Por Tamym
Desde la distancia, tuvimos un diálogo cercano y fraterno con Francisco Martinovich Salas (Santiago, 1987), uno de los jóvenes chilenos que más admiro. Fue un verdadero gusto conversar con Pancho y me alegra sobremanera compartir sus palabras, certeras e iluminadoras. Para muchas personas, ser poeta hoy en día es sinónimo de vanidad y egocentrismo, de pretensión y competencia. Es verdad: hay muchos poetas de la competencia, poetas del ego. Sin embargo, hay otros seres que son todo lo opuesto, que brillan por su propia calidez. Francisco Martinovich pertenece a este tipo de poetas, los imprescindibles. Su poesía es transparente y directa: “Lidia” (2013), “Sospecha de nada”(2014) —un libro que es también denuncia mayúscula contra la dictadura y que cobró enorme vigencia luego de la Revolución Social de Chile— y “Galería” (2017), dan cuenta de esto. Desde 2014, Francisco organiza y coordina junto a Carolina Báez Veliz y otros compañeros las “Lecturas Mistralianas”, un ciclo que reúne todos los meses a escritores y lectores, poetas y oyentes, siempre bajo la consigna de mantener viva la voz de nuestra Gabriela Mistral. Francisco es fundador del sello Cerrojo Ediciones, una apuesta independiente que desde hace cinco años promueve y difunde el trabajo de jóvenes autores, abriéndoles las puertas para publicar sus primeras obras. Paralelamente, su trabajo como profesor y tallerista lo ha transformado en coordinador del emblemático taller de poesía La Chascona. Es también fotógrafo y músico, oficios que disfruta y de los que saca valiosas lecciones que luego aplica a su propia escritura: “uno nunca debiese privarse de acceder a nuevos lenguajes”, señala en esta entrevista, donde, además, reflexiona sobre nuestra actual situación en Chile. Admiro a Francisco porque es un poeta del compartir, del comunicar, del apoyar y sobre todo, del acompañar. Francisco habla con sus actos y es siempre un buen compañero de ruta, alguien con quien ser uno mismo, libremente. En esta conversación nos dice: “la poesía es para compartirse y multiplicarse, para abrir un universo”. Les invito a leer a Francisco, adentrarnos en su universo personal.
—“Sospecha de Nada” es un libro intempestivo: pasan los años (el libro fue publicado en 2014) y sus poemas -con esa su frescura y soltura característica en tu poesía, cargada de ironía y sarcasmo, pero con una profunda mirada crítica sobre los seres humanos, como especie en general-, continúan vigentes. No obstante esa ligereza aparente, “Sospecha de nada” es un libro directamente político: una gran crítica a las injusticias cometidas en dictadura y que, acontecido el Estallido Social de 2019, tomó nuevamente un protagonismo frente a las innumerables violaciones a los derechos humanos: “Nadie sospecha / hasta que no vuelves / nunca más”. Cómo has vivido todo este proceso del despertar social y cómo lo vincularías a tu libro, pensando en este “eterno retorno” (ya no futbolístico, como en tu poema) de las injusticias en Chile.
Es complejo sintetizar la experiencia de todo este acabarse Chile y la vivencia y reflexión personal en pocas líneas. En primer lugar, me parece que no hay mayor valor en el prever o incluso presentir que Chile es un país en que la fractura y la injusticia en todo orden –social, geográfico, político, económico, de bienestar, poder y toda otra sarta de conceptos posibles– cada cierto tiempo se hace violentamente explícita y visible, incluso para quien quiere cerrar los ojos e ignorarla, pues existe día a día. Cualquier libro o poema que quiera retratar la realidad social hoy, en el fondo habla del pasado, presente y futuro de Chile si es que el poder no deja de entenderse como una oportunidad, y comienza a verse como una responsabilidad.
En lo personal, convivo con el optimismo propio de quien contempla la manifestación de este “despertar” de forma tan masiva en las calles, redes y otros escenarios y la desesperanza de saber que en la historia del país los paradigmas se parecen “ajustan” con cierta regularidad (se aprueba una ley, se convoca una manifestación), pero el cambio más profundo siempre implica sangre y fuego, que nunca queman ni sangran a quien debiesen. Como país telúrico que somos, los pequeños temblores ni nos paran de la cama. Hoy más que nunca, además, contemplar a nuestros gobernantes, inoperantes, altaneros, tacaños, incapacitados a esta altura, irradia un pesimismo inevitable. Una rabia y angustia profunda que se condice con gran parte de la realidad que uno puede ver.
Sin ánimo de caricaturizar, por ejemplo, a inicios de este año me cambié de casa. Hasta diciembre residí a pocas cuadras de Baquedano. Todos los días eran una incertidumbre y una pena inmensa por lo que podía verse, escucharse, olerse, incluso desde la “seguridad” del confinarse en un 4to piso ante la violencia policial. Desde enero, a muchas cuadras más de distancia, y desde un primer piso en Providencia, pareciese no pasar realmente nada. Otro Santiago, otro Chile. Uno lo sabe, claro, pero es cuático verlo en primera fuente. Toda una cachetada. No hay indignación ni mucha empatía. Ni siquiera en términos de la pandemia. Todos acá son inmunes a todo, al parecer. Gente que pasea niños y perros, que sale a trotar y a recrearse y no mucho más. Empleadas domésticas que salen todos los días a comprar el pan, familias completas sin necesidad de salir, y que salen a pasear sin precaución alguna. Parece que ese insulto que es “no haber visto venir el descontento” tiene mucha lógica cuando vives contento.
—En este sentido, qué valor le otorgas a la poesía, en estos tiempos de profunda acción social, injusticias y pandemia sanitaria.
Nunca he creído que la poesía esté al servicio de las urgencias colectivas en términos de gesto creativo individual. No pienso que sirva para resolver los problemas del mundo, claramente. Un aspecto es la creación personal, del que creo no vale la pena referirse en tiempos como este. Otra cosa es lo que la poesía puede hacer por uno y por los demás como experiencia estética, artística, crítica, colectiva. Lo que hace un libro por una persona, por ejemplo, es algo que debiese compartirse y multiplicarse. Desde una mirada muy personal –y perdona el cliché– hay poemas que a muchos de nosotros nos han abierto ojos, ventanas y dimensiones enteras. Quienes tienen tiempo en este tiempo, bien podrían utilizarlo en leer, en compartir lecturas, en enseñar, aprender y colaborar. Y no solo pienso en la poesía, sino en cualquier trinchera, disciplina u oficio que abra los ojos, que te aprete y te exija a mirar más allá, a entender y aprender algo desconocido y que te hace más consciente de la realidad de los otros que nunca conociste. Así como quien se dedicará a escribir poemas o, mejor aún, a leerlos, quien aprenda a tocar piano o guitarra, a hacer muebles, pan o incluso quien aprenda que hay gente que vive a su alrededor y que se puede tener un gesto de amabilidad hacia ellos y ellas, va a abrir un universo que le era desconocido. Si puedes regalarte algo así, bien. Si puedes regalárselo a los demás, mejor. Hoy hay que estrechar la mano y ponerse al servicio del otro si es que tienes la posibilidad de hacerlo. Ya habrá tiempo de ser un huevón sin tanto riesgo.
—Eres un poeta que trasciende los límites de la palabra y el libro. Tu poesía es genuina y queremos leer más de tus creaciones. Hacia dónde apuntan tus proyectos creativos y en qué tipo de poesía estás trabajando en la actualidad.
Te agradezco el inmerecido piropo a mi trabajo. Me descoloca algo la pregunta, pues en términos de libros y publicaciones me considero poco programático a priori. Hay un par de textos que están ya en una fase más de potencial publicación (supongo que aplica ahí la idea de proyecto). Hoy, tal vez por qué, estoy escribiendo menos, tanto en cantidad de poemas, como en dimensión de estos. Menos versos, más cortos. Buscando algún tipo de fondo. Quizás, en tiempos de sobreestímulo aspiro a prescindir de la mayor cantidad de mediaciones posibles. En cualquier caso, hay que escribir. Hay que mantenerlo vivo.
—Como tallerista, te has desempeñado, primero el Taller Estudio 112, haciendo allí una labor inmensa. Desde hace ya varios años ejerces como coordinador permanente en el emblemático taller de poesía de la Fundación Neruda. Cómo ha sido esa experiencia y tránsito para ti: primero como becario y ahora como profesor. Cuál piensas que son los pro y los contras de instancias como un taller de poesía.
Dictar talleres ha sido un inesperado oficio. Muy gratificante. Enseñar o propiciar aprendizajes es una pega que siempre aspiro a hacer de mejor manera. Desde que recibí la invitación de Juan Diego y Lina al viejo Taller Estudio 112 todo ha sido un gran deleite que por suerte he podido seguir desarrollando casi sin buscarlo.
Sobre la Fundación Neruda, la verdad es que el tránsito se ha sentido muy natural, pasé extrañamente en poco tiempo de ser un becario bajo el alero de Jaime y Floridor y de recibir y ofrecer lecturas con poetas jóvenes cuyo trabajo ha decantado en bellas obras y carreras, a pronto ser invitado (cuando Floridor comenzó a enfermar) a llenar la mesa de 12 como “ayudante de taller”. Hoy como coordinador no siento tanto la diferencia y es extraño sentir un espacio tan emblemático como un lugar familiar. Sigo intentando aprender de poetas mayores como Jaime (lo que ha sido una enorme oportunidad), y en el último semestre de la gran Malú Urriola, trato de que mi aporte siempre esté sustentado y parta desde la base del mismo trabajo de los becarios y becarias y, por supuesto, absorbo cada gota que pueda del admirable trabajo y energía de estos, que hacen un trabajo individual y colectivo increíble e inspirador. Sus lecturas, sus procesos, son algo que año a año se renueva y a uno como participante de la mesa también le ofrece una experiencia distinta y muy provechosa. Leonidas Morales alguna vez nos dijo en una clase final de un curso que él no se jubilaba porque se dedicaba a aprender de sus estudiantes. Ojalá uno pudiese nunca jubilarse de ser testigo del trabajo de las y los poetas. De verlo ocurrir y transcurrir y de sentirse acaso una minúscula, pequeñísima parte en él.
—Además de esta labor, te desempeñas como editor del sello Cerrojo Ediciones. La celebro con mucha fuerza, pues se empeña en “apañar” a la poesía chilena emergente, a nuevos poetas. Entre ellos, Germán Alcalde, Micaela Paredes, y tantos otros. Partieron hace ya varios años y cada día más la editorial se consolida como una gran apuesta independiente. Cuál ha sido la clave de esta permanencia y cuáles los fundamentos sobre las que han elaborado la poética de Cerrojo Ediciones.
Agradezco nuevamente tus buenas palabras, esta vez hacia la editorial. Este sí lo creo merecido, pues siento que estos 5 años de existencia de Cerrojo han sido un motivo de orgullo. Para ser muy directo, creo que la clave de la permanencia y persistencia de la editorial pasa por dos ejes: el primero es la solidez y estabilidad que le aporta a un sello pequeño e independiente el trabajo profesional de mis colegas Felipe Zerené, Jorge Fernández y Rodrigo Barriga y de todos quienes en mayor o menor medida forman parte del trabajo de cada libro. Gracias a esto, el hacer un trabajo serio no nos ha privado del propósito inicial de nuestra idea, que es pasarlo bien haciendo libros bacanes. El segundo eje es ciertamente el catálogo. Poder contar con la confianza de autores muy jóvenes, que a la vez son poetas poco leídos y muy destacados, es un privilegio para nosotros. Nos permite crecer juntos y, como tú dices, apañarnos mutuamente y fomentar la difusión de obras que tienen un cuidado especial por sus herramientas de trabajo. Esto ha generado un conjunto de productos hermosos y relevantes que va creciendo y espero que así siga por muchos años más. En lo personal, es un gusto tener un catálogo que es de mi total agrado como lector y ver cómo poetas que comienzan con nosotros van dando pasos importantes en sus carreras y sus escrituras. Con los años, haber comenzado Cerrojo Ediciones se vuelve cada vez una mejor idea, la que se refuerza con la ayuda y compañerismo de locales y otras editoriales en el proceso.
—Por último, eres un gran melómano y músico. También, apasionado por el fútbol como pocos. Tú, fanático de la U, yo, del Colo (chispas de fondo). Sin embargo, en la cancha nos une el amor por el deporte y la amistad, por sobre todo. Cómo vincularías estas dos pasiones (música y fútbol) en tu desarrollo como artista y qué valores o enseñanzas de esas disciplinas ves que congeniar con el oficio de poeta.
Jajaja, bueno, como azul declarado ya no veo cómo salir bien parado de esta pregunta de un colocolino férreo con el que siempre es un placer compartir cancha. Creo que lo que me propones va de la mano con lo que te comentaba en una de tus primeras preguntas. Todo quehacer es un universo en sí mismo y tiene un nivel de dedicación y de logro que le es propio, y al que es difícil acceder desde fuera de ellas, o al que por lo menos puedes acceder de forma más consciente y completa desde adentro, creo, y no solo desde el mero goce externo. Claro, yo no me considero un buen futbolista, ni un buen músico. Tampoco un buen fotógrafo que es otro oficio del que disfruto mucho, pero creo estar más cerca de comprender estas disciplinas al practicarlas, aunque sea de manera mediocre. Creo que el someterte a la práctica de estos oficios y acceder a sus mecánicas y sus lenguajes propios, te vincula a otras formas de acércate a tu oficio principal, a tu vida, incluso. Esto me parece alucinante. Por cierto, no pretendería nunca ser ni querer ser el Matador Salas, ni Bielsa (ni acaso Tamym, por ese lado), ni Rocco Prestia, ni George Harrison, ni Sergio Larraín, ni Annie Leibovitz, pero creo que sumergirme en sus lenguajes, en sus sensibilidades particulares, me ayuda a ampliar el propio a la hora de la poesía. Uno como autor nunca debiese privarse de acceder a nuevos lenguajes o recursos, aunque sea solo para conocerlos y descartarlos. Son, a mi modo de entender, más lecturas en tu mochila. Hay una curiosidad artística que puede llevarte a muchos lugares, oscuros y claros, pero nunca serán negativos si entras a ellos con la convicción de salir fortalecido tanto en tu goce estético como en el aprendizaje y nutrición que puedes disponer después al desarrollo de tu trabajo.
Mayo, 2020.
*
POEMAS DE FRANCISCO MARTINOVICH SALAS
Tu cama no duró caliente
unas horas
se la llevaron, de improviso
como te fuiste
de ambos robos preservé regalos
un chaleco que me abriga cuando el frío
y un dolor que no me suelta cuando extraño
me dirijo en la mirada hacia tu cama
y no te veo
y no te encuentro
y ya no hay calma
(de “Lidia”, 2013, Yogurt de pajarito)
*
Eterno retorno
Lo que más
Lo que más me gusta
Lo que más me gusta del fútbol
Lo que más me gusta del fútbol son los futbolistas
Lo que más me gusta del fútbol son los futbolistas que se van
Lo que más me gusta del fútbol son los futbolistas que se van prematuramente
Lo que más me gusta del fútbol son los futbolistas que se van prematuramente del equipo
que se van prematuramente del equipo
porque desde ese día
su vida
es un eterno camino
de regreso a casa.
(de “Sospecha de nada” 2014, Gramaje Ediciones)
*
Para terminar
Que no se diga más que tú
que no se diga más que yo
que no se diga más
que nosotros
que dijimos
que cosas
que matamos
que al otro
que para terminar
que mutuamente
que nos callamos.
(de “Galería/Galerija”, 2017, Cuadernos de Casa Bermeja/ Mago Editores)
*
otros hombres, de otras tierras
de otro tiempo
se han quedado en un consuelo inmerecido
el latido, el torrente, el mal viento
la marcha de la muerte marcha lento
la mancha de la muerte es el vacío
(de “El sueño invertido”, inédito)
*
Campana
Hay que boxearle a la vida, viejo tío
hay que pegarle y darle duro, hay que guapear
hay que moverse, ligero, siempre vivo
hay que clavar la lanceta hasta el final
hay que topársela en día en un local
y hay que achorarse cuando se ponga brava
hay que agarrarle las pelotas como garras
y no soltárselas, que sangren animal
hay que boxearle, viejo tío, hacia adelante
hay que romperse los puños en su cara
y que la muerte nos pille desprevenidos
solo después que haya sonado la campana.
(de “Repite conmigo”, inédito)
* * *
Francisco Martinovich Salas (Santiago, 1987)
Poeta, editor, gestor y académico. Ha publicado los poemarios Lidia (Yogurt de pajarito, 2013), Sospecha de nada (Gramaje Ediciones, 2014) y Galería/ Galerija (Cuadernos de Casa Bermeja/Mago Editores, 2017) y coeditado el libro Obra Poética. Juan Marín (Cuarto Propio, 2014). Desde 2014 coorganiza el evento mensual Lecturas Mistralianas y desde 2015 es editor en Cerrojo Ediciones. Actualmente es coordinador del Taller de Poesía La Chascona de la Fundación Pablo Neruda y académico en la Universidad Adolfo Ibáñez.