Septiembre 19, 2024

Carolina Lamiell: Música, revolución y conciencia social. Una guitarra afilada en Nueva York

Por Tamym

 

Residente en Nueva York desde hace cuatro años, se ha transformado en un referente a la hora de visibilizar, concientizar y educar sobre el Estallido Social en Chile. Carolina Lamiell es una joven chilena, profesora de historia y amante de la música. En sus clases sobre La Conquista de Chile, tomaba la guitarra y cantaba “Arauco tiene una pena” de Violeta Parra. Sus alumnos, perplejos y emocionados, se conectaba con el poder de esas letras y acordes, logrando un aprendizaje distinto y certero. Hoy, en medio de esta pandemia implacable, y acá, donde la situación es extrema, entrevisté a Carolina (“on line” y sin riesgos de contagio), quien nos cuenta sobre su trayectoria, su banda musical y el mítico “Colectivo Artístico 18/10 en NY”. Valiente y sin miedo, alza la voz contra la tiranía y nos invita a una reflexión profunda sobre Chile. Con la misma emoción de sus alumnos, compartimos sus palabras afiladas, humanas y esperanzadoras.

 

-Para contextualizar y conocerte un poco más: cuéntanos sobre tu vida, tu infancia en San Francisco de Mostazal, tus estudios en Valparaíso y posterior docencia, enseñando Historia en un colegio con riesgo social (donde incorporaste la enseñanza musical en tus clases) hasta tu actual vida en Nueva York, junto a tu banda y tus nuevos estudios.

 

Yo nací en Santiago, pero me mudé a San Francisco de Mostazal cuando estaba muy pequeña (1 año y medio) entonces, mi infancia se desarrolló por completo en ese pueblito pequeño, en donde aún podíamos disfrutar de la naturaleza y de las cosas simples que ella te ofrece. Me crié con mis primos y mi hermano, bajo el alero de mis abuelos maternos y por supuesto nuestras respectivas mamás, quienes se esforzaban mucho por darnos lo que necesitábamos. Siempre digo que mi infancia fue hermosa: no teníamos lujos, inventábamos juegos con lo que teníamos a mano. El vivir en un pueblo pequeño rodeado de naturaleza me abrió y nos abrió la posibilidad de vivir en exploración constante: jugar en calles de tierra, jugar con barro, poder ir al río, columpiarte en los sauces, jugar con los amigos del barrio, mojarse los pies en la acequia, es sin duda una experiencia que volvería a repetir si pudiera. La curiosidad e imaginación constante que me caracteriza se vio influenciada, en parte, por todos estos paisajes en los cuales me desenvolvía: me gustaba inventar canciones y recoger flores, dibujar e inventar personajes, imaginando siempre que estaba en un mundo paralelo al resto. Ahí descubrí, por ejemplo, que me gustaba mucho cantar y las expresiones artísticas en general; me encantaba estar en la calle y sentir esa libertad. Mi abuela y mi madre me heredaron algo que me acompaña y acompañará hasta el fin de mis días: el amor por la música y por la historia: mi abuela recopilaba canciones y mi mamá tocaba guitarra en un conjunto folclórico de la comuna. Aunque nunca tomé clases de música, ni de canto ni de guitarra, el ser autodidacta me generó más curiosidad e interés, aparte era muy inquieta, y la disciplina nunca fue algo con lo que me sintiera cómoda.

Estando todavía muy joven, tomé la decisión de irme a estudiar a Valparaíso una vez terminando cuarto medio porque, primero, “la sangre tira”: mi familia materna es porteña y gracias a los viajes que hacíamos constantemente, me enamoré perdidamente del puerto (al cual volvería, siempre). Segundo, porque el destino me mandó a estudiar a la Universidad de Playa Ancha (UPLA), en donde me formé como profesora de historia y geografía. Para mí estudiar ahí era meterse en las patas de los caballos, era un acto de rebeldía también, que estaba totalmente ad-hoc con mi inquietud, mi porfía y sed de conocimiento. Me encantaba la idea de poder conocer nuevas personas y realidades, más que ponerme de cabeza a estudiar porque sabía que, al fin y al cabo, iba a cambiar en muchos aspectos en los cuales constantemente me sentí un poco “presa” por así decirlo, como por ejemplo, en el hecho de venir de una familia sumamente católica, algo que yo no elegí, obviamente. Y siempre he tenido un conflicto con la religión y la religiosidad.

Los primeros años de universidad fueron complejos: vivencié todas las carencias materiales y afectivas de forma muy condensada. Aún no cumplía 18 años y empecé a experimentar todas las manifestaciones de estas carencias. Puedo decir que mis años en Valparaíso fueron una verdadera vorágine, un sinnúmero de estados emocionales y materiales en donde pasé de no saber nada a aprender de todo, a optimizar todo, fuera de lo estrictamente académico. Siempre agradezco la experiencia de haber vivido tan intensamente estos años de formación académica y personal. Si bien la familia siempre estuvo presente, aunque los veía poco, tuve, al igual que muchos, que ingeniármelas para poder vivir y sobrevivir, ya fuese vendiendo ropa en la Avenida Argentina, vendiendo sandwiches en la subida Ecuador, etc. Porque había que pagar el arriendo de la pieza, comer y gastar mucho en fotocopias. La guitarra, eso sí, siempre me acompañó, al igual que mis amigos, quienes hasta el día de hoy siguen siendo parte fundamental de mi vida y que nunca me dejaron de lado. Como anécdota de vida, una de las cosas que más agradezco, fue haber recibido la tuición de mi abuela, quien, por teléfono, me enseñó a cocinar, me entregó lecciones y mucha fortaleza para enfrentar los momentos difíciles. Unos meses después, en octubre de 2007, ella falleció. Eso es algo que aún me pesa, pero sé que me acompaña siempre y se manifiesta de formas muy curiosas.

El camino a la vida laboral, no fue menos tormentoso. Por el año 2012, conseguí un reemplazo en un colegio pequeño de la comuna de Cerrillos, lo que finalmente me dejó trabajando como profesora de planta en Santiago. Todo lo que aprendí en la universidad se redujo a lo más mínimo cuando me tocó enfrentarme a un segundo básico. Yo estudié pedagogía en historia, pero todas mis prácticas fueron con cursos de enseñanza media, y me sentía cómoda con ello, porque no me gustaban los niños (ahora sí) y no estaba dentro de mis planes el saber que me enfrentaría a un curso de 35 niños, que además no conocía ni un poquito. Enseñar historia a todos esos niños (aparte del resto de los cursos) fue un desafío gigante, tenía todo el conocimiento, pero no sabía cómo dosificarlo, así es que en el camino, y entre muchos tropiezos, malos ratos y errores, agarré fuerzas y me dije a mi misma que quizás debía adecuarme más a la realidad de esos niños, darme el tiempo de conocerles, para poder, con el tiempo, ayudarles y enseñarles a aprender con mucho amor y paciencia. Eso es algo que no te enseñan mucho en la universidad y creo que es mejor que uno lo descubra por sí mismo.

Al mismo tiempo me dediqué a la investigación para poder complementar mis ingresos, así es que aparte del colegio, trabajaba con un profesor e historiador muy querido, que me dio la oportunidad de encantarme con algo diferente a la docencia, lo cual fue súper divertido y enriquecedor. Aparte que la investigación era un campo en el que ya había indagado, casi terminando mis estudios de licenciatura.

En mi primer año trabajando en la escuela de Cerrillos, fue cuando la guitarra me comenzó a acompañar más y con un sentido distinto. Al ser profesora de historia, tuve la fortuna de que al estar trabajando en un colegio de enseñanza básica, los contenidos son generalmente relacionados con la historia y geografía de Chile, por eso empecé a llevar la guitarra y a enseñar contenidos a través de canciones que estuvieran relacionadas a ellos. Uno de los ejemplos que más orgullo me da, fue una vez en que, enseñando la Conquista de Chile y América, se me ocurrió llevarles a los niños la letra de “Arauco tiene una pena” de Violeta Parra. Se las canté y luego analizamos la letra: les llegó a lo más profundo, los emocionó, se la aprendieron porque sintieron el poder de la letra y su significado y de los cuatro años y medio que estuve enseñando en ese colegio, cada generación que vi pasar aprendió esa canción. Les enseñé muchas otras más, por supuesto, y la profe con la guitarra era una constante en los pasillos del colegio, pero me da orgullo decir que era la profe que les tocaba la guitarra y les cantaba para poder enseñarles la que también era su propia historia. Recuerdo a mis niños, ex colegas y compañeros de trabajo día a día, con mucho cariño y nostalgia.

Venir a los Estados Unidos, y particularmente, a Nueva York, tiene que ver con varias motivaciones de carácter personal y académico. Había estado viajando bastante los años anteriores, y simplemente quería dar un paso más atrevido, conocer otra realidad diferente a la que me venía enfrentando en Chile. Al ser Nueva York una ciudad multicultural, tenía muchas ganas de enfrentarme a ello, conocer otras personas, realidades y experiencias, para poder ampliar la mía. Cuando vine la primera vez a NY, simplemente me atrapé y quise venir más seguido.

Como la vida misma, a veces las cosas no resultan como uno las planea. Tuve que empezar un nuevo camino de auto-descubrimiento y al mismo tiempo de aprendizaje y supervivencia, mucha gente dice que Nueva York “es solo para valientes” y la verdad es que sí, hay que tener muchos cojones e ingenio para no decaer. Acá he conocido y he aprendido de muchísima gente, aprendí y mejoré mi inglés dedicándome a salir y explorar, atreverme a interactuar con otras personas, dejando de lado el miedo y la timidez, porque eso me ha permitido conocer realidades culturales de diversos lugares. Aquí todos los días se aprende algo nuevo y se conoce gente de todas partes del mundo. No por nada, la mayoría de mis mejores amigos acá (aparte de los chilenos) provienen de diferentes partes y han contribuido positivamente a mi crecimiento interior.

Aquí conocí a mi otra familia, mis amigos chilenos, con quienes hacemos música y conformamos la banda “A Desalambrar”. Al principio tocábamos covers de la música chilena y latinoamericana (yo venía con un background muy ligado al folclore, participé en Chile en varios grupos folclóricos, por lo cual sabía muy bien que me iba a sentir cómoda con los chicos desde un principio). Así, con el tiempo, forjamos una amistad musical y también de mucha familiaridad: empezamos a recorrer el camino de la creación, que por diferentes razones yo había dejado de lado, y esta conexión y poder musical me dio el combustible necesario para seguir con la guitarra cantándole al mundo, a los que están y a los que partieron, en honor a aquellos como Víctor y Violeta, quienes cantaban acerca de las injusticias y el dolor, pero también de la belleza de la vida y del amor. Hoy nos encontramos ad portas de lanzar nuestro primer EP, llamado “Insolente” pero por las razones que todos entendemos, tuvimos que congelar este plan hasta nuevo aviso.

La vida además me ha premiado con un compañero maravilloso, con quien me casé hace casi un año y quien me ha enseñado muchísimo en este camino constante de descubrimiento. Me ha enseñado acerca del amor, la solidaridad y la reciprocidad y ayudado a retomar las riendas de mi camino y crecimiento profesional. Es por eso, que el año pasado decidí ingresar al Instituto Cervantes de España en NY, para poder perfeccionarme en el ámbito pedagógico y además especializarme como profesora de lengua española. Ha sido algo muy enriquecedor volver a las aulas después de casi 10 años. Es un verdadero desafío personal, pero a la vez, y lo más importante, me ha permitido redimensionar y valorar aquellos aspectos de la pedagogía, de la cultura y de las relaciones entre profesor y alumno que, probablemente y debido a que estaba muy joven cuando estaba en la universidad, no había tomado el peso ni dimensionado adecuadamente. Seguiré en esto y me acompañaré, como siempre, de la guitarra. Amo ser profesora y amo aprender de los otros también.

 

-Estamos enfrentando una pandemia mundial. Cómo ha sido vivir este proceso en Estados Unidos y cómo ha sido, a tus ojos, el actuar de las autoridades.

 

Pienso que esta pandemia ha sacado a la luz muchos aspectos positivos en torno a las relaciones entre los seres humanos y los seres vivos del planeta. Obviamente es triste y doloroso, porque es muy angustiante vivir en un ambiente de incertidumbre constante, es doloroso saber que muchas personas han perdido a sus seres queridos, por culpa de todos los factores que han confluido de forma negativa a la propagación de este virus, factores humanos por la mayoría. Si bien, hay muchas teorías que intentan explicar lo que ha causado esta hecatombe mundial, yo trato de no aferrarme mucho a eso y, en cambio, me he puesto a observar y analizar cómo ha sido el comportamiento de todos los factores que se están viendo afectados: el comportamiento de la naturaleza, de los animales, de los seres humanos, de los niños, de los jóvenes y adultos, de los políticos, de los que tienen más y de los que tienen menos. Vivir este proceso en Estados Unidos y particularmente en Nueva York, ha sido algo muy complejo, sobre todo considerando que hemos sobrepasado a países como China e Italia en cuanto a la cantidad de contagiados y, al mismo tiempo, observar tanta injusticia y desigualdad aún cuando nos encontramos en un denominado país del “primer mundo”. Mi preocupación es más grande aún, porque tengo a mi familia en Chile, donde la respuesta de las autoridades en caso alguno ha sido consciente y responsable, y en donde además han sacado un provecho político y económico asqueroso de la situación. Acá no ha sido diferente, con un presidente que ha sido totalmente irresponsable en torno al manejo de la situación y de los recursos. Da rabia ver cómo hay gente que se siente con el derecho y el poder de jugar con la vida de las personas, de decir con tanta soltura de que hay gente que debe morir, porque la economía está primero.

Sin embargo, y pese a todos estos aspectos negativos que han contribuido de al avance de esta pandemia, también hemos podido ver una cara más amable en la mayoría de los seres humanos, en donde la solidaridad, el cuidado y el aprecio por el otro, no importando si son familiares o no, está viéndose reflejado en actos muy solidarios y de amor. Cuidar de uno mismo y de los otros, estando incluso a distancia, aprender a convivir con nuestra familia, dar lugar y tiempo para reunirnos y sacar provecho a nuestro ingenio, a nuestras cualidades, a ser más atentos y en alerta con la realidad y el sistema. Sin duda siento que esto es un remezón, un llamado de atención para ser más conscientes de lo frágiles que nos encontramos ante el mundo y de lo importante que es también el autocuidado. Además, todo lo que ha sucedido ha hecho tambalear el modelo económico imperante, el cual tantos defienden, por la sencilla razón de que todas las necesidades surgidas a partir de esta crisis, son el reflejo de todos los problemas que posee este sistema neoliberal, que tienen que ver con la desigualdad, con la pobreza, la explotación deliberada de los recursos naturales, con el desigual acceso a la salud, a la educación, la distribución de los recursos y, en definitiva, de una total despreocupación por los derechos fundamentales de los seres humanos y de todos los seres vivos que habitan el planeta. Al mismo tiempo, los abusos afloran y se aprovechan de esta situación de debilidad. Es tan simple como decir-aunque doloroso- que en países como Chile, si no tienes dinero, te mueres, y que además ni cuarentena puedes hacer, porque estás obligado a trabajar, a movilizarte en el transporte público para llegar a tu destino y porque si no trabajas, tu empleador no tiene derecho a pagarte, y te puede hasta echar del trabajo, sin culpa y sin remordimiento. Muchos tenemos la suerte de poder contribuir positivamente al estado de las cosas desde nuestras casas, desde una preocupación por como está el vecino, hasta la ayuda monetaria para aquellos que no tienen cómo sobrellevar esta situación, apoyar a los pequeños comercios, educar con lo que sabemos a otros que no lo entienden como nosotros, etc. Aún estando confinados podemos realizar actos de bondad y empatía.

 

 

-Has sido una líder desde que aconteció el estallido social. Junto a tu banda y al Colectivo Artístico 18/10 en NY han realizado varias actividades en contra de la represión en Chile y a favor de las demandas sociales. Cuéntanos cómo ha sido para ti vivir desde lejos todo lo que ha pasado en Chile.

 

Sinceramente, no me considero a mí misma como una “líder” porque si esto hubiera sucedido encontrándome aquí, en Chile o en otro país, probablemente habría buscado todas las instancias posibles para manifestarme y mis amigos también. Toda esta participación y organización de actividades se fue dando de forma paulatina: unos días después del inicio del Estallido Social, con un grupo de chilenos nos organizamos a través de facebook para ir a manifestarnos al Consulado de Chile y yo, obviamente, sentí la necesidad de llevar la guitarra. Recuerdo que estábamos un poco tímidos, yo no conocía ni reconocí a nadie en todo ese grupo que en ese momento se encontraba presente. Nos saludamos, naturalmente, en buen chileno, y empezamos a tocar las cacerolas y a gritar consignas. La guitarra la saqué como a la hora después, cuando sentí que ya había que empezar a cantar un poquito para elevar los ánimos. En ese momento llegaron algunos miembros de la banda “A Desalambrar” y otros amigos músicos que ya conocía de antes, y simplemente empezamos a tocar canciones que sabíamos que eran conocidas por todos ahí. Desde entonces, mis compañeros de banda y yo éramos parte del paisaje de las manifestaciones, un par de veces en el consulado, otra en las afueras de las Naciones Unidas, otras veces en Times Square y muchas ocasiones en Union Square. Fue en estos lugares en donde yo pensaba: “es increíble encontrarme conociendo a tantos chilenos en tan poco tiempo, y más aún, que seamos tantas personas remando para el mismo lado: hay que hacer algo más grande sí o sí”. Se crearon grupos de whatsapp y la organización empezó a darse de manera más fluída.

La formación del “Colectivo” se dio gracias a que con el correr de los días las caras ya nos resultaban familiares y al mismo tiempo eran caras de gente muy, muy talentosa, que constantemente se sumaba a apoyarnos con sus voces, con instrumentos y con poesía durante las manifestaciones. Por eso, ¿por qué no plasmar todo esto en un acto más grande para mostrarle a los neoyorquinos y a los extranjeros, en general, todo lo que está aconteciendo en Chile? Porque era y es sabido, que la prensa en Chile omite información y nosotros recurrimos a todos los medios para informar de una forma más responsable, aunque obviamente, mucho más dura. Y teníamos la libertad de hacerlo acá, sin que los pacos nos reprimieran.

Así, y al igual que otros chilenos alrededor del mundo, conformamos, con mucho esfuerzo y cariño, el “Colectivo Matapaco” (ahora “Colectivo 18/10”) y desde entonces nos hemos dedicado a concientizar, educar y alarmar a la población acerca de todas la injusticias que se están cometiendo en Chile. Mucha gente se pregunta: ¿por qué si viven en EE.UU. se meten con lo que está pasando en Chile?, “vayan a protestar a Chile si tanto les importa lo que está pasando allá”. Mucha gente nos critica, pero eso es algo que siempre va a suceder, estés en el bando en que estés. Esto para nosotros no es una lucha política. Siempre digo esto y ahora quiero reiterarlo: existe un elemento clave, denominado consciencia social, la cual se manifiesta de muchas formas, y que en definitiva nos lleva al hecho de poder coexistir como sociedad, siendo plenamente conscientes de lo que ocurre con nuestro entorno, emprendiendo acciones que permitan mejorar esta coexistencia. Hoy podemos ver esta consciencia plasmada de forma colectiva y progresiva.

Como colectivo poseemos esta conciencia social. Somos personas con un montón de elementos en común, siendo uno de los principales (además de la necesidad de lucha y justicia) el hecho de encontrarnos alejados de nuestras familias y seres queridos. Entendemos que todo lo que ocurre en Chile nos afecta de forma directa, aún cuando la medida no sea la misma. Tenemos aún una historia con Chile, con nuestra gente y nuestra tierra, y el estar lejos no nos va a impedir el querer manifestar nuestro descontento. Peleamos y gritamos por nuestras familias y nuestros amigos, pero también por el resto de chilenos que necesitan imperiosamente un cambio transversal que termine con toda esta desigualdad, con este sentimiento de sentirse invisible y sin importancia para quienes tienen más y que, aún peor, teniendo las herramientas para cambiar muchas de los aspectos que nos afectan, no lo hacen por temor a perder sus privilegios, por mero egoísmo. También lo hacemos por nosotros, ya que muchos están acá por temas académicos y al volver deberán enfrentarse a una realidad que, espero, sea diferente y mejor.

Luchar desde acá es diferente, pero no menos importante: hemos realizado un gran número de actos y demostraciones de repudio al Estado criminal que ha quitado vidas y se sigue limpiando las manos en Chile. Lo que hace el colectivo es una parte, porque como nosotros, también existen otras agrupaciones cuyos lineamientos tienen que ver con los mismos objetivos, de denuncia, de debate, de concientización y educación (la asamblea popular de Chile en Nueva York es un gran ejemplo de aquello). Queremos ser un canal de apoyo, cariño, comprensión y empatía y me pone feliz poder ser parte de esta historia, si bien a la distancia, pero con el mismo ímpetu que pondría si pudiera estar allá y de que a partir de esto se haya forjado una amistad y una familia tan linda con todos los miembros que forman parte del colectivo.

 

-En este sentido, cuáles son tus reflexiones en torno al Chile de hoy: cómo ves su política, su economía neoliberal, sus desigualdades.

 

La situación en Chile y particularmente el estallido social era algo totalmente esperable considerando tantos años de abuso provenientes desde todas las aristas que conforman la realidad del país. Realidad que en su momento también me afectó (y en parte aún sigue). A partir de todo esto tengo una sensación generalizada de que a las autoridades les importa muy poco lo que ocurre. Los imagino como seres de cuello y corbata que se ríen encerrados en sus escritorios buscando la manera de seguir cagándonos en todas las formas posibles. Para mí la política de Chile es una mafia y el rol del Estado se alejó hace mucho tiempo de velar por el bien común. La economía neoliberal es el cáncer de la población: carcome vidas y carcome familias. Siempre tenía un poco de rabia y molestia por este letargo constante, y de repente, presenciar de lejos a millones de personas, marchando sin miedo, me hizo recuperar la fe en que si es posible un cambio transversal, pero que no será generado por los que tienen el poder, sino que por los que están dejando los pies y la vida en las calles. Siento profunda admiración por los estudiantes secundarios, por los trabajadores y por todos los que siguen, a pesar de las circunstancias, levantando a los que caen y los que han perdido la fe.

Chile hace años que viene siendo una empresa manejada por tiranos, esto no es algo nuevo. Somos herederos de una dictadura y de un sistema neoliberal y esto mismo ha forjado el carácter de quienes hoy en día están luchando por erradicarlo. Hay rabia, descontento y frustración y estamos en todo nuestro derecho de sentirnos así y hacer lo que esté a nuestro alcance para cambiarlo. Hay cosas que son irrecuperables, por supuesto, como las vidas humanas, por las que se debe hacer justicia, pero también hay un montón de otros elementos que pueden transformarse, pero con el pueblo y sus acciones, no sin él. Lamentablemente, todo el sistema en Chile está podrido hace tiempo, lo cual se refleja en instituciones como Carabineros, que en caso alguno han sido un aporte en la historia, y también se refleja en la figura del Presidente, reflejo profundo de ineptitud y egolatría. Es imposible ser comprensivo y empático con alguien que se ríe en nuestras caras constantemente, con alguien a quien le da lo mismo el dolor de otros y, en definitiva, con el dolor de un pueblo que juró proteger.

Sin duda, todo lo que ha ocurrido de un tiempo a esta parte, ha provocado una transformación en las masas, una transformación social y sicológica importante (reanudando el concepto de conciencia social), cuya cúspide debe manifestarse en una transformación económica y política, la cual a su vez debe reflejarse en todos los cambios necesarios en educación, salud, trabajo, vivienda, acceso y protección a los recursos naturales, y la justicia en torno a los derechos humanos. Hoy más que nunca aprobar una convención constituyente se hace necesario, porque los cambios vienen desde abajo y no al revés. A partir de esto, podremos ver y presenciar cambios muy importantes, que estoy segura ocurrirán más temprano que tarde.

 

 

-Qué tiene que cambiar en Chile y qué te gustaría que nos sucediera como sociedad.

 

Comenzaré respondiendo la última pregunta, porque pienso que lo que me gustaría que nos sucediera como sociedad está ya ocurriendo en este preciso momento. Y viene ocurriendo hace tiempo, la diferencia es que los estudiantes terminaron de prender el fuego que aunó todas las fogatas aisladas (uso esta metáfora para referirme a todas las demandas sociales que no estaban siendo escuchadas) y este fuego sigue vivo y promete reactivarse con más fuerza una vez superada esta crisis, que empeoró con la llegada del Covid-19. Desde afuera veo una sociedad chilena más despierta, mucho más consciente y solidaria. Me siento parte de esta sociedad que es la que deja su vida y sus proyectos aparte con tal de presenciar un cambio, que es capaz de organizarse con todos los recursos que se tengan a mano, capaz de reunirse sin miedo, enfrentarse sin ningún tapujo a quienes nos quieren acallar, dispersar y atacar.

Nadie está en la calle luchando por un fin personal, la gente está en la calle sin egoísmo, luchando colectivamente y en solidaridad con la gente y por la gente. Estoy orgullosa en especial de las mujeres, quienes han alzado la voz de una forma admirable, gritando sin miedo, unidas y valientes. Hay una parte de la sociedad chilena que no funciona de la misma forma, como es obvio, porque sus ideales y visión de las cosas son diferentes a las de la mayoría, pero siento que aunque muchos estén vivenciando este proceso y cambio histórico en diferentes medidas, me deja más tranquila observar, incluso a la distancia, que la mayoría esté remando para el mismo lado. ¿Cómo puede ser posible que la mayoría esté tan equivocada? La tarea final, además de poder tener éxito en torno a todas y cada una de las reivindicaciones que la sociedad exige, es poder mantener y materializar todos estos cambios reflejados en nuestros actos y consignas de lucha, es decir, materializar la solidaridad, la justicia, la igualdad de condiciones y de género, la unión y el no dejarnos avasallar nuevamente. Sueño con el día en que vuelva a un Chile renovado, más lindo social y culturalmente. Siento un profundo orgullo por todos los que han dado forma a esta revolución: a los estudiantes, a los trabajadores, a las mujeres, los artistas, los niños, la tercera edad, en fin, a todos los que siguen luchando aún desde el aislamiento, generando consciencia y educando. No se trata de imponer un pensamiento, se trata de educar, enseñar acerca de las condiciones mínimas que una sociedad necesita para vivir en tranquilidad y justicia. Puede sonar todo muy utópico para muchos, pero yo tengo la fe intacta y siento que todo este sufrimiento de alguna u otra forma, será recompensado.

 

-Así será, compañera. Para finalizar, cuéntanos un poco más sobre tus proyectos personales hoy en día (tu banda “A desalambrar”, tus estudios, etc.) y cuáles son tus próximos desafíos.

 

Con todo lo que está ocurriendo hoy en día, es difícil poder avanzar en lo que estoy acostumbrada a hacer. A grandes rasgos y a largo plazo, por ejemplo, en relación a la banda, queremos reanudar nuestros ensayos para poder fijar una nueva fecha en lo que se refiere al lanzamiento de nuestro EP. Con respecto a los estudios, necesito volver a enfocarme bien en ellos, porque estando aislada es muy difícil concentrarse y enfocarse en algo, cuando toda la vida has sido inquieto, aún teniendo el recurso tecnológico a la mano. Por mientras, pretendo terminar el módulo actual de mi preparación como profesora de español, acceder al próximo y en un tiempo más poder completar mis estudios de ESL (English As Second Language) ojalá, en Teachers College (Columbia University). Todo dentro de este año, porque sinceramente, no me gusta eso de planear cosas a largo plazo. Quiero disfrutar a mi familia, seguir presenciando esta revolución, colaborando y planeando actos e intervenciones con el Colectivo apenas podamos volver a reunirnos. Tomar todo esto como una inspiración para escribir canciones, estudiar y reforzar los lazos con todos quienes me rodean.

Hay muchos desafíos a futuro que tienen que ver con aspectos muy personales (relacionados con mi estadía en el país básicamente), pero el desafío más importante es poder volver a enseñar (no solamente en las aulas, pienso en los barrios, la calle, las cárceles, etc.), volver a estar con los alumnos y en compañía de mi guitarra. Porque la música no acaba y la revolución tampoco. Me motiva muchísimo tener en el futuro la oportunidad de poder enseñar mi lengua materna y la historia a todo aquel que lo requiera y lo necesite, no discrimino edades, no me siento más débil por ser menor, ni superior por tener estudios. Solo quiero plasmar mi conocimiento de la forma en que siento que tengo más conexión con la gente y seguir aprendiendo sin descansar.

 

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Nueva York, Abril de 2020.

 

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