Por Ernesto González Barnert
Acaba de presentar hace unas semanas atrás, poco antes de la cuarentena “Trópico de libra”, un poemario con que este joven poeta santiaguino (1999), encuentra una voz, y más que eso, da con un libro de excelente factura, juguetón sin dejar de ser profundo y conmovedor. En un país de tontos graves, creánme, es un gran paso, habla del dominio e inteligencia de Marcelo para construir este sólido portal, no pocas veces chispeante, a la poesía chilena, a lo mayúsculo sin perder lo minúsculo, a un discurso cargado de sentido, música y fuerza, pero sin dar la lata arriba del cajón de tomate o desde el púlpito como tantos libros ¡compañeros!. Un libro que me entretuvo y maravillo de pé a pá, tan audaz como bien pulido, tan operístico como desenfadado en la senda del mejor Vicente Huidobro o Juan Luis Martínez –JLM, ese loco que se creía JLM–, pero en su propia salsa.
¿Acabas de publicar tu segundo libro “Trópico de libra”, en medio del estallido, a comienzo del coronavirus, ¿cómo lo llevas?
Sí, lo presentamos en un escenario muy convulso tanto en lo social como en lo privado. Me he llevado bien con él después de publicarlo. En ese sentido, Trópico de libra es verdaderamente un primer libro.
Hace poco decías que escribir es un oficio solitario –ese lugar común–, algo extraño de sostener para alguien como tú, tan conectado y que ha sido un motor importante de la renovación del ambiente literario, partícipe de actividades y antologías, querido por el medio desde temprana edad, un poeta nada de desconocido y que sabe, estudia bien a sus colegas
Pienso que no es un cliché. No es individualista, pero sí individual. Todo lo que mencionas es el antes, el alrededor o el después del acto escritural. Ahí podemos compartir experiencias y lecturas, guiarnos y, como bien dices, estudiar. Estudiar es más que una posibilidad cuando pretendes hacer algo serio y de verdad: es una obligación. Después de escribir podemos socializar, criticarnos, editar. Es lo que ocurre en el espacio de un taller o con las editoriales mismas. Todo eso es compartido y enriquecedor, pero no es el acto escritural en sí, no es el momento mismo en el que escribes. Por otro lado, tu experiencia de vida, tu formación, tus significaciones y valoraciones siempre van a ser particulares e intransferibles, aun habiendo compartido con otros en las mismas instancias.
Creo que la escritura de “Trópico de libra” no tiene mucho de estar abandonada a su suerte, a su pérdida y a su maravilla, como apuntó el poeta Nicolás López Pérez en su reseña. Te veo más como un escritor que controla con buen pulso su imaginario, la ficción y juego que propones con tu obra, como eco de tu búsqueda lírica y conceptual y de la representación de las realidad(es) que observas. ¿Qué escritor eres allí?
No tengo idea. Ojalá el que dices tú.
¿Un texto tuyo que leerías en una sala de clases para alumnos de Liceo?
Leería textos de otros, no míos. Pero sí podría pedirles que dibujen una estrella fugaz y escriban su deseo en el espacio que el libro da para eso (pág. 34). Que sepan cuál es, que lo conozcan, que indaguen ahí antes de que sea demasiado tarde.
¿Qué verso o frase llevas como un mantra dentro de ti en los días aciagos?
Un fragmento de Basura de A.R. Ammons: “cuando no puedas quitar una cosa del mundo, quítatela de la cabeza”.
¿La poesía qué ha sido para ti? ¿Una manera de contrarrestar la incertidumbre?
Un eje y una necesidad de primer orden, sin exagerar. Leer poesía, estar en contacto con las fuentes donde creo que está. No estoy hablando de escribir. Escribir sí puede ser un intento por contrarrestar la incertidumbre, aunque en los hechos no haga más que acrecentarla.
¿Qué poetas te gustan hoy en día?
Examinando a los primeros favoritos que se me vienen a la mente, lo que une sus obras es una sabiduría que no tiene nada que ver con dogmas y, por supuesto, indesligable de un trabajo formal también muy personal y notable, más allá de su carácter tradicional o más experimental. Todos aquellos poetas que me hacen preguntarme cómo diablos lo hicieron, cómo pudieron llegar ahí, a un grado de belleza único que los hace distinguirse, ser lo que son y seguirán siendo. Fundamentar los gustos es algo muy complejo. Voy a ejemplificar con algunos poetas vivos: Joy Harjo, Cees Nooteboom, Louise Glück, Nuno Júdice, Chantal Maillard y Diego Maquieira.
¿Un libro(s) que nunca has podido terminar de leer?
Muchos. La mayoría ha sido por abordarlos de una manera caótica y otros tantos porque, aun en un ambiente grato y siguiendo el orden lógico, simplemente no pude. Entre estos últimos: La Colmena de Cela y el Omeros de Derek Walcott.
¿Nos podrías regalar algunos de los libros, álbumes, películas o pinturas que estos días son cruciales?
Voy a compartir un ejercicio que a lo mejor a alguien más le interesa: leer un poema diario de Nezahualcóyotl, Rumi, Khayyam, Li Po, Hafiz, Hanshan o algún presocrático (los Versos Áureos de Pitágoras, por ejemplo). 7 poetas para 7 días, aprenderlos e irlos alternando. Leérselos a otra persona si es posible. Abandonar esta rutina y volver a hacerla después de un tiempo. A mí me ha servido mucho.
Y álbumes: A toda Cuba le gusta de Afro Cuban All Stars, que podría ser para la mañana o para trabajar. Para la tarde, The Living Road de Lhasa de Sela o Peso argento, colaboración de Flavio – de los Cadillacs- con Ricardo Iorio. Para antes de dormir recomiendo Cupaima, el disco cúlmine de Chavela Vargas, o los nocturnos de Chopin interpretados por Arrau. Todos disponibles en youtube.
¿Qué viene a tu mente cuando piensas en “poesía chilena”?
La idea de un país. De que Chile realmente existió alguna vez y que, en algunos sectores del territorio y su gente, todavía existe. Un registro, pero también un desafío, una promesa. Una imagen que se acerca a eso que llaman “el Chile profundo” y que todavía le da sentido a este accidente histórico. Algo realmente genuino, cuyo alrededor es absolutamente deplorable.
¿Cómo ha sido tu relación con la obra nerudiana?
En Chile, no hay casa alguna en la que alguien no sepa de memoria los primeros versos del Poema XX o haga chiste con el “me gustas cuando callas”. La mía no fue la excepción. Recién le tomé el peso cuando un tío me regaló para un cumpleaños la antología preparada por Isidora Aguirre, una caja con dos tomos, bellísima edición. A partir de ese centro fui ampliando las lecturas. Su primer gran poema, para mí, es Farewell, que publicó a los 19 años. Y sus cumbres, Residencia en la Tierra y Alturas de Machu Picchu del Canto General. Están muy alto, incluso para él mismo, que lo supo muy bien. Me contenta que mi contacto haya sido temprano, porque lo leí desprejuiciadamente. Hoy lo veo ajeno a mí a Neruda, no es uno de mis referentes principales.
Selección de poemas de “Trópico de Libra”
Nocturno
“Habrá estrellas para siempre, mientras durmamos”
Sara Teasdale
Las luces de la noche
no serían posibles sin la oscuridad
La oscuridad de las calles de la noche no sería lo que es
sin la luz del otro día
Las noches se miden en estrellas
a pesar de que estén llenas de fantasmas
Cuando una estrella se introduce en los que duermen
entonces hablaríamos de un sueño
Despertar es una chance de estar vivo
Acostarse es la esperanza de volver a despertar
007
Después del tono, grabe su mensaje
Los teléfonos nos dicen que la poesía es literatura. Que no es más que una llamada telefónica que no contesta nadie.
Los teléfonos no saben lo que es una llamada telefónica.
Las voces que solían contestar al otro lado del teléfono se encuentran bajo tierra o en el hospital donde se hayan no reciben más visitas ni llamadas telefónicas.
Ya no hay nada que esperar en el teléfono.
Ya no hay nada que esperar de los teléfonos.
Porque aquí ya no hay más voces para decir nada y no quedan más oídos que respondan en ninguna parte.
Pero hay cosas que decir respecto a la naturaleza de la poesía sin necesidad de voces ni teléfonos ni oídos ni literatura.
Poesía es una llamada telefónica que nadie hace y que algo la contesta de un lugar desconocido.
¿?
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