La destacada poeta, cronista y artista visual Carmen Berenguer (1942-), Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda en 2008, nos habla acerca de su obra, sus inquietudes poéticas y su particular visión de la tradición poética chilena. La entrevista fue realizada a fines de febrero del presente año (2020), en el balneario de Las Cruces, donde la poeta observa y recarga energías para volver a su hábitat por más de 40 años: la ex Plaza Italia.
Por Marcelo Nicolás Carrasco
Carmen, usted a menudo interroga, cuestiona la figura del poeta. ¿Comparte la idea que la poesía chilena tiene un Ethos y un fervor de ser discurso nacional desde Alonso de Ercilla en adelante?
La poesía chilena fue civil y el poeta fue un personaje relevante de poder que dijo verdades de acuerdo a su historia, siendo a la vez representante de la política de turno. Un maridaje complejo y muy provinciano. La poesía actual ha funcionado en el mercado, en ferias, redes sociales. Ha socializado mucho entre sí, resguardando mucho su actitud, más cercana al cálculo que a la pasión. Goza de buena salud, tiene sus figuras, sus emblemas, que no dirán mucho más de lo que han construido en sus libros. No obstante, se mantiene el ‘poeta’ como imagen, como memoria de un resplandor ido. Porque no gravita, no pesa en esta cultura líquida, es individualista y es poco dado a controversias, cuida una imagen que dejó de existir. La reviste solo en el deseo de llamarse ‘poeta’. Por otro lado, existe una sublimación casi enfermiza con el nombre, se la ha llenado de un ilusionismo puritano. La poesía no pasa la pregunta por el coloniaje poético y sus universalismos, como si existiera fuera de este mundo. Debo decir, antes de que me muera, que el poeta chileno se convirtió en gato o gata de salón. Pensando solo en el poemita que va a escribir y leerá en alguna feria o recital.
En “Naciste Pintada” cita de entrada a Huidobro y en “A media asta” los “Fragmentos de Raimunda” están claramente vinculados a De Rokha. Mistral también subyace, tal vez en “Maravillas pulgares” está más claro su eco. A Neruda le contesta con un poema en “Mama Marx” ¿Cuál es su relación con las grandes figuras de la tradición poética chilena?
La más grande poeta chilena es Violeta Parra, como ninguna otra. A Gabriela Mistral le tocó ser la representación de la ascensión de un sector social que encarnó el radicalismo en Chile. Vicente Huidobro, fue el pituquillo representante de la burguesía ilustrada de la época y, sin duda, de la vanguardia de su elite social. Pablo Neruda y su contraparte, Pablo de Rokha, estaban inmersos en los convulsos tiempos sociales que decantaron en los años 60. A Neruda lo odian por haber sido rojo. Todas estas figuras son un tema controversial que debe tocarse, su representación grandiosa, cercana a Dios. Son cada uno una institución, casi como la Santísima Trinidad. Ese personalismo problematiza la creación, que supone una individuación más compleja. Oscar Hahn dice que el poeta en Chile tiene su sillón. La tradición chilena es macha, incluso cuando cuestiona su propio hacer (Parra –Lihn –Martínez).
Dando un vistazo al gran tema de la naturaleza de la poesía o la imposibilidad de una definición universal ¿Qué es la poesía para usted?
La poesía es una controversia con uno y con los otros, es una pequeña gran inflexión en los grandes relatos, su contratapa. Una sintaxis que exige su propio modelo. Quiero decir, que si bien hay un relato de la historia del mundo, una narración de esa historia, la poesía aparece interceptando ese discurso, se le cruza, diciendo todo lo que lo contiene, en otras y muy pocas palabras.
¿Qué es el lenguaje poético para usted?
Una red de signos para descifrar los organelos colgando del cosmos. El lenguaje es lo que exuda el firmamento, es un magma volcánico que brota en una palabra ardorosa, estas no son palabras mías, yo no lo he dicho. Es un hoyo negro. No tiene que ver con gramáticas ni tratados lingüísticos. No puntúo, me salto las comas, me molestan, ensucian la visualidad de un texto. El escritor que maneja las palabras y sabe de su intencionalidad no las necesita.
Ahora una pregunta cliché, pero que puede darnos algunas luces: ¿Se ha preguntado por qué escribe y para quién o quiénes?
Escribo lo que sale, como dicen los poetas. Escribo para disimular algunos vacíos. Escribiendo me simulo audaz, inteligente, sabia, todo lo que no soy. También escribo para templar mi agresividad, mi odiosidad e incomprensión para con los demás. En vez de convertirme en asesina, escribo. O cuando la cabeza me da vueltas, ordeno el abecedario.
Su primer libro, “Bobby Sands Desfallece en el Muro”, es acerca de un revolucionario irlandés y apareció después de la derrota de los movimientos revolucionarios en América Latina. Le rinde un homenaje al IRA. ¿Cómo lo ve hoy en el mundo globalizado?
CB.- Para mí, es a un poeta y su lealtad, cosa incomprensible para el mundo global de hoy, como dices. No crea que no he leído la crisis de representatividad, su derrota y su tragedia. Y cuando usted me habla del mundo globalizado, bueno, baste mirar a nuestros vecinos de la calle Lavalle, en Baires, ahí están durmiendo hoy. Y que espero que cambie con el gobierno actual.
Su libro “Sayal de pieles” es la rearticulación de un lenguaje ante la desolación total. Llevas al extremo cierto preciosismo verbal que da cuenta de lo asfixiado, lo enfermo. Además, en plena transición, año 93. Allí pareciera no haber discurso, es el discurso en sí.
Siempre hay discurso. Aunque no sea explícito. La idea de comunicar aquello que no tiene sentido sirve para desplegar el lenguaje como un abanico y ese ejercicio es un discurso. Hay allí una forma y un contenido. Piensa en Beckett, que no nos habla del problema de la comunicación, él inscribe la incomunicación del mundo moderno, no hace discursos emblemáticos de tal o cual problema. Él se adelanta a toda una época para mostrar diversos niveles de registro y ese silencio dice mucho más que el parloteo insípido. Su voz apenas audible enuncia la dificultad de comunicar por las vías transitadas.
En su libro “A media asta” e incluso en “Huellas de siglo” ya hay un discurso feminista que incorpora una conciencia bastante sólida. Son de los años 80, justo en la instauración plena del modelo neoliberal y fueron leídos por una parte más disidente en la oposición a la dictadura. Hoy son lecturas referenciales ¿Cómo los ve ahora, qué opina de su vigencia?
Te refieres a un discurso feminista que perteneció a una etapa más militante, sin duda muy importante, ya que fue la primera formación inspirada en las luchas sociales y por el sufragio en la primera mitad del siglo XX. El segundo feminismo es una revisión teórica tan amplia que se formula a partir de la historia de las mujeres, pero también desde el antropocentrismo, falocentrismo, psicoanálisis, literatura. Como puedes ver, surgen teóricamente dentro de un campo plural y abierto, desde donde se puede leer deconstructivamente el lenguaje y la historia de la mujer. El concepto de género recientemente formulado es un campo teórico y práctico que permite ampliar sus lecturas, incluyendo lo masculino. Las estrategias han sido más analíticas y muy activas. Y desde esa perspectiva, los activismos han reflotado. Sin embargo, el mercado ha obtenido su ganancia y la literatura “que vende” refuerza sin duda los estereotipos clichés de la mujer. Refuerza los sentimentalismos, los lugares comunes femeninos, “la loca”, “la madre”, la histérica”, la sexualidad de la mujer como si fuera una sola, como si la sexualidad en general fuera una sola. Sin entender que hay tantas sexualidades como sujetos. Al mercado le interesa solo la venta. Yo he explorado discursivamente “mi mujer”, esa “otra”, esa multípara que soy. En una lengua que me testifica, pero que articula una pregunta. Eso es fundamentalmente “A media asta”.
En “Naciste pintada” los personajes son de la vida real y principalmente mujeres prostitutas, asesinas y prisioneras políticas. ¿Por qué?
“Naciste pintada” no es una novela, entonces más que personajes son hablas, escrituras plurales para dan una inflexión de tono, como si fuese una lengua que intercepta la lengua mayor, la lengua social como convención. Estas hablas no tienen el estatuto de canon, son apenas susurros audibles en espacios cerrados. Espacios carcelarios, tugurios de mala muerte, palabras y palabrotas callejeras que se las lleva el aire. En la época de la dictadura llegaron saunas, discotecas, drogas, lugares nuevos para Chile. En la etapa de la transición se impusieron los cafés, simulacros prostibularios. Y aun cuando se puede decir que es lo mismo, sabemos que los medios productivos provocan cambios de conducta. Entonces, las hablas de las mujeres de vida mala traían otras inflexiones en la voz, otro desparpajo, otra tragedia o tal vez la misma ancestral tragedia, pero con un nuevo tono. Antes del año 1973 no había tantas mujeres en los partidos políticos, conducta que desvió la convivencia entre mujeres y hombres e hizo variar el discurso político femenino y masculino. Por ejemplo, si usted lo piensa, el exilio como discurso fue masculino. Si pensamos en la tortura, también operó más el discurso masculino. Al mismo tiempo, la experiencia carcelaria -más que la teoría- las hizo dialogar y entender que eran diferentes al hombre, políticamente distintas. Entonces, cayeron en cuenta que la lucha pasaba por la liberación igualitaria. También me importó el testimonio de una mujer lesbiana que había asesinado a un hombre para proteger a otras mujeres. Un discurso lésbico delictual que pierde los límites entre el bien y el mal, distinto al paradigma de Safo. En el libro acontecen todas estas hablas y ponen en evidencia una gran ruina, una gran escena de escombros orales. Fue una función creadora, unas poblaciones de música, unos segmentos fónicos con sus fronteras de guerra y sus puntos de fuga. Una máquina de guerra frente a un estado de guerra. Finalmente, este libro expone una casa tomada por las armas y son hablas del territorio moreno, son hablas de la tragedia chilena y no de un feminismo clasista, racial y homofóbico.
Su obra constantemente cita, evoca y convoca a otras obras, otros autores. ¿Con qué escritores duerme? Para no decir escritores de cabecera.
Tú sabes que, según el sicoanálisis, se sueña, se duerme o se pasa la noche con al menos seis fantasmas. Creo encontrarme en la última fase, antes de entrar al logos. Desde esa perspectiva, Góngora y Lezama Lima son emblemas. Mi silabario y las primeras palabras son de los poetas Rubén Darío y José Martí. También Li Po. Tal vez me he saltado algunos estadios…
Revisando una serie de antologías, he constatado que usted forma parte de una lista de poetas mujeres que no son consideradas en ellas, simplemente no se les incluye. Hemos hablado en otras ocasiones de las poetas de la generación del 50’, que fueron muchas y nadie recuerda. Pienso en Escilda Greve o Ximena Adriasola. Las poetas de su generación parecen ser más consideradas que sus antecesoras, pero aun así su trabajo –que ha sido traducido, reconocido y premiado hasta en el Líbano- parece efectivamente relegado a su lugar de enunciación: el margen.
Es algo que me he preguntado un par de veces, no lo sé. Habría que preguntarles a ellos. A veces alcanzo a vislumbrar la razón. Cuando un título es “De Parra a nuestros días” hay allí un corte de selección, desde su enunciado. Excede en creces mi comprensión, es arbitrario. Volviendo a lo primero, también hay que tener claro que una antología obedece a parámetros mercantiles y que hay granujas camuflados de poetas.
¿Es consciente del momento en que se descubrió poeta? ¿Cuándo Carmen Berenguer se asumió poeta?
Cuando fui capaz de concebir mi primera metáfora del hambre.