Noviembre 7, 2024

“Como en Chile hay farmacias en Japón hay librerías” Entrevista a Marcela Chandía

Por Ernesto González Barnert

Marcela Chandía, trabaja como profesora de japonés desde el año 2006. Actualmente se desempeña como Profesora de Idioma Japonés y Literatura Clásica Japonesa en el Instituto Cultural Chileno Japonés. Con especializaciones en Pedagogía del Idioma Japonés como Segunda Lengua en The Japan Foundation e Introducción a la Lingüística en Leiden University, además del estudio de otras lenguas. Ha continuado su educación en esta área tomando varios cursos en universidades como Keio University y Otemae University, entre ellos el curso de haiku con el experto en el campo Prof. Koji Kawamoto. Obtuvo Premio Mención Honrosa en la 26ª y 27ª ediciones de la competencia organizada en Japón por la compañía de té verde Ito-en “Oi Ocha New Haiku Contest”, siendo dos de sus poemas publicados en las antologías de obras ganadoras de los años 2015 y 2016, dentro de la categoría de haiku escritos en japonés. El 23 de agosto del año 2017 publicó la traducción directa de la antología poética del siglo 13 Hyakunin isshu bajo el título “Cien poetas, un poema. Colección de Ogura” junto a Editorial Cuarto Propio. El 22 de junio del año 2019 ha publicado De lo escrito en mi abanico, los haikus de Oku no hosomichi de Matsuo Bashou con Editorial Noctámbula en su línea Omamori, dedicada a la literatura japonesa. El año 2019 volvió a participar en un programa de The Japan Foundation sobre Técnicas Pedagógicas para la Enseñanza del Japonés, viviendo un mes y medio en Japón.

Antes de su viaje me tocó, invitado por Mónica Drouilly Hurtado, presentar De lo escrito en mi abanico –los haikús de la Senda de Oku de Matsuo Bashou–, referenciado en el párrafo anterior, un viaje maravilloso a los haikús contenidos en el último diario de Bashou, cercano a su muerte, a través de las traducciones directas de Marcela. Un libro inteligente y emocionante que mantiene viva la chispa, artesanía y sabiduría sutil del mayor poeta japonés. Ya años antes había gozado su libro Cien poetas, un poema [Colección de Ogura], que encontré en el mesón de Cuarto Propio. Una joya extraña e imperecedera. En estos días de lecturas y reelecturas les comparto uno de esos textos que vuelve una y otra vez a mi cabeza, desde que lo leí tras la primavera del libro y que ahora cobra un nuevo significado: “Sin poder soportar la soledad salgo de mi hogar y miro alrededor, de la misma forma por todas partes está el anochecer de otoño.”

Acá pueden leer mi presentación De los escrito en mi abanico: https://tinyurl.com/ybeb5ot2

Los invitamos a leer a esta eximia japonista, maravillosa traductora y escritora. Una mariposa japonista que nos brinda compañía en esta caminata (mental, en estos días aciagos) parafraseando con libertad a Shiki Masaoka.

– Marcela, como académica, escritora y traductora de literatura japonesa, cómo ves este período de estallido social y pandemia? ¿Qué consejo crees nos daría Basho?

Lo veo como una prueba a la que nos enfrentamos y en la que al final se verá de qué estamos hechos, donde están los verdaderos afectos, qué es lo realmente importante. Creo que la cuarentena también nos da la posibilidad de guardarnos y reflexionar. Algunos decían que Bashou era un agente encubierto del shogunato Tokugawa, el mismo hace una referencia velada en el Oku no hosomichi de alabanza a este y después indica que el tema está fuera de las competencias de alguien como él. Muy en la tónica japonesa, siempre insinuado, nunca dicho claramente. Por otra parte, creo que el proceso de componer un haiku es algo que podríamos utilizar en estos momentos, poner atención a las cosas pequeñas, cotidianas, disfrutar lo simple a nuestro alrededor y cultivar el mundo interior.

– Sigues realizando clases de literatura clásica japonesa a través de Zoom los sábados a las 11 a.m. –Un verdadero faro estos días abierto al estudio de literatura japonesa de primera fuente– ¿Cuéntanos de eso, favor?

El año pasado cumplí 5 años realizando las clases y talleres en el Café Literario Parque Bustamante, el primer lugar donde las hice. Y aunque al principio no lo sabía, los hechos acaecidos en el país, en los sitios donde trabajo, etc. iban a significar también el año en que ese ciclo, como había sido hasta ese momento, llegaría a su fin. Por lo tanto el 2020 lo comencé, en ese aspecto de mi vida, con una sensación de incertidumbre, de no saber cómo, cuándo, dónde iban a continuar estas clases. Y se viene la pandemia, la cuarentena, y de pronto la forma de relacionarnos, de expresarnos cambia, y me digo ¿y por qué no? Sin saber si iba a resultar, si a alguien le iba a interesar, sin siquiera saber usar bien la tecnología necesaria. ¡Y la gente reaccionó muy bien! Incluso muchos de regiones que me decían que siempre habían querido participar y la distancia no lo permitía, ¡tengo hasta una alumna desde Bolivia! También al ser clases completamente mías, no de una institución, tengo la libertad de tratar cualquier autor, estilo, tema, responder a las peticiones de los alumnos. Lo mismo ha pasado con mi canal de youtube, que comencé al mismo tiempo de las clases en Zoom, y que si bien es un proyecto en sí mismo, se complementa muy bien con las clases, incluso a veces los alumnos me piden tratar en más profundidad el tema que presenté en el video durante las clases.

– ¿Qué le dice la escritora a la traductora y viceversa?

La traductora y lectora quiere siempre incluir cada gota de información obtenida, conocida, mientras más detallado y complementario el texto, mejor. Pero la escritora, en realidad los amigos y conocidos de la escritora, dicen que hay que contenerse un poco, que menos es más y todo eso. ¿Cuál triunfa? Depende del formato, si es una clase o la preparación de un libro, y si es que hay alguien que me guíe, y contenga, o no.
– ¿Cuál es a tu juicio lo básico para entender un haikú, un tanka, un renga? ¿Qué otros te interesan?

Creo que mucha gente pone demasiado énfasis en la forma más que en el fondo. O sea, esperan ver en la traducción la misma métrica que en el original, sin saber o comprender que para ello se debe alterar de tal manera lo que se dijo en el idioma original, sobre todo cuando hablamos de unos tan disimiles como el español y el japonés, que al final se pierde completamente. En mis clases y traducciones siempre me enfoco en el significado, en qué quiso trasmitir el poeta, a fin de cuentas la poesía son sentimientos y emociones, y en explicar la técnica usada y cómo eso influye o afecta la expresión del poeta. Por lo tanto, para entender estos estilos siento que lo más importante es tener en cuenta el tema que tratan y la época en que se produjeron, ya que esto afecta también. En pocas palabras, el haiku se enfoca en el mundo que habita el ser humano, el senryuu en las emociones del ser humano, y el tanka respondía a temas y a una estructura rígida y muy técnica. Obviamente todo esto si hablamos de poesía clásica, estos estilos también tienen su versión más contemporánea que no necesariamente sigue estas directrices. Y en cuanto a qué estilos me interesa, me gusta la poesía en general, no sólo japonesa. Amo a Bécquer, Shakespeare, Nicanor Parra, etc. como me sucede con las canciones, si el tema y la forma de expresarlo me llegan, me gusta.

– ¿Qué acento ves en la literatura japonesa que le falta a la castellana escrita en Chile?

Audacia, y un interés en el lector muy fuerte. Deambular por una librería japonesa es un deleite, la variedad de tópicos abarca cuanto tema existe bajo el sol, la edición es cuidadísima, hay diseño, hay pensamiento en cómo presentar el texto de forma atrayente, la tinta, el papel (me encanta oler los libros japoneses, son dulces). Yo siempre digo que en Japón leer es como comer o tomar agua, algo que haces porque es parte de la vida, más allá si eres un lector ávido o no, se lee pues es una necesidad humana. Y eso es dado que hay libros para todos, sin importar los intereses, la capacidad económica, el lugar donde vivan (como en Chile hay farmacias en Japón hay librerías). Y eso representa un trabajo, un desafío tanto para los escritores como para las editoriales.

– ¿Qué traducciones o investigaciones vienen en camino? Sé que estás trabajando con Mónica en la traducción de la poesía de Kaneko Misuzu?

Efectivamente. Si bien me especializo en literatura clásica la poesía de Misuzu desde la primera vez que la leí en clases en Japón me llegó al corazón y siempre quise que fuera conocida acá. Así que cuando Mónica me dijo ok, traduzcamos a Misuzu fue una felicidad inmensa, y estamos en la etapa de edición, la cual obviamente como tantas otras cosas, ha sufrido un retraso por toda la situación nacional y mundial, pero seguimos con ello y pronto podrán disfrutar como yo del alma de una mujer maravillosa en Flor de naranja amarga. Por otra parte, estoy trabajando en un proyecto más pedagógico podríamos decir, en el cual usar todo lo que he aprendido e investigado sobre poesía japonesa y acercar ese conocimiento a los lectores.

– ¿Qué libros te gustaría traducir?

Las Tres Grandes Antologías: Manyoushuu, Kokin Wakashuu y Shin Kokin Wakashuu. No enteras, tal vez, pero si traerlas al público actual ya que son una fuente de poesía tan maravillosa. Y también publicar antologías de autores que en español casi no se encuentran, o de frentón no se encuentran, como Ariwara no Narihira o Fujiwara no Sadaie. Y algún día quizás algunas light novel como Ookami kodomo no Ame to yuki de Hosoda Mamoru (y que después él mismo hizo película). Siento que las light novel, dedicadas principalmente a un público adolescente, tienen una calidad insospechada por estos lados y pueden ser un buen aporte, incluso para adultos.

– ¿Un haikú que lleves como un amuleto dentro de tu corazón estos días?

Dos, uno de Bashou “De lo escrito en mi abanico destrozado solo quedan restos”, y otro de Kawabata Bousha “Una gota de rocío la hormiga se detiene sobrecogida”. Creo que ejemplifican nuestra situación actual, el mundo como lo conocíamos ya no existe pero tampoco sabemos cómo será el que viene, y eso, y la pandemia misma, nos tiene atónitos.

– ¿Qué poetas japonesas nos recomendarías?

Clásicas, Nukata no Ookimi, Ono no Komachi, Ise, Izumi Shikibu. Más contemporáneas, Yosano Akiko, Kaneko Mizusu y Tawara Machi.

– ¿Cómo ha sido el viaje literario desde “Cien poetas, un poema. Colección de Ogura” (Editorial Cuarto Propio, 2017) a  “De lo escrito en mi abanico, los haikus de Oku no hosomichi de Matsuo Bashou” (Editorial Noctámbula, 2019)?

Ha sido de un crecimiento personal y profesional muy importante. Cuando publiqué “Cien poetas, un poeta” era casi una aventura, en cierta medida algo que creía iba a ser una sola vez y al final de mi vida iba a decir “planté un árbol, publiqué un libro, etc.” Fue una idea loca que se me ocurrió una noche muy tarde traduciendo los poemas para las clases de literatura y de pronto pensé ¡guau, voy a traducir el libro completo! después se lo comenté a algunos de mis alumnos y me dijeron y por qué no lo publicas, a lo que yo dije ¿y a quién le va a interesar? Cuando fui a hablar con Marisol Vera y ella me dice yo público esto, salí de esa reunión sin entender qué pasaba, llamé a un amigo que me dice, oye, ella se dedica a esto, debe saber lo que va a funcionar o no. En cambio cuando publiqué “De lo escrito en mi abanico” ya había asumido que publicar traducciones era una arista de mi trabajo de difundir la literatura japonesa. Había estudiado más, había traducido más, había visto mi trabajo recibir atención de tanta gente que sabía que debía hacerlo mucho mejor. Por ejemplo el año pasado estuve seis semanas viviendo en Japón capacitándome en técnicas pedagógicas, y compré muchos libros pero pensando en futuras traducciones, ya no sólo como material para usar en clases.

– ¿Cuáles son los diez libros que recomendarías para iniciarse en la literatura japonesa?

Dos que siempre recomiendo ya que son las piedras angulares: Genji monogatari y Heike monogatari. El primero tiene una traducción directa y dos indirectas, el segundo creo que sólo está traducida al español la novelización de Yoshikawa Eiji. Ise monogatari, de autor anónimo aunque algunos se lo atribuyen a Ariwara no Narihira, El libro de la almohada de Sei Shounagon, Pensamientos desde mi cabaña de Kamo no Choumei, Sendas de oku (o Senda hacia tierras hondas) de Matsuo Bashou, El gran espejo del amor entre hombres de Saikaku Ihara, El barco del río Takase de Mori Ogai, Corre, Melos de Dazai Osamu, Soy un gato de Soseki Natsume. Están cronológicamente, excepto los dos primeros, por lo que es posible ver la evolución, los distintos estilos, y quedar con una idea bastante global de lo que se habla cuando hablamos de Literatura Japonesa. Ahora bien, cómo he mencionado antes, me especializo en literatura clásica por lo que Mori Ogai es lo más contemporáneo de la lista. No me atrevería a sugerir autores más actuales ya que he leído muy poco en ese ámbito.

– ¿Qué libro no has podido terminar de leer dentro de la literatura japonesa?

El Heike monogatari. Son esos libros monumentales, en que pasan tantas cosas, hay tantos personajes, y hasta hace algunos años que apareció la novelización que realizó Yoshikawa Eiji, era además una obra difícil de enfrentar. En general la utilizo bastante como libro de consulta eso sí.

– ¿Cómo ves la lectura de Neruda en Japón? 

 

Como comenté antes, la oferta bibliográfica en Japón es increíble por lo que es difícil no encontrar un autor traducido al japonés, sobre todo si estamos hablando de un Premio Nobel. Si buscas en librerías puedes encontrar, fácilmente, Canto General, Alturas de Machu Picchu, 2000 (*), y colecciones de su poesía.

 

 

* En japonés dice “2000 años” así que no estoy segura si es la misma, vienen: Las máscaras, las invenciones, las espigas, la tierra, los invitados, los hombres, los otros hombres, los materiales, celebración.

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Foto de Carolina Brown

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