Septiembre 18, 2024

«Paraderos para escribir poesía» Entrevista a Felipe Díaz

La nueva publicación del proyecto LEA PORNOS es “Paraderos”, del escritor Felipe Díaz (Chile, 1992), un libro de poemas conmovedor que vale la pena leer. Tamym Maulén conversó con su autor sobre este libro, sobre la poesía, el laboratorio de escritura LEA y el Chile de hoy. Acá les compartimos esta entrevista.

–Paraderos es un libro que nos cuenta, entre muchas cosas, acerca de la vida de barrio (el tuyo de Recoleta) y nos habla en un lenguaje directo, duro en ocasiones, pero cargado de belleza y emotividad. También hay una exploración a los paisajes del sur de Chile, su vegetación y su fauna. Un recorrido y un viaje donde los «paraderos» van armando la ruta. Cuéntanos cómo fue el proceso de creación de este, tu primer libro de poemas.

Siempre noté las grietas en donde, de una u otra forma, la vida genera ciertos puntos de inflexión. Estoy seguro que a todos nos pasa, como cuando vemos a niños jugando en las piletas, o al abuelito que afila cuchillos por las calles, o cualquier situación en la que, de una manera extraña, nos sentimos cómplices. Mi papá, por ejemplo, se carga de volantines en septiembre y los eleva cada tarde. ¿Por qué lo hace? Simplemente porque para él tiene un significado, es un acto/ángulo que le permite apreciar la vida tal como él la experimentó. Un «paradero». Crecí en Recoleta rodeado de amigos, en los 90, justo antes de que la hiperconectividad del internet modificara las formas de comunicación. Salía a jugar en las tardes, a pescar volantines, a andar en bicicleta mientras íbamos conociendo la ciudad, y vi muchas cosas que me llamaron la atención, costumbres domésticas y realidades que me hicieron comprender mi lugar en el mundo. También viajé mucho. Mi papá era dirigente social y hacía paseos al sur con la gente de la población. Ahí también notaba los cambios que el ecosistema genera en la vida de las personas. Había más amabilidad, respeto, sin tanto drama, pero también intuía en esos ambientes algo «salvaje» (fui testigo de muchas personas con discapacidad debido a los «incestos» en pueblos pequeños). El mundo era complejo y había que entenderlo. Quería entenderlo. Sentí que mientras más miraba hacia afuera más me encontraba. Así nació este libro, primero como poemas que editamos y comentamos con amigos poetas; después pasó a ser un registro íntimo que me recuerda las cosas de las cuales me he convencido, no abusando de las hipótesis, pero sí detallando escenas que generan simetrías mentales, metáforas y formas que se han ido revelando en lo cotidiano, direcciones en las cuales la vida se muestra más allá de simples monotonías que hay que soportar. Eso es «paraderos», un no olvidarte de quién eres para no olvidarse de quiénes son los demás.

–Cuéntanos sobre tu poesía, tu poética, y cómo la ves inserta en estos tiempos del estallido social.

Mi poesía es contemplativa. No declamo, no invento. Las cosas que me pasan también le pasan a los demás. Busco un registro, y también, como el menor de tres hermanos hombres (uno pintor y otro teólogo) siempre tuve la necesidad de ser escuchado (todos queremos ser escuchados). Es por eso que hago de mis poemas «objetos» o «islotes estéticos» que se admiren en todos sus ángulos. Gracias a la poesía me convenzo de la vida y me apropio de ella, cosa esencial en estos días, ya que por fin entendemos que somos un conjunto y no autómatas alimentados por ambiciones. El hecho de estar vivos es suficiente para dejar de idolatrar victorias, tragedias y emociones personales. Lo repito: estamos vivos, pero no solo nosotros, también la tierra, los minerales y los animales, desde la megafauna hasta los microorganismos. Eso busco con mi poesía, salir de mí mismo, buscar los puentes que nos unen, las experiencias y emociones compartidas, hacer de la vida misma, sea cual sea el «paradero» en el que te encuentres, una fuente de material artístico más allá de manifiestos y vanguardias.

Desde hace mucho trabajas con niños en tu comuna, como guía y como tallerista, haciendo gran obra comunal y social. Cómo ha influido esa experiencia en tu propia escritura.

Muchísimo. Fui tallerista en la corporación «CreArte» el año 2017, y trabajamos con niños en riesgo social los días sábados. Les enseñamos a hacer sus propios juguetes reciclando, jugábamos, les contábamos acerca de nuestras vidas, en fin. Tratamos de desarrollar su sentido crítico apoyándonos en nuestras propias experiencias, mostrándoles el valor que es tener a alguien que te escuche, para que ellos también aprendieran el valor de la etapa que estaban viviendo: su infancia. Creo firmemente que defender la infancia y brindarle a un niño el apoyo y la comprensión que necesita es la piedra angular de cualquier cambio radical que se quiera generar en el mundo; la tendencia de no soportar a los niños me parece irracional y estúpida. Es por eso que también evoco a la infancia en mi libro. Tuve un amigo que se suicidó hace unos años, un amigo con el que pasé casi toda mi infancia. Su muerte fue un golpe duro, porque fue ahí cuando supe lo que es perder a alguien que, de una forma u otra, formó y sigue formando parte de ti (si bien entiendo que esta emoción no sea compartida por personas con naturaleza puramente independiente). El niño que hay en mí perdió a su amigo de infancia, y fue triste. Aún hoy lo es. Por eso también considero este libro como un homenaje a las personas que nos ayudan a forjar una vida, a los que te dieron ánimos, a los que apostaron por ti cuándo nadie más lo hacía.

Has sido profesor en dos oportunidades del proyecto LEA (Laboratorio de Escritura de las Américas) en la Biblioteca Pedro Lemebel y en La Chascona. Cuéntanos cómo ha sido la experiencia que has tenido creando colectividad en escritores y realizando los libros colectivos del LEA.

 El LEA es una experiencia total, pero antes de hablar de mi papel de coordinador quisiera hablar de mi experiencia como participante. Cuando era alumno me sentí acogido, respetado, y más importante aún: escuchado. Para los que leemos y escribimos poesía no hay nada mejor que sentir que las ideas que se plasman en papel son tomadas en cuenta, criticadas y mejoradas. Hoy en día sigo en contacto con algunos poetas que formaron parte de ese grupo. Ahora, como coordinador, me encanta recibir a los que vienen hambrientos de oídos que les presten atención, sin la hostilidad con la que el mundillo literario acoge a los principiantes, o aún a los experimentados que, por no tener libros publicados, son mirados en menos. La poesía, y la literatura en sí, son instrumentos de comunicación. Cada libro que leemos es un sello que va definiendo nuestra manera de pensar, un golpe que nos amolda frente al mundo. Disfruto viendo las creaciones de los participantes, sus ganas, el empeño que le ponen a cada ejercicio ¡y me he llevado TREMENDAS sorpresas! Collages, cuentos, poemas, dibujos, performances, en fin, cada participante es un mundo nuevo que se descubre, y ser testigo de eso es bakán. Eso es lo que me gusta del proyecto LEA, porque además de escuchar, de hacernos escuchar y de crear, permite que nos hagamos responsables de lo que somos, de lo que escribimos, y de la huella que de una u otra forma queremos dejar, ya sea para nosotros mismos o para los demás.

Poemas de “Paraderos”

*

Las poblaciones tienen la forma

de las manchas de suciedad en los brazos de los niños

que exploran la arquitectura de los objetos

pasando autitos de juguete por diferentes superficies.

*

Si tú dices verano

pienso en los grifos de la cuadra

en una llave de tuerca

y en un grueso chorro

que limpia los pecados

de los que fornican a la luz del día

teniendo por testigo una ventana abierta.

Pienso en el pie amputado de mi vecina

y en su forma de bromear

doctor, yo vine por un corte de uñas.

En las marcas de los damascos que manchan las veredas

las moscas que chocan contra las ventanas
en

los esqueletos de los volantines

atrapados en los cables y en las ramas.

Pienso en mi madre

comiendo melón a la sombra

completando sopas de letras.

Y siempre imagino

las sumas que acumula el vendedor de mote con huesillo

para no tener que trabajar en el invierno.

*

Así como el chercán

construye su nido en la corteza

sin entorpecer la fotosíntesis

me quieres en tu vida:

a distancia prudente y jugando

con algunos granos de linaza.

*Felipe Díaz (1992. Recoleta, Chile). Ha participado en varios talleres y cursos literarios, poemas y cuentos suyos han sido publicados en diversas plataformas. Paraderos es su primer libro.

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