, seguir sólo la razón, hacer sólo el bien, hacer sólo el mal. Todos convergen hacia la escena final, en que la realidad deja de ser real y el mago vocifera y lanza fuego para que no miren al hombre que se esconde detrás de la cortina. La poesía me ayudó a observar, hacer y comprender. Ahora, si me preguntas por qué escribo poesía, no lo sé. Escribo poesía porque los pájaros cantan. No tengo pájaros en la cabeza, mi cabeza es un pájaro, una pájara, y hago esfuerzos a diario para dejarla libre. Trato de no hacerla pensar nada que ella no quiera.
¿Qué poetas te gustan hoy en día?
Gabriela Mistral. No es fácil entrar en ella pero definitivamente vale la pena hacerlo. Yo entré por “Tala”, me pareció inesperado, inquietante y conmovedor el poema “Vieja”. Desde que entré por esa puerta no paré más. Pero no me gustaba Mistral de buenas a primeras, podría decir que hay algo de secreto, se requiere una suerte de iniciación. Mistral no es lo que parece, es eso y mucho más. Recomiendo entrar por “Lagar”, es el mejor atajo.
También me gustan muchos otros poetas, varios de ellos son mis amigos. No nombraré a algunos para dejar de nombrar a otros, pero los que son, saben que son ellos.
¿Un libro(s) que nunca has podido terminar de leer?
“La poética del espacio” de Gastón Bachelard, es en mi vida cotidiana lo que para otros puede ser el I Ching o el Tao Te King.
¿Nos podrías regalar algunos de los libros, álbumes, películas o pinturas que estos días son cruciales?
Por un trauma antiguo, asociaba la música clásica a una persona neurótica y pretenciosa que me trajo mucho sufrimiento a mi vida, pero estos días, he descubierto la belleza del piano de Chopin. Es el antídoto perfecto para contrarrestar el nefasto ataque psíquico perpetrado por autoridades y medios de comunicación oficiales en estos días. También hago un llamado a prestar atención a las letras del Bossa Nova. El embrujo de las esdrújulas en “Construcción” de Chico Buarque, quien siga sus preceptos y enseñanzas será salvo.
Otras recomendaciones sin explayarme, el cine de David Lynch, para quien no le ha encontrado asunto, en estos tiempos da varias pistas. Una pintura que siempre me gustó, “La isla de los muertos”, de Arnold Böklin. Su atmósfera me recuerda esa zona fronteriza de la conciencia, que también he visto en las rocas amarillas de Coquimbo
¿Qué viene a tu mente cuando piensas en poesía chilena?
Raúl Ruiz es la primera imagen, el infierno de Dante en versión televisiva. Creo que la precariedad, la fragilidad tectónica, la vileza y el sadismo que se esconde en la sombra chilena, la incertidumbre de Chile y su esperanza son destructores implacables del ego, del Moi, como leí en algunos textos teosóficos copiados por Mistral, de la personalidad-persona-máscara. La infelicidad nos abre los verdaderos ojos. Tras la destrucción aflora la poesía. Creo que es la razón por la que Chile engendra tantos y tan excelentes poetas.
¿Cómo ha sido tu relación con la obra nerudiana?
Ha sido curiosa e indirecta, leí con atención a Neruda tras enterarme de una interpretación, que señala que en “El Aleph”, Borges ridiculizaba veladamente a Pablo Neruda, renombrado Carlos Argentino Daneri, con su ambicioso poema “La Tierra” que presenta varias aspiraciones semejantes a “Canto general”. Otra aproximación indirecta. Durante dos años trabajé en la Chascona. Mi trabajo consistía en recorrer la casa, seguido por grupos de turistas, a quienes contaba historias en francés o en español, asociadas a cada uno de los espacios de la casa. Mi única alteración de la historia oficial que debía contar, era una invención que se me ocurrió al ver una amatista incrustada en la pared. El propósito de la amatista incrustada en esa pared lo desconocía, pero inventé que según el propio Neruda, ésta le permitía ver la totalidad, todo lo que sucedía en todas partes del mundo y en todas las épocas.
¿Acaba de reeditarse “Adornos en el espacio vacío” (2002), libro que fascinó entre otros a Gonzalo Millán, recibió el Premio del Mercurio, cuál crees es su actualidad, que representa para ti ese libro?
Recordé que tras la publicación original de ese libro hubo algunos comentarios bastante graciosos. Que era imposible que tras un primer libro tan malo como Exquisite, alguien pudiera escribir algo como Adornos en el Espacio Vacío. Era evidente que ese libro lo había escrito otro, alguien de mi familia, pero quién, si no se parece a nada de lo que ellos escriben.
Puedo decir que el libro surgió de un sueño, el poema “El movimiento”, traté de ser lo más fiel que pude a los detalles para recomponer la ruta, la secuencia que me llevó hacia esa sensación de epifanía posterior al sueño. A veces me sentía un impostor por escribir cosas que no comprendía, pero fui comprobando, con el paso del tiempo, lo acertadas que estaban. Ahora me sorprende cómo fue posible que escribiera cosas que no sabía que sabía. Le agradezco a mi persona del 2001 por haber reproducido esas imágenes sin alterarlas ni tratar de explicarlas.
¿Son encontrables tu maravilloso libro “Cuerpo perforado es una casa” o tu obra reunida “Inmuebles”? ¿Qué piensas de estos libros con el tiempo transcurrido desde su publicación?
No lo sé, yo tengo sólo un ejemplar del primero y tres del segundo. Uno ejemplar está inutilizado, en uno de mis paseos encontré una estatua de un hombre pelícano, en una placa de bronce que instaló la municipalidad, decía que el pelícano alimenta a sus hijos con su propia sangre, que es así como nutre sus alas. La idea quedó rondando y no se fue hasta que decidí que los libros eran mis hijos y derramé sobre ellos mi sangre, literalmente. Así los siento, son seres vivos de vida incorpórea. Puse todos mis recursos a disposición de ellos para que cada libro fuera lo que quería ser.
¿Qué libros estás trabajando hoy?
“Un libro que no existe”, lo terminé de escribir hace poco, dos semanas, y amo los nombres de sus capítulos “La familia chilena es peligrosa”, “El poeta sueña con escapar de su cuerpo” y “Comunicaciones del fin del más allá”, que incluye en sus páginas un prólogo de Alfonso Calderón y un autosacramental de Calderón de la Barca. Todavía estoy en conversaciones con un querido y atento lector que además es editor. Pero como no es carrera ni hay apuestas, no hay ningún apuro en publicarlo. Ahora estoy más dedicado a mis poemas de principiante, me gustan, los escribo a mano en una libreta, son poemas sueltos, no hay relación entre unos y otros, salvo que están escritos en la misma libreta. No son malos poemas escritos a propósito, son los poemas que escribiría si no pretendiera escribir poesía, cosas que sólo les mostraría a mis amigos o a alguien que no conociera.