Por Ernesto González Barnert
Sara Viloria (1991, Venezuela) es una joven y destacada poeta y artista visual, residente en Santiago, de la que vengo siguiendo su trabajo gracias a las varias lecturas donde la he visto leer o hablar de su trabajo, algunas como invitada en el Espacio Estravagario en La Chascona de la Fundación Pablo Neruda, gracias en un primer momento, al trabajo de difusión que impulsó la poeta Gladys Mendía de poetas de otros países residentes en Chile. Su libro visual sobre los Vencejos es de una belleza que pasma, como su trabajo de artista visual ligado al corazón de los libros. Su poesía, acarrea vigorosa y sensible la propia historia con consciencia pop y una narratividad fulminante que apela directo, sin concesiones, al oído. Los invito a conocerla.
¿Cómo llevas este período de aislamiento?
Todos estos días he estado reviviendo otras etapas de mi vida, incluso de mi infancia remota, me veo con ojos de niña y me pregunto qué pensaría de la mujer que la narra ahora lejos de su país en cuarentena, escribo, pinto mucho y eso siempre es bueno, decantar es bueno… Pero es también doloroso, curioso, siempre pensé que la etapa más difícil de mi vida ya había pasado, en eso me refugio constantemente y por ello hay un hilo conductor en mi obra, me han dicho antes “eres muy fuerte” pero este aislamiento pone a prueba muchas realidades y muchas formas de experimentar la fortaleza, en síntesis, llevo este período con profunda reflexión, entendiendo la soledad también desde muchas dimensiones.
¿Qué libros fueron gravitantes en tu formación como poeta y artista visual?
Es una bonita pregunta porque como poeta me gusta mucho mirar, viajar, pero como artista visual yo leo, las imágenes más hermosas vienen de compartir imaginarios. Hay autores que son comunes al menos visto como una mujer artista de mi generación; Cortázar, Kundera, o el mismísimo Joyce… Pero hay dos títulos que me conflictuaron profundamente, el primero es una novela de Saramago “Manual de pintura y caligrafía”, es un ensayo filosófico construido desde la perspectiva de un pintor que vive de hacer retratos, yo dejé de pintar retratos tras leer ese libro. El segundo no es propiamente un libro pero es una lectura muy sensible a la que he vuelto muchas veces, son las cartas que escribió Van Gogh a su hermano Theo, recopiladas por su cuñada tras su muerte, es una voz muy humilde y honesta, Van Gogh escribió en una de estas cartas “Para el arte no estaría mal vivir más de una vida” frase curiosa para haberla escrito un suicida.
¿Un texto tuyo que leerías en una sala de clases para alumnos de secundaria?
Pienso en un texto que hice para una amiga que falleció hace tres años, tiene una voz ingenua, porque escribí pensando en nosotras precisamente cuando éramos adolescentes, es algo que a mí me habría gustado leer con ella cuando teníamos 15 años. La extraño y la pienso siempre. Se titula “Para Tania, que se tatuó esperanza en el vientre”
Conservo nuestra última fotografía juntas
éramos jóvenes y estábamos ebrias
no esa donde escupes fuego al vacío
ni en la que estás vestida de calavera
la más colorida de las calaveras
conservo nuestra última fotografía juntas
porque hay imágenes con las que no puedo
como Will tocando la guitarra junto al féretro
en tu funeral
tu hijo corriendo entre flores
con tu sombrero puesto
o Félix mirando tu cuerpo en silencio
Alguien mecía tu cuerpo en una fiesta
la premonición de una danza fúnebre
como esa botella a la que le quitamos la sangre
llorando juntas en la terraza
porque no sabíamos estar sobrias, Tania
de alcohol, de drogas, de vida, de revolución, de sexo
de libertad, de tiempo, de adolescencia
no sabíamos estar quietas
“quietas” era una palabra
para definir todo lo que no nos gustaba
ni nos gusta ni haremos
porque no estás
Pero si cierro los ojos
puedo verte
cada vez que me siento sola
complicada
loca
cuando me arrepiento de no haberte acompañado
a tatuarte ese corazón sobre tu corazón
Recuerdo aquella exposición
que tampoco hicimos
queríamos que hubiera poesía
pero no poetas
queríamos arte
pero no lidiar con egos
yo quería ver si daba con esa obra
con la que aún no doy
tú querías que Félix expusiera todos sus cuadros
y te dijera que tú estabas ahí
estás
agitando los brazos
fumando marihuana
convirtiendo la anarquía
en una promesa
resistiendo las tiranías de la tierra
sé que los gusanos que comieron el tatuaje de tu vientre
llevarán la palabra esperanza a todas las flores
¿Qué verso o frase llevas como un amuleto en estos días en tu corazón, de memoria?
“La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla”, de García Márquez.
¿La poesía que ha sido para ti? ¿Qué poetas venezolanos te marcan?
La poesía es una sucesión de posibilidades, eso hace la palabra, así obra. Zurita dice que todo poema es como una isla, pero yo nací en el caribe, yo creo que es Isla, mar, y también es a veces un vasito de ron. Cada vez que tengo conflictos de índole intelectual o pictórico, escribo, me lloro o me burlo de mi misma e inevitablemente algo fluctúa.
Respecto a poetas venezolanos comulgo con la voz de Miyó Vestrini, y en cuanto a poesía contemporánea están Zakarias Zafra, Luis Manuel Pimentel o Hernán Zamora a quién leí hace poco.
¿Un libro(s) que nunca has podido terminar de leer?
“En busca del tiempo perdido”, ¡son siete tomos! Se requiere tiempo y espacio para contemplar.
¿Nos podrías regalar algunos de los libros, álbumes, películas o pinturas que estos días son cruciales?
Seré pragmática, en cuanto a libros yo creo que es interesante redescubrir los clásicos, todo lo que leemos tiene una raíz ahí y nunca decepciona, “En busca del tiempo perdido” no es una mala opción. Erdosain Ediciones tiene una edición revisada e ilustrada por Luis Scafati de “El juguete rabioso” de Roberto Arlt que está de lujo. También leí hace poco leí “Del color de la leche” de Nell Leyshon, es una lectura simple que te plantea grandes reflexiones sobre los privilegios y el poder, esos no son temas exentos estos días. En cuanto a una película, me permitiré ser literal, “Blindness” es una adaptación de “Ensayo sobre la ceguera”, es dura pero pertinente, demasiado pertinente. En cuanto a pintura pienso en Hopper, Rothko, Vermeer, Tamara de Lempicka, Lucio Fontana. El mundo de los solitarios es el mundo del color.
Si tuviese que pensar en un álbum, estos días grises he trabajado con “louder than bombs” de The Smiths.
¿Qué viene a tu mente cuando piensas en poesía chilena como residente?
Yo estoy enamorada de la poesía chilena, hay un repertorio poderoso de muchos dolores colectivos y también una resistencia amarga, sobre todo en la poesía mapuche y en la voz de varias mujeres de la poesía chilena, pero siempre estoy redescubriendo, actualmente leo “Poesía chilena en dictadura y post dictadura” editado por Nelson Zuñiga y otros pares, es puntual y me ha hecho tener otras miradas y lecturas sobre varios autores. En cuanto a poetas chilenos que me gustan, por supuesto Lihn, Teresa Wilms, Polhammer, Enrique Winter, Eleonor Concha Venegas, Lienlaf…
¿Cómo ha sido tu relación con la obra nerudiana?
Me voy a copiar de una entrevista anterior que leí, me hizo mucho sentido, puedes “estar contra Neruda o a favor de Neruda, pero jamás sin Neruda”. Pensé “Es lo mismo que Picasso a los artistas”. Yo creo que a Neruda se le está juzgando en un tiempo complejo y hay que darse espacio para volver a él. No quiero dar una respuesta complaciente y seré sincera, tengo conflictos con su figura. Neruda el hombre es alguien que a mis ojos no termina de calzar con el Neruda poeta o yo no logro integrarlos. También es cierto que escribió mucho, y algo común entre sus detractores es que no son conocedores de toda su obra, probablemente lo mejor es lo menos conocido. Latinoamérica, al igual que a Mistral, le debe mucho, y que decir de su relación con el coleccionismo y el arte… El hombre tenía un excelente gusto.