Noviembre 24, 2024

“Seguiré escribiendo mientras sea una necesidad”. Entrevista a Micaela Paredes

 

 

Por Tamym

 

Micaela Paredes es una poeta chilena con una profunda vocación, quien publicara en 2017 su primer libro llamado “Nocturnal, al que le siguió “Ceremonias de interior” en 2019, ambos editados en Chile por Cerrojo Ediciones, la tremenda apuesta independiente liderada por el poeta Francisco Martinovich. “Adiós a Ítaca” es su nuevo libro, recientemente publicado por El Taller Blanco Ediciones (Bogotá, Colombia, 2020). Micaela vive actualmente en Nueva York, donde pasó primero por un doctorado en Stony Brook, lugar en el que residiera tantos años Pedro Lastra, a quien Micaela menciona como referente a la hora de entender el oficio del poeta, en su lado artístico y humano. En esta entrevista, nos cuenta sobre su nueva publicación, la academia, sus días en cuarentena y sus nuevas búsquedas poéticas, siempre en un viaje de descubrimiento y aprendizaje, sobre todo de sí misma como autora y persona. “La poesía es una experiencia humana”, nos dice Micaela. Les invito leer sus palabras y su poesía.

 

 

– “Adiós a Ítaca” reúne parte de los poemas antes publicados en “Nocturnal” (2017) y “Ceremonias de Interior” (2019); viene siendo una Antología de tu propia obra. No obstante, también puede leerse esta publicación como una sola “unidad” literaria que transita desde las temáticas más universales de “Nocturnal”, pasando por los tópicos del amor y la memoria en “Ceremonias de interior” y nuevas experimentaciones formales junto a referencias textuales (a diversos autores como Anna Ajmátova y Pedro Lastra) en los poemas inéditos incluidos en este libro, siempre bajo el alero de este viaje a las “Ítacas interiores” (tu universo propio como autora) donde “ Lo ido y por venir son dos ficciones, dos sombras: una polvo, la otra ruido”. Cuéntanos el origen de esta nueva publicación y cómo notas en ti misma el desarrollo (progreso, evolución) de tu poesía, desde los primeros poemas de 2017 en “Nocturnal” hasta el día de hoy.

 

La publicación de Adiós a Ítaca fue algo que surgió inesperadamente. Un poeta venezolano, Néstor Mendoza, con el que entablamos conversación a distancia hace ya cuatro o cinco años, comenzó un proyecto editorial independiente hace poco, El Taller Blanco Ediciones. En el contexto de la cuarentena me invitaron a formar parte de la colección de poesía y colgar la versión digital para descargarse. Decidí hacer una selección de lo que he escrito y publicado hasta ahora, y agregar algo de lo nuevo, porque todavía no hay un proyecto inédito acabado, publicable.

 

No lo pensé así al momento de armarlo, pero ahora que lo dices, la antología dibuja una especie de recorrido, la continuidad de un viaje en que las elecciones formales y asuntos han ido mudando, desde los primeros poemas de Nocturnal hasta las islas últimas (los inéditos forman parte de un conjunto que provisoriamente se titula Islas). Hay, por una parte, un tránsito, una apertura en las formas, que va de estructuras clásicas a poemas con más variedad y soltura de metros y ritmos, intentos de verso libre, que es lo más difícil. Un cierto despojo retórico. A la vez hay una concreción, un cambio de perspectiva, de un decir a ojos cerrados hacia el gesto de querer mirar hacia afuera y no saber hacerlo. A pesar de que los poemas inéditos que elegí para la antología quizás no dan mucha cuenta de esto último, lo que estoy escribiendo ahora se centra en ese ejercicio de mirar e interactuar con el contexto inmediato, material.

 

-Cuáles referentes dentro de la poesía chilena sientes que tocan tu propio trabajo y cómo se relacionan con tu poesía. Dónde ubicarías tu poética dentro de este panorama.

 

De los de siempre, Mistral, Neruda y Rojas han sido lecciones de oficio permanentes; aprendí a escuchar con sus poemas, me enamoré de la métrica a través de ellos, también a través del Parra de Poemas y antipoemas, en que el endecasílabo, en su riqueza y elocuencia rítmica, es contenedor de experiencias cotidianas, de un decir sencillo, directo, pero todavía de vuelo lírico (pienso en “Se canta al mar”, “Hay un día feliz”, “Es olvido”). Las inquietudes metafísicas de Díaz-Casanueva y Anguita me fascinaron desde el primer encuentro, y creo que vuelvo a ellos intermitentemente, entre desencuentros y nuevos encuentros. Aunque los siento más lejanos estéticamente a lo que he hecho hasta ahora, la obra de Lihn y Millán, su espíritu y oficio, son puntos de referencia importantes. Finalmente, conocer a Pedro Lastra poeta y persona también ha sido decisivo. Es un maestro en diferentes dimensiones; he aprendido mucho de su aguda, sensible, despojada y fraternal manera de entender la poesía, no solo como un hecho literario sino como práctica y experiencia humana. De los poetas chilenos vivos, él, Juan Cristóbal Romero y Rafael Rubio son mis referentes.

 

-Hagamos una mirada crítica de la Academia. Cuáles considerarías que son los pro y los contras del estudio literario para el desarrollo artístico y creación en general.

 

Es un tema al que le he dado algunas vueltas porque me toca directamente. Estudié la carrera de Letras y luego me fui (me vine, pero es que sigo pensando desde Chile), a Estados Unidos a hacer un doctorado. Duré un año, en el que terminé de darme cuenta de lo estéril que resulta el ejercicio académico tal y como se plantea actualmente, en las Humanidades en general y en el campo literario en específico. La mayoría de departamentos de literatura ya poco tienen que ver con ella; los textos poéticos se usan como pretexto para hablar de cualquier otra cosa, que puede ser interesante, tener un valor social o sociológico, pero que en su planteamiento termina por instrumentalizar el texto literario de manera programática. Esa falta de interés y cuidado, de amor por la materialidad y sustancia misma del texto literario, me hace mirar con cierta desconfianza las aproximaciones teóricas a la poesía desde la academia. Otro es el caso de los programas académicos de escritura creativa, como el que estoy cursando ahora. Es una instrumentalización de otro tipo. No creo que ninguna universidad pueda darte un título que valide tu condición de poeta. Tengo mis propios conflictos internos con esto de estar haciendo un máster en escritura creativa -y no voy a explayarme en eso aquí- pero puedo decir que si decidí postular a uno fue buscando tiempo y sostén económico para poder reordenar mi vida, leer y escribir, y eso es lo que encontré.

 

Como conclusión y para terminar de responder a la pregunta, creo que el desarrollo artístico sigue sus propios cauces, tiene sus propios ritmos y espacios (solitarios y sociales), no necesita de la teoría ni la crítica para seguir floreciendo en diferentes direcciones. Por el contrario, en el coqueteo con la academia, el ejercicio creativo corre el riesgo de contaminarse y enredarse en asuntos que muchas veces es mejor plasmar en un paper (si es que vale la pena hacerlo), que en verso o prosa de ficción.

 

-Desde hace unos años co-editas la revista literaria “América Invertida” acá en Nueva York, la cual genera vínculos entre la poesía hispanoamericana y la lengua inglesa, pero, por sobre todo, da a conocer nuevos valores de la poesía del Sur del continente acá en Norte. Para que nuevos lectores puedan acceder a esta hermosa iniciativa: como definirías en trabajo de “América Invertida” y cual seria la invitación para esos lectores/creadores.

 

El proyecto de América Invertida nació justamente como una vía de escape y camino alternativo al ambiente hostil y absurdo en el que nos sentíamos inmersas, Isabel Murcia, Sara Martínez y yo (las tres editoras) en ese primer año de doctorado en Stony Brook, a comienzos de 2018. Ellas fueron las que concibieron la revista y me invitaron a participar. La idea era sencilla: retomando y queriendo continuar con el legado poético que Pedro Lastra había dejado en ese rincón perdido de Long Island en el que trabajó como profesor por muchos años, quisimos crear un espacio para compartir en torno a la poesía escrita en español desde un lugar del mundo en que el idioma oficial es el inglés, pero en el que el intercambio y experiencia humanas en español se toman cada vez más espacios y dimensiones (sociales, políticas, artísticas). Por una parte, está el soporte impreso y digital de la revista, en que publicamos autores inéditos, consagrados, ensayos sobre poesía, traducciones (de textos en inglés y portugués al español), entrevistas y reseñas. Por otra, organizamos encuentros en Long Island y Nueva York para compartir en torno a la poesía: lecturas, encuentros de traducción, conversaciones con autores, presentaciones, etc. El proyecto dio frutos, ha seguido afianzándose y encontrando lectores y colaboradores en diferentes lugares de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa (España, Portugal, Francia). Siempre estamos recibiendo colaboraciones y propuestas a través de la página web o del email.

 

Un hito importante para nosotras ha sido la consolidación del Premio de Poesía Pedro Lastra. La primera convocatoria fue el año pasado y recibimos muchos textos. La ganadora fue Irizelma Robles, poeta portorriqueña, con el poemario Lacustre, y teníamos planificado lanzarlo en Nueva York ahora en abril, pero hemos tenido que suspender el evento hasta nuevo aviso, por la situación planetaria excepcional que estamos viviendo. De todas formas, la convocatoria para la segunda versión del Premio está abierta ahora y cierra el 30 de abril.

 

-Tocando esta contingencia, transitamos un período de pandemia extremo y terrible. Estamos en la ciudad (Nueva York) con el mayor índice de muertes y contagios: por paliza, se vive acá la peor crisis sanitaria a nivel mundial. Cómo has vivido este proceso lejos de tu país, cómo has hecho para sobrellevarlo y cuál sería el mensaje para Chile, donde quizás se ve esto aún con ligereza.

 

Es una situación que no termino de asimilar y creo que nos tomará mucho tiempo a todos digerir, interpretar, sacar lecciones de ella. Los primeros días fueron de mucho desconcierto; no creía posible que la máquina fuera a parar. Pero así ha sido, en mayor o menor grado, dependiendo del lugar. Un parte de mí siempre ha tenido propensión a la vida ermitaña así que lo he disfrutado bastante: me he reconectado con mis propios ritmos. Aparte del tiempo que tengo que dedicar a dar clases de español por Zoom y a los talleres del máster, los días se me van leyendo, escribiendo, viendo películas, dibujando con lápices de colores, meditando, o haciendo nada. También conversando con la familia y los amigos. Es bueno sentir que este vernos obligados por el exterior a guardarnos puede convertirse, en vez de en un aislamiento, en una oportunidad para redescubrir cómo conectarnos con nosotros mismos y con los demás de manera más genuina. Digo esto consciente de lo afortunada que soy de encontrarme en la situación en que me encuentro: con todas las necesidades básicas -y más que básicas- cubiertas. Por lo mismo, no soy nadie para mandar mensajes ni dar recomendaciones.

 

-Por último, hacia dónde apunta tu nuevo trabajo, cuáles son tus próximos desafíos.

 

Sigo escribiendo poemas, sin pretensiones ni expectativas de nada. Seguiré escribiendo mientras sea una necesidad hacerlo. Inevitablemente estar aquí en Nueva York, entre espacios, personas, paisajes, sentires y maneras de comunicarse diferentes, ha repercutido en lo que estoy escribiendo, por vías conscientes e inconscientes. Uno de los efectos es el que mencionaba de atreverme a mirar hacia afuera, y dar cuenta de la resistencia de un espacio nuevo -no cargado de memorias afectivas- a ser leído, plasmado poéticamente.

 

Hasta ahora no había trabajado en proyectos con una estructura a priori en mente, pero los talleres me han obligado a exigirme eso y ha sido positivo en algunos sentidos. Ahora mismo estoy escribiendo poemas que, de una forma u otra, dialogan con la obra de otros poetas, muertos. Algunos poemas son reescrituras o versiones libres, otros simplemente tienen como pie forzado algún verso robado. No sé si prospere o se quede en un puñado de ejercicios, pero en eso estoy.

 

*

 

POEMAS DE MICAELA PAREDES

 

 

Noche adentro

 

Escucho una estampida de pájaros nocturnos,

el eco que repiten las piedras sin memoria.

Las hojas empozadas se sueñan en su rama

mientras las aguas callan el curso de las horas.

 

Solo he vivido un día y todo ha sido noche.

 

Herida de ceniza mi frente aún espera.

Oscuras mariposas en mis manos escampan.

Sus alas rotas cargan la errancia de otro entonces,

las esquirlas de un tiempo que en ofrenda se alza.

 

Vivir es soñar días sabiendo que es de noche.

 

(de “Nocturnal”)

 

*

 

No es el fuego

 

No es el fuego

la mejor metáfora del amor,

no el ardor de las lenguas

que consuman y consumen en dos carnes su deseo,

sino el frío de una noche que atraviesa

tiempo y sangre hasta forjarse él mismo cuerpo

como imagen de un ausente

que en la luz de su reflejo aún perdura

y remece al cuerpo amado, ahora solo.

 

La violencia no del fuego: de la muerte,

su silencio entretejido a la intemperie de una noche

blanca y sola

tan estéril y radiante

como nieve que se agolpa

sobre bosques y pestañas

habituadas al espanto.

 

No es el fuego

la mejor metáfora del amor,

sino el pasmo de encontrarse de una vez

repetida y diferente en el espejo

de una misma y sola noche

con la sal de un nombre ajeno

disecada entre los labios.

 

(de Cereminias de Interior)

 

*

 

Sermón del muerto

 

No quieras empuñar lo acaecido.

Lo ido y por venir son dos ficciones,

dos sombras: una polvo, la otra ruido.

 

No esperes más que instantes: las visiones

que ahogan el presente pertenecen

al fuero de la muerte y sus pulsiones.

 

La carne y su memoria solo ofrecen

el mezquino calor de lo humillado

a la sombra de cuerpos que envilecen.

 

Espera, y el amor —mal consagrado—

al fin se mostrará tal como fuera

desde el principio: un muerto disfrazado

que hoy vuelve a contemplar su calavera.

 

(de Ceremonias de Interior)

 

*

 

 

El peso de otra isla

 

                        los cuerpos, dominados por la luz, se repliegan

ante el asesinato de la piel.

 

Virgilio Piñera

 

 

Ojalá pudiera hablar de la maldita circunstancia

más allá de la epidermis,

enumerar las formas exteriores de la miseria,

su proliferación convertida en fuego.

Testar el barro que penetra en los oídos,

describir cómo se revientan córneas e incineran cuerpos

en una isla real y su horrorosa circunstancia.

Palpar el tiempo en los escombros de la carne;

no tener más el derecho a imaginar

las circunstancias mientras sostengo todo el peso

de una isla inexistente en la cabeza.

 

(Inédito)

 

*

 

Hacia dónde

Pero Ítaca está dentro, o no se alcanza.

Francisca Aguirre

 

No alcanzarán las islas que contaste

y aproximaste en sueños, tras la niebla de la infancia,

a extinguir el rencor que hoy incendia

y consume todos tus barcos.

Henchidos de silencio entre la luz

del recuerdo y la noche del presente,

su madera enronquecida se alimenta todavía

del anhelo de que Ítaca no sea

sino el sitio que separa

tu vida de la vida,

o de la muerte, que es lo mismo;

el rincón que te espera

sin promesas

cuando ya no haya palabra

ni deseo de ella

y acaricien tus huesos

las raíces invariables de la tierra.

 

(Inédito)

 

Abril, 2020

 

* * *

Micaela Paredes

Santiago de Chile, 1993. Licenciada en Letras Hispánicas por la Pontificia Universidad Católica de Chile. A la fecha ha publicado dos libros de poemas, Nocturnal (2017) y Ceremonias de Interior (2019), ambos por Cerrojo Ediciones, Chile. Ha recibido reconocimientos en diversos concursos, entre ellos el primer lugar en el Concurso Literario UC, mención poesía, en 2014 y 2015, y una mención honrosa en el Premio Roberto Bolaño, categoría poesía, Ministerio de Cultura de Chile, 2014. Algunos de sus poemas se han publicado en revistas de creación en Chile, España, Venezuela y Perú. Es coeditora de la revista de poesía América Invertida, publicada en Nueva York.

 

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